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continuidades y cambios

Hay rituales que todavía mantienen con vida al diario en papel pese a su crisis

En un mundo cada vez más digital, la impronta de la tinta, la verdad del papel, parece tener un efecto con causas que hunden sus raíces en lo cognitivo y el placer de la lectura.

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Edades. Mientras los jóvenes eligen más la digitalidad, los mayores optan por el papel. Pero cuando hay diario en las casas, todos lo ven, con distintos niveles de lectura. | shutterstock

¿Por qué las personas siguen leyendo el diario en papel? ¿En qué contextos lo hacen? ¿Va a desaparecer el diario impreso? Los argentinos que siguen accediendo a las noticias en papel lo hacen motivados por la experiencia sensorial de la lectura más que por el contenido de la información, en situaciones sociales que estimulan ese consumo, como los desayunos en familia los fines de semana, y lo combinan con el acceso a noticias por vía digital.

Estos hallazgos se desprenden de una investigación del Centro de Estudios sobre Medios y Sociedad en Argentina (MESO), basada en 158 entrevistas realizadas entre marzo de 2016 y diciembre de 2017. Los participantes de nuestro estudio, de diversas edades, niveles de educación y actividades, provenían principalmente de la Ciudad de Buenos Aires y Gran Buenos Aires, y también de Córdoba, Salta, Santa Fe y San Juan (https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/1461670X.2019.1670092).

Acceso, encuentro y contacto. Existen diferentes formas en las que el diario ingresa al hogar de las personas. Hay quienes todavía prefieren ir a buscarlo al kiosco de la esquina y otros que simplemente lo reciben en la puerta de sus casas. Estos últimos generalmente mencionan diferentes modelos de suscripción donde los beneficios que se reciben (descuentos, regalos) refuerzan el vínculo con el diario, pero no necesariamente la lectura. “Me suscribí a La Nación de nuevo porque la edición del domingo venía con libros de Borges”, explicó un empleado público de 24 años. El rol que los cafés y bares tienen en nuestra cultura urbana hace que estos espacios también sean considerados lugares fundamentales de encuentro con el diario. Un visitador médico de 51 años que por su trabajo almuerza en bares nos contaba: “Hojeo el diario si hay algo que me interesa, cualquiera sea, La Nación, Clarín o Página/12, el diario que esté en el restaurante”.

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Las diferentes formas de acceso al diario se organizan alrededor de prácticas temporales y espaciales altamente rutinizadas. La lectura del diario en papel aparece principalmente asociada a los domingos y se suele complementar con otras actividades como el desayuno familiar. Una jubilada de 62 años comenta que el diario “ya está en la puerta cuando me levanto los domingos, entonces lo leo mientras tomo unos mates”. De modo similar, un contador de 58 años señala: “Cuando me despierto el domingo, ya lo tengo, cuando lo pido, en la puerta. Entonces, bueno, mientras tomo mates, ya no pongo el televisor, entonces leo el diario”.

Para otros entrevistados, la práctica de los domingos a menudo se combina con la lectura de versiones en digital durante la semana, especialmente en el trabajo. Un profesor de 41 años dice que lee “noticias digitales durante la semana, (pero) durante los fines de semana no hay nada mejor que un café con leche, medialunas y el diario”.

Tocar, oler, sentir. Uno de los hallazgos más interesantes de nuestra investigación es la relación corporal que se establece en el encuentro de los lectores con el diario, particularmente en lo que hace a la experiencia sensorial. Algunos entrevistados subrayaron la importancia de tener el diario en sus manos para resaltar visualmente ciertos artículos o recortar historias que les interesaron mucho. Un empleado del sector público de 24 años señaló que se siente “más cómodo” con el diario impreso que con la versión digital: “Es un tema visual (…) No sé, si quiero resaltar o marcar algo (...) puedo recortarlo y llevarlo conmigo”.

No estás solo. Un ama de casa de 63 años dice: “Miro la tapa, pero tal vez de repente lo doy vuelta y empiezo a mirarlo desde la última página, no sé por qué. Puede ser costumbre”. La misma práctica fue relatada por varios entrevistados. Además, muchos lectores y lectoras mencionan que les gusta diseccionar el diario en partes, desplegarlas sobre una mesa: tocar el periódico, olerlo, subrayar y mancharse las manos con tinta son experiencias que no son equiparables a la lectura en digital. Transportan a los lectores a otros tiempos. Un comerciante de 57 años comentó: “La verdad es que me gusta el papel, el olor a tinta, es una cosa que uno trae ya de la juventud. A mí ya me gustaba mucho leer desde chico, siempre leía del papel, no existía internet”.

Si bien el contenido de las noticias tanto en papel como en digital suele ser similar, o incluso idéntico, la nostalgia y la tranquilidad que devienen de la lectura se contraponen a un mundo con información que avanza de manera vertiginosa. La lectura en papel es un contrapeso indispensable para equilibrar la jornada laboral, inundada de bits y estructurada alrededor del último momento. Para un abogado de 30 años: “Cuando leo en papel me tomo más (tiempo), o sea me gusta más leerlo en forma más tranquila. Cuando estoy leyendo en soporte digital, la verdad es que la velocidad con la que uno lo lee, el medio cuando uno lo lee –porque la verdad es que lo estoy leyendo en el trabajo, mientras recibo llamadas trabajo al mismo tiempo– no es lo mismo que sentarse y dedicarle una hora y media o dos y leer el diario tranquilo. Obviamente los domingos digiero mucho más la noticia, la analizo mucho más, y sobre todo me dedico más a leer opiniones, algo que quizás en la semana no hago. En la semana voy a la noticia”.

Causas y consecuencias. ¿Qué motivos están asociados a estos comportamientos? Como las citas de arriba describen, para algunos entrevistados la lectura del diario en papel es una actividad que se disfruta y se conecta con escenarios de tranquilidad. Quienes prefieren acceder a editoriales o notas de opinión mencionan que para “comprender” mejor es necesario hacerlo de manera lenta y tranquila, algo que el papel favorece ampliamente. Para una abogada de 45 años, las noticias en papel son “cómodas, es cómodo leerlo en papel y ahí tengo lo que son las noticias y los artículos de fondo. A veces soy poco tecnológica, entonces me cuesta ubicarlos, si los hay, a través del celular”.

Pero no todo es lectura a fondo. Aun en contextos de mayor tranquilidad, otros entrevistados refieren simplemente hojear el diario o acceder solo a los titulares y copetes. Si algo interesante aparece, quizás se lo lee. Estos comportamientos observados suceden en diferentes contextos de socialización. Por ejemplo, que el diario llegue a la casa muchas veces colabora en la construcción de vínculos de intercambio de noticias y de discusiones alrededor de ciertos temas. Un ama de casa de 49 años dice que todos en la casa leen el diario: “Yo, mi marido y mis tres hijos. El más chico lee los títulos nada más, pero los otros dos lo leen todo y mi marido también”. Otra entrevistada dice que ella no lee el diario; “Mi pareja lo hace y me comparte las publicidades (…) aprendo mucho sobre las noticias de él. Me dice ‘¡Guau, mirá lo que pasó!’”. Para otras personas, la práctica de la lectura, por el contrario, se disfruta en soledad.

¿Y qué pasa con los más jóvenes? Aunque el diario esté presente en sus hogares, y a diferencia de las experiencias románticas de los mayores, los jóvenes tienden a rechazar las características físicas del diario. Les resulta pesado, molesto, grande, difícil de manipular y aburrido. En contraposición, las ventajas de la lectura en digital se imponen. Una empleada de 26 años comenta que no lee el diario porque le “da como impresión (…) tipo en las manos. Además es como muy grande, como que no. De repente me abruma, prefiero que sea digital”. Un entrevistado de 30 años alegaba: “La edición en papel me aburre, online es más dinámico, rápido, y obviamente te estructura [la lectura] más”.

Muchos entrevistados que prefieren leer las noticias online enfatizan la facilidad del acceso, la interactividad, la variedad y las características multimedia que estas ofrecen, en contraposición al diario en papel. Una estudiante universitaria de 23 años mencionaba: “Me parece que internet también puede integrar cosas multimedia que en el diario no hay. Entonces prefiero justamente consumir por internet por eso de que hay más cantidad de información y más variedad. Me gusta esa mezcla. Y también me resulta más fácil de leer, más llevadero”.

El apego a las noticias impresas no parece ser hereditario. ¿Va a morir el diario con sus últimos lectores? En un contexto donde la mayoría de las investigaciones sobre la crisis del diario en papel se han focalizado en comprender la caída de la publicidad y los cambios en los modelos de negocios, los hallazgos de nuestra investigación evidencian que es necesario volver a las ya conocidas premisas de los estudios de recepción: qué hace la gente con los medios en su vida cotidiana, cómo se integra social y sensorialmente la tinta sobre el papel a sus rutinas individuales y familiares. El diario no hablaba de ti, pero nosotros seguimos hablando del diario.

*Coordinador del Centro de Estudios sobre Medios y Sociedad (MESO), **Directores del Centro del Estudios sobre Medios y Sociedad (MESO).