Los uruguayos también cuentan con libertarios, que dicen tener una misión sagrada: evitar “la peronización del Uruguay”.
El intelectual, historiador, dramaturgo y abogado Carlos Maggi solía decir que, acaso sin saberlo, todos los uruguayos son batllistas porque admiran el paquete de reformas que impulsó José Batlle y Ordóñez, desde la secularización del Estado hasta la jornada laboral de ocho horas, el sufragio universal y el divorcio por la sola voluntad de la mujer. Hasta hoy abrazan su legado más o menos confesamente el sector wilsonista del Partido Nacional, los frenteamplistas moderados como Daniel Martínez y Tabaré Vázquez y un vasto sector del Partido Colorado.
Esa colectividad presentará en las próximas elecciones a dos batllistas: el renovador Ernesto Talvi, doctor en Economía por la Universidad de Chicago y progresista en lo social y lo político, y el histórico Julio María Sanguinetti, progresista en temas morales, sociales y económicos y de centro derecha en lo político.
Por ello, cualquiera podría suponer que lo último que haría un libertario sería apoyar a Sanguinetti. Y, sin embargo, esto es perfectamente posible. Así lo explicó, consultado por PERFIL, el propio Sanguine-tti: “La socialdemocracia europea tiene dos vertientes, entre las cuales la principal fue la socialista, con gente que vino del marxismo y que asumió la democracia liberal. En cambio, en Uruguay el desarrollo ha sido el opuesto, porque somos un país profundamente liberal desde la revolución artiguista. En ese marco, a principios del siglo XX Batlle incorporó el desarrollo de un Estado garante preocupado por la seguridad social y por la desigualdad. Por lo tanto, dentro de la democracia social batllista hay lugar para el liberalismo, no como una expresión dogmática y absoluta de la libertad económica, como muchas veces se lo entiende en Argentina, sino como una filosofía generosa que se basa en el desarrollo y la expansión del individuo y que no está reñida con la justicia social”.
Dicho de otra manera, para llevar a cabo aquellas reformas vanguardistas, Uruguay nunca abandonó el Estado de Derecho. Y se anticipó sin jacobinismos a muchos países europeos y a la agenda que plantearía Yrigoyen en Argentina.
Hace pocos días, Sanguinetti fue el principal orador de un acto de la Agrupación Libertad, un conjunto de liberales y libertarios orientales. Allí, el ex ministro de Economía Isaac Alfie declaró: “La peronización del Uruguay es nuestro mayor desvelo”. Esa línea argumental siguió el dos veces ex presidente cuando, en un discurso en el que evocó la figura del pintor y diputado Pedro Figari, sentenció: “Con su mazorca y su intolerancia antiliberal, el rosismo es la simiente histórica del peronismo”.
Mayor flexibilidad. Puestos a escoger entre Talvi y Sanguine-tti, los libertarios uruguayos se quedaron con el segundo, pues respetan su liderazgo político y encuentran más libertad para desarrollar sus ideas que en una estructura donde estiman que “hay que adaptarse a un formato definido tanto estética como expresivamente, sin ninguna contradicción con el líder”, dijo a PERFIL Alvaro Diez de Medina, abogado, periodista y ex embajador de Uruguay en Estados Unidos.
Diez de Medina –uno de los candidatos, junto a Juan Friedl y a Susana Gulla, a integrar la Convención Nacional del Partido Colorado por la Agrupación Libertad, que encabeza Alfie– aclaró que también hay libertarios extrapartidarios (en el acto llamó la atención la presencia del ex viceministro blanco Gustavo Licandro). Y agregó: “Entiendo que las realidades políticas y el funcionamiento de la sociedad son complejos, pero el Estado debe restringirse a sus actividades imprescindibles y dejar el camino libre al individuo, a las familias y a las empresas”.
Crítico ácido de las administraciones frenteamplistas, Diez acusa al ministro Danilo Astori de ser “una persona sin fundamento académico, cuya metodología de trabajo propende al aumento de la presión tributaria y del gasto público y al endeudamiento y el ‘reglamentarismo’ exacerbado”.
Entre Thatcher y Macri. Admirador de las transformaciones que encarnaron Ronald Reagan, Margaret Thatcher y “el autócrata” Deng Xiaoping, y del pensamiento de John Stuart Mill, David Hume y Friedrich Hayek, Diez considera que el gobierno de Macri “ha perdido el tiempo”, que “no tocó el monstruo regulatorio y mantuvo muchas estructuras clientelares” y que “se ha convertido en un deudor serial que favoreció la especulación financiera sin preocuparse por plantar las bases para el crecimiento de una sociedad aquejada por el descontrol de precios, por un estancamiento brutal de la economía y por un inminente default”, con lo cual “ha dejado la oportunidad de ver al kirchnerismo postrado por su corrupción y sus malas políticas”.
Mucho más que un buen vecino
El Instituto de Estudios Cívicos, del que forma parte Diez de Medina, trajo a Uruguay tanto a Javier Milei como a Diego Giacomini, dos figuras del movimiento libertario argentino. “Queríamos que fueran puntos de atracción y también que difundieran sus ideas. Y esas ideas tienen mucho en común con las nuestras, porque yo he seguido a Milei a nivel mediático y académico y coincidimos en la necesidad de una reforma radical del Estado que le devuelva autonomía al individuo”, dijo el periodista, abogado y diplomático. Y concluyó: “En el fondo, todos nosotros somos criaturas de dos grandes pensadores liberales rioplatenses, Ramón Díaz y Alberto Benegas Lynch, y desde allí intentamos construir nuestra agenda”.
*Desde Montevideo.