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La pobreza y las personas mayores

Estudios revelan que aunque la pobreza flagela con intensidad a las personas mayores, lo hace con mucha más fuerza a quienes viven en hogares sin integrantes con más de 60 años de edad.

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Personas mayores. | cedoc

Hay acuerdo entre los especialistas que el método de medir la pobreza por los ingresos -el enfoque más utilizado– no es apropiado en la Argentina cuando se trata de las personas mayores, es decir esos seis millones de 60 años y más contados en 2010 y actualmente estimados en siete millones. El motivo es que este enfoque, que compara los ingresos del hogar con los precios de una canasta básica para un hogar compuesto por un padre, una madre y dos hijos en edad escolar, pierde validez cuando se trata de hogares con mayores, cuya estructura y necesidades básicas de sus miembros difiere del “hogar típico”.

Es que no hay estudios disponibles que permitan diseñar una canasta básica de bienes y servicios para los distintos tipos de hogar donde residen los mayores y que por ser mayores tienen necesidades básicas distintas. Pensemos en los mayores que viven solos –un quinto del total de mayores–, un arreglo residencial cada vez más frecuente en todo el mundo. O en los mayores que viven acompañados exclusivamente por otra persona también mayor –el matrimonio o la pareja de mayores–, un arreglo residencial aún más frecuente que el anterior y que a causa de la viudez devendrá o no un hogar unipersonal.

Frente al enfoque de la medición de la pobreza por los ingresos –es decir, unidimensional– viene hace algún tiempo instalándose un enfoque alternativo denominado “multidimensional”, justamente porque atiende a varias dimensiones y no solo a una de ellas, aunque muy importante por cierto como son los ingresos monetarios. En nuestro país, el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA viene liderando este enfoque distinto y complementario del anterior y sus resultados permiten hacer una lectura más estructural y estilizada de la pobreza.

Las dimensiones de este otro enfoque son seis y para cada una de ellas se han desarrollado indicadores específicos sobre: i) alimentación y salud, ii) servicios básicos, iii) vivienda digna, iv) medio ambiente, v) educación, y vi) empleo y seguridad social. El enfoque permite además fijar distintos umbrales de pobreza según la cantidad de carencias propias de cada hogar: hogares con dos o más carencias, hogares con tres o más carencias, etc.

Por lo que se decía más arriba, en el caso de los hogares con personas mayores, este otro enfoque –multidimensional– no es complementario del de ingresos, sino el único utilizable para determinar el volumen de la pobreza, sus flujos a lo largo del tiempo y especialmente para focalizar en cuáles son los tipos de hogares con mayores más expuestos a la pobreza.

Los resultados más recientes señalan que el 26% de las personas mayores residen en hogares con dos o más carencias de las consideradas en esas seis dimensiones. Un resultado que seguramente nos interpela: una de cada cuatro personas mayores vive en esos hogares con pobreza estructural. Están atravesando el proceso de envejecimiento en condiciones de pobreza. Como ya se adelantó, algunos de ellos viven solos, otros acompañados por otro también mayor, pero también hay muchos que conviven con otros que aún no son mayores –los denominados sub 60–.

Con este andamiaje puede verse que, aunque la pobreza flagela con intensidad a las personas mayores, lo hace con mucha más fuerza a quienes viven en hogares sin personas mayores. Entre ellos la pobreza multidimensional llega al 46%. Y en los hogares con niños, niñas o adolescentes –los sub 18– llega al 57%.

A menor edad más exposición a la pobreza; a mayor edad menor exposición a la pobreza. No deja de ser una buena noticia para las personas mayores, por lo menos en términos relativos, en comparación con los otros grupos de edad –los de 60 años y más en comparación con los de 18 a 59 años por un lado y con los de hasta 17 años por el otro–.

Incluso dentro del grupo de las personas mayores también se cumple esto de a más edad menor exposición a la pobreza. Si se compara a los de 60 a 74 años –la edad jubilable, los que están haciendo sus primeros años de seniority– con los de 75 años y más –los viejos viejos– se verá que entre los mayores más jóvenes la pobreza es mayor –30%– que entre los mayores más viejos –19%–. Una diferencia muy significativa al interior del universo de las personas mayores. 

Así como la mayor edad “protege” de la pobreza estructural, también lo hace y más, el nivel educativo. Dentro de las personas mayores, los que tuvieron más oportunidades educativas y lograron al menos finalizar el secundario son una minoría. La mayoría tienen a lo máximo el secundario incompleto. Los de mayor nivel educativo están mucho menos expuestos a la pobreza. No es que estén exentos, pero el secundario completo se constituye en un escudo de protección. 

El tipo de hogar es otro de los factores que potencia o protege de la pobreza. Especialmente las personas que viven acompañados en hogares sin sub 60, pero también los que viven solos, están menos expuestos a la pobreza. En cambio, en los hogares multipersonales mixtos –donde conviven mayores y aún no mayores, y casi seguramente sub 18– están bastante más expuestos a la pobreza. Esto está en línea con lo que se dijo más arriba sobre la pobreza en los hogares con sub 18, los más vulnerables. Esto permite sugerir que dado que todo hogar con solo personas mayores –los multipersonales puros– en algún momento pasará por la instancia del fallecimiento de uno de sus miembros –y la consiguiente viudez del otro–, allí las trayectorias se bifurcan. Si el viudo –casi seguro una viuda– pertenece a los estratos medios –medio alto o medio bajo– devendrá en hogar unipersonal, vivirá sola. Pero en cambio, si pertenece a los estratos bajos –bajo o muy bajo– muy probablemente pasará a convivir con sub 60 –hijos/as, yernos, nueras– y donde también probablemente haya sub 18 –nietos–.

El panorama se completa con una mirada territorial con fuertes desigualdades. Entre las personas mayores de CABA –el distrito más envejecido del país– la pobreza así medida prácticamente no existe. En cambio, en su vecino Conurbano Bonaerense la incidencia de la pobreza –también entre los mayores– alcanza su máxima expresión. En las otras cuatro áreas metropolitanas –Gran Rosario, Gran Córdoba, San Miguel de Tucumán-Tafí Viejo y Gran Mendoza– la pobreza, aún con mucha incidencia entre los mayores, nunca llega a lo señalado para el Conurbano Bonaerense. Del Interior, en cuanto a pobreza estructural, los menos expuestos son los mayores que residen en un sinnúmero de ciudades medianas y pequeñas. A su modo, también tienen su escudo frente a la pobreza multidimensional.

También en cuanto a la pobreza, en la Argentina no hay vejez, hay vejeces.

*Investigador del Barómetro de la Deuda Social con las Personas Mayores, Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA-UCA) y Fundación Navarro Viola.