Siete millones de seguidores en más de 130 países, 1.500 escuelas con miles de alumnos diseminadas en todo el mundo, universidades en Turquía, grupos financieros, un banco, miles de millones de dólares disponibles, fundaciones, medios de comunicación y una hermandad secreta en el tejido social y político turco. Esto es parte de lo que representa y constituye la enorme y poderosa red sin parangón en el mundo: el Movimiento Gülen.
A pesar de su tamaño y de su gran influencia, este movimiento carece de una organización formal y de una estructura visible. Tampoco se reconocen miembros oficiales. Sus millones de seguidores dicen estar inspirados por el mensaje del Fethullah Gülen, un carismático predicador turco considerado el profeta y líder informal de esta red internacional que supo sacar provecho del proceso de globalización y de liberalización económica tanto en Turquía como en el resto del mundo.
Fethullah Gülen es una persona poco conocida para Occidente que construyó, desde su autoexilio en los Estados Unidos, un movimiento religioso, social y nacionalista con un asombroso poder de movilización. Se presenta a sí mismo y a su movimiento como una versión moderna, liberal y tolerante del islam sufí en Turquía. En sus discursos y numerosos libros –disponibles en diversas lenguas– Gülen retoma con regularidad a los grandes pensadores sufistas para adornar y legitimar su propia literatura religiosa y propagandística, promoviendo además la idea de un islam de tolerancia que hace hincapié en el altruismo, el trabajo intenso y la educación.
(… ) Gülen desarrolló una corriente propia del Estado-nación cercana al neoliberalismo hasta ir construyendo una visión moderada del islam compatible con la modernidad y los valores occidentales. En efecto, sostiene que los musulmanes no deberían rechazar la modernidad sino dedicarse a los negocios y a las carreras profesionales.
Gülen fue denunciado por haber creado un Estado paralelo en Turquía gracias al financiamiento de sustanciales aportes provenientes de empresarios y adherentes que él mismo ayuda a crecer económicamente. El Movimiento Gülen es uno de los principales actores y una de las organizaciones más poderosas e influyentes de la actual Turquía. Contribuyó y se benefició con las transformaciones políticas y sociales que afectaron al país desde la década del 80 y, debido a la influencia que ejerce en su estructura política y en la sociedad civil, el Movimiento es considerado como el tercer poder dentro del Estado turco.
La constante apelación al discurso de la solidaridad étnica de los pueblos del mismo origen turco logró que el Movimiento ejerza una enorme influencia en Asia central y en los Balcanes, regiones en las que cuenta con una fuerte presencia a través de una red de escuelas, fundaciones, empresas, medios de comunicación, editoriales e instituciones financieras. Esta red se extiende también por el resto de Asia y de Europa, Africa, América del Norte y Latinoamérica. Particularmente, la Argentina es un país donde la penetración del Movimiento se hace cada vez más evidente.
El impulso expansivo es la manifestación de una de las aspiraciones o anhelos más importantes de Fethullah Gülen: recuperar el legado del Imperio otomano, idea que modela la estructura y la naturaleza del Movimiento. Sus sueños imperiales, la política expansionista, el multiculturalismo que dice defender, el énfasis en el desarrollo material y su fuerte nacionalismo se apoyan y deben entenderse dentro del proyecto de poder de un nuevo Imperio otomano. El Estado otomano es el fundamento del proyecto Gülen y funciona entre los más fervientes defensores del Movimiento como una utopía que alimenta sus tareas diarias.
No obstante, lo que ya dejó de ser una utopía es la idea del califato en Turquía, y hacia allí avanzó el Movimiento con su antiguo aliado y luego máximo enemigo, el AKP –Partido de la Justicia y el Desarrollo– de Recep Tayyip Erdogan. Ambos tuvieron en un principio el mismo objetivo común: el derrocamiento del régimen republicano laico. Esa es la razón por la cual fueron considerados una amenaza para el orden secular que defienden las Fuerzas Armadas turcas.
El Movimiento Gülen es un colectivo religioso que pregona exageradamente la necesidad del diálogo y la tolerancia interreligiosa, pero cuya prédica integradora es en realidad la fachada que esconde el plan de un gran poder mundial con objetivos a mediano y largo plazo, con una agenda oculta no sólo en Turquía pero siempre para Turquía.
En resumen, Gülen es uno de los predicadores más influyentes del islam. Sus ideas inspiran a millones de seguidores en todo el mundo y los nuclean en un movimiento de formalidad e institucionalidad laxa, que funciona como una sociedad secreta ultraconservadora, pensada y organizada como una estructura paralela de poder político en Turquía y que cuenta con influencias económicas y políticas a nivel internacional. Más allá de su imagen de islamista moderado, educador y defensor del diálogo y la tolerancia, Fethullah Gülen es principalmente un nacionalista turco-otomano que, aun estando fuera del país, está liderando un profundo cambio político-identitario en Turquía.
En 1998, un sermón de Gülen se filtró en los medios masivos de comunicación y le valió la acusación de crear una organización ilegal destinada a cambiar la estructura secular del Estado. En dicho discurso, “el Predicador” aconsejaba (ordenaba) a sus seguidores: “Tenemos que avanzar en las arterias del sistema hasta llegar a todos los centros de poder sin que nadie note nuestra existencia… Aguardar el momento en que las condiciones estén maduras. Si hacemos algo antes de tiempo, el mundo va a herir nuestra cabeza y todos los musulmanes sufriremos. Nuestro tiempo no ha llegado aún. Debemos esperar el momento y las condiciones adecuadas para conseguir llevar el mundo en nuestras espaldas. Esperar hasta haber acumulado todo el poder del Estado junto con el dominio de todas las instituciones constitucionales de Turquía… La toma de cualquier tipo de medida sería un acto demasiado apresurado antes de que ese momento hubiese llegado. Sería como romper un huevo sin esperar los cuarenta días necesarios para su eclosión”. Este discurso junto con otras pruebas sirvieron para que Gülen fuera acusado y juzgado, lo que ocasionó su huida a los Estados Unidos. Si bien luego de algunas argucias judiciales la Corte de Apelaciones turca terminó por absolverlo, Gülen nunca regresó a Turquía.
Es un secreto a voces que el Movimiento Gülen está infiltrado en los altos niveles policiales y en la totalidad de los centros de poder de Turquía, y que además se está expandiendo por los países que pertenecían al Imperio Otomano, sobre todo en los Balcanes, así como en Asia central. Sus miembros proliferan también dentro del Poder Judicial y trabajan para constituirse en la fuerza política más poderosa de Turquía. Utilizan su influencia en los tribunales, en los servicios policiales y de inteligencia, lo que desató una verdadera cacería de brujas contra todos aquellos a quienes consideran opositores a derrocar la Turquía laica creada por Mustafá Kemal, el autodenominado “Atatürk”. Hacen lo que sea necesario para la causa, desde la fabricación de pruebas y denuncias hasta la creación de un servicio de inteligencia paralelo. Gülen supervisa, desde su cuartel general en Pocono, Pensilvania, la expansión de su organización por fuera de los límites de Turquía. Desde allí organizó el derrocamiento de la estructura secular turca y participó de las victorias electorales del AKP, que marcaron el principio del proceso de transformación del sistema político en Turquía.
Las escuelas distribuidas por los cuatro puntos cardinales son la semilla para la creación de una nueva población de seguidores de Gülen y sus ideales. Le permiten ir estableciendo su contradirigencia, elemento clave en la lucha contra el secularismo constitucional turco, por un lado, y los dirigentes afines a los objetivos turcos en distintos países del orbe, por el otro. Gülen enfatiza los objetivos educativos del Movimiento a través de un mensaje sentimentalista cargado de simbolismos nacionalistas y añoranzas de la época de un imperio no tan lejano. El discurso de la organización destaca la inserción de estudiantes no turcos en las instituciones educativas de su propia red fuera del país. Simultáneamente, fuera de Turquía hay otras 500 instituciones similares establecidas en Asia central, muchas de ellas gratuitas, ya que es un lugar estratégicamente importante para las ideas panturquistas; asimismo, existe un número no determinado de colegios en el resto del mundo, que se calcula por encima de los seiscientos.
El Movimiento recluta a los mejores estudiantes, a quienes promete ayuda económica para sus necesidades materiales. La idea es concentrarse con atención en aquellos que presenten características adecuadas para convertirse en miembros de “el servicio”. Asimismo, desarrolla una estrategia efectiva que apunta a conseguir la aceptación de sus valores dentro del alumnado vinculado con el Movimiento. Más tarde, si el individuo es considerado utilizable, comienzan a hacer explícito el mensaje religioso y los verdaderos objetivos del Hizmet.
Las instituciones de Gülen siguen siempre un mismo patrón y emplean la misma metodología para instalarse en los distintos lugares donde se establecen, aunque también presentan cierta flexibilidad para adecuarse a las circunstancias locales. Hay mucha demostración de poderío económico que se hace evidente cuando es necesario. Requieren de operadores locales con relativa influencia en distintos organismos estatales para llevar adelante sus proyectos y establecer un contacto entre Turquía y el país donde se instalan. Crean asociaciones o fundaciones locales sin fines de lucro que, como se mencionó anteriormente, son de rápida penetración social y bajo nivel de cuestionamiento. A través de aquellas, según ellos mismos aseguran, “establecen canales de diálogo interreligioso y difunden el sufismo mediante seminarios que promueven las enseñanzas de Fethullah Gülen y de la cultura turca”. Son organizaciones no gubernamentales que sirven a los objetivos económicos, políticos e ideológicos de “el servicio”. Fuera de Turquía, sostienen un discurso secular y laico cuando presentan sus propuestas al público no musulmán. Sutilmente hacen referencia a su identidad religiosa y promueven un contexto basado en el diálogo entre las distintas creencias y el llamado a la reflexión y la tolerancia, utilizando palabras de carácter universal en relación con el amor al prójimo y el intercambio de opiniones “para llegar a la paz mundial”.
La conexión porteña
En la Argentina el Movimiento Gülen está representado por la Fundación de Amistad Argentino-Turca; el Centro de Diálogo Intercultural Alba, donde también funciona el Centro de Idioma y de Cultura Turca Anadolú DKM y el Colegio Hércules en Buenos Aires, y en Córdoba a través del Centro de Diálogo Interreligioso. Esta última institución señala en sus fundamentos que “el objetivo de la fundación de la amistad argentino-turca es lograr un intercambio cultural, idiomático y educativo en la integración de la familia, revitalizar el diálogo, la capacidad de reflexionar, la cooperación y la ayuda mutua. Recuperar los valores éticos y morales y la sana convivencia, valores que la fundación considera muy necesarios en la sociedad actual. ”Los pilares que dan continuidad a esta obra son el ejercicio de la tolerancia, el perdón, la compasión y el amor, valores universales que trascienden todas las fronteras, razas y religiones, y que son aquellos a los cuales el colegio aspira y con los que se siente identificado y comprometido”. El Colegio Hércules funciona como una institución educativa donde se enmarcan los principios universales del amor, la familia, la tolerancia y la comprensión unidos en un entorno de afecto hacia los niños. Mientras que El Centro Alba señala que “con el espíritu de las ideas de diálogo del escritor y educador turco Fethullah Gülen, el Centro de Diálogo Intercultural Alba nace como una iniciativa de la Fundación de la Amistad Argentino Turca para promover el encuentro y el entendimiento entre las distintas culturas, que es el principal objetivo del CDI”.
(*) Periodista.