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Misterios de la Ciudad

Los 'médicos escultores' del 'hospital de estatuas' porteño

Entre los árboles de Palermo, escondido, se encuentra el “hospital de esculturas”. Lleno de historias y estatuas, el lugar es en sí mismo una obra, donde los 'médicos escultores' reparan las estatuas y replican lo roto o robado.

El Hospital de Estatuas de la Ciudad, un lugar apasionante.
El Hospital de Estatuas de la Ciudad, un lugar apasionante. | Sergio Piemonte

La escultura Leandro y Hero, también llamada El beso, cuenta una leyenda griega dedicada a los enamorados. Una especie de Romeo y Julieta, separados por la distancia y sus familias, con un final trágico cuando uno de los amantes fue nadando hacia el amor de su vida, que lo esperaba en la otra orilla, y murió en el intento.

Historias como ésta abundan en el Patio de las Esculturas de la Ciudad. Ubicado entre los árboles, en el predio del MOA, Monumentos y Obras de Arte, en la Plaza Sicilia, en Palermo, el lugar funciona, como dicen sus trabajadores, como un “hospital de esculturas”: un museo a cielo abierto donde se pueden contemplar las obras de la Ciudad de Buenos Aires en proceso de restauración.

El Hospital de Estatuas de la Ciudad, un lugar apasionante.
(Fotos: Sergio Piemonte)

El lugar tiene una mística muy especial. Está lleno de obras, pero es en sí mismo una atracción. Las esculturas no son lo único interesante sino que es en el taller de restauración donde ocurre la magia. Hay tintas, aerosoles, martillos, pinzas, marcadores, crayones, reglas, serruchos, destornilladores y maquinarias de todo tipo para trasladar las pesadas piezas. Todo está ordenado y limpio, a pesar de la gran cantidad de materiales. No hay olores a pegamentos fuertes, se siente un rico y simple olor a madera.

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El Hospital de Estatuas de la Ciudad, un lugar apasionante.

“Tratamos a todas las estatuas que ingresan como pacientes. Cada una tiene una historia clínica; cada intervención se anota, toda obra tiene su historial, y se registran sus emplazamientos, sus autores, y cada traslado queda documentado”, cuenta Jorge Grimaz, el “médico de cabecera” de todas las estatuas, el ingeniero a cargo del “hospital de estatuas”, que trabaja desde hace 38 años allí.

El Hospital de Estatuas de la Ciudad, un lugar apasionante.

“Con un solo día acá ya te apasionás por lo que representa cada obra. Nosotros estamos desde hace muchos años; esto nos gusta. Cada una de las estatuas es parte de nuestra familia”, cuenta Grimaz. El equipo del Patio es de veinte personas, “el que menos tiene acá está desde hace 15 años”, dice. La mayoría de los miembros son escultores, egresados del Bellas Artes. Tienen a cargo más de 2.500 piezas y los trabajos son de todo tipo: limpieza, reconstrucción, mantenimiento, réplicas y conservación.

El Hospital de Estatuas de la Ciudad, un lugar apasionante.
(Fotos: Sergio Piemonte)

Las obras. La mayoría de las esculturas son representación de una lucha, un amor o la libertad. Diana cazadora (1942) y Diana fugitiva lucen fervientes, salvajes y luchadoras en representación de la diosa de la caza en la mitología romana. Protectora de la naturaleza y la Luna, las facciones de Diana, de acuerdo con el relato mitológico, son el equivalente más grande de la belleza. Relacionada con los animales y las tierras salvajes, es elogiada por su fuerza, su gracia y sus habilidades de caza.

El Hospital de Estatuas de la Ciudad, un lugar apasionante.

Y en otra representación de la libertad, está la obra El esclavo o Esclavitud, de 1881, realizada por el escultor Francisco Cafferata, a sus 20 años, considerado uno de los pioneros en el arte. Con sus cadenas cortadas y cara consternada, la escultura es de bronce y está hecha en tamaño real. Se pensó y diseñó en Florencia y se materializó en Buenos Aires. Algunas interpretaciones de la escultura dicen que se trata de un esclavo negro que ya fue liberado pero, por su pose y su gestualidad, sentado, abatido, todo indicaría que el hombre deberá enfrentarse ahora a la esclavitud dictada en su mente, para dejar de estar anclado a un pasado de cautiverio.

Muchas estatuas representan una lucha, un amor o la libertad

Imponente, con 5 metros de altura, está La familia de ciervos, del francés Georges Gardet, uno de los más destacados escultores de animales del siglo XX. “A la familia le faltaba el ciervo chico, los cuernos, alguna pata. El trabajo fue de casi un año”, indica Grimaz. En esta obra trabajaron tres personas, al ser de gran tamaño y requerir tanto tiempo. “Cuando la obra es muy grande, no siempre se puede trasladar al taller. Es muy difícil mover un monumento completo. A veces mudamos el taller al lugar”, cuenta. En el Patio hay otros animales, como caballos o un puma.

El Hospital de Estatuas de la Ciudad, un lugar apasionante.

Por el taller hay partes del cuerpo desparramadas y moldes. Una copia de tan solo una mano, hueca, pesa 3 kilos. Puede parecer pesado, pero la pieza reemplaza a la original, de mármol, de 15 kilogramos. En un depósito hay un decapitado, y en el taller una cabeza en proceso de restauración.

El Hospital de Estatuas de la Ciudad, un lugar apasionante.
(Fotos: Sergio Piemonte)

Hay varias placas con relieve y una estatua de Messi completamente vandalizada. “Se realizó con un material que no es para la intemperie, muy blando. Obras así deben ir a un lugar más cuidado que la vía pública porque, como está, no tiene recuperación”, explica el coordinador. Entre las piezas que no serán utilizadas para su proyecto original, algunas se reutilizan y otras quedan como parte del patrimonio histórico.

El Hospital de Estatuas de la Ciudad, un lugar apasionante.

Durante la Guerra de Malvinas, en 1982, un grupo de manifestantes destrozó las columnas y escaleras de la Torre Monumental (antes llamada Torre de los Ingleses). Parte de aquella primera torre está también en el Patio de las Esculturas.

El Hospital de Estatuas de la Ciudad, un lugar apasionante.

Una de las actuales restauraciones que se llevan a cabo es una obra que estaba en Plaza Lavalle, en homenaje a las víctimas del atentado a la AMIA. Cada tabla de la obra contiene el nombre de uno de los fallecidos. Realizada por Mirta Kupferminc, representa un reloj señalando las 9.53, la hora del atentado el 18 de julio de 1994. Toda la parte superior del monumento fue robada.

A El Picapedrero, de Emilio Andina, instalada en 1921, le robaron sus dos manos. El trabajo de reconstrucción duró cuatro meses. “No es lo mismo hacer una mano, que una cabeza, que rehacer una pieza entera”, aclara el ingeniero. La estatua representa a un obrero trabajando una piedra y rinde homenaje a los picapedreros de Tandil, artesanos de las primeras pavimentaciones.

Una de las obras restauradas fue Ana Frank. Si bien la escultura original de Buenos Aires es en sí misma una réplica de la original, que está emplazada en Ámsterdam, la obra fue robada, recuperada y luego restaurada.

Hay, en otro sector, algunos personajes que están en sala de espera. Más de veinte bustos aguardan para ser reparados. “Hay de todos los colores políticos: tenés a Perón, a Evita, a Neruda, a Alberdi, Sarmiento, Luis Benedit, Perito Moreno y Alem, entre otros”, enumera Jorge. Las estatuas quedan a resguardo hasta que comience el proyecto de emplazamiento, donde sea que esté previsto.

No todos los bustos están aguardando por su acondicionamiento, algunos están siendo cuidados. “Estamos con un problema por el robo de bronces. Está muy difícil. En épocas de crisis económica tenemos un aumento de los hurtos. Las piezas de bronce se venden al menudeo para fundir y hacer bloques. Es un problema que siempre está, pero se acrecienta. Hay placas que se roban habitualmente, pero cuando la crisis disminuye, el bronce ya no es un problema. Como después de la pandemia la crisis no disminuyó, sino que fue creciendo, y los robos no bajan, preferimos conservar acá algunas piezas y cuidarlas para que no las roben”, relata el “médico de cabecera”.

“Acá te apasionás. Cada estatua es parte de nuestra familia”.

 

Por esta razón es que los bustos, a pesar de ser todos de bronce, son huecos; por su gran valor. Algunas piezas son imitación bronce con resina poliéster para que, si las llegan a robar, el daño no sea tan grande. De todas maneras, “el que sabe de bronce enseguida lo identifica”, dice Grimaz.

La estatua de El arquero fue una de las víctimas. Los extremos de su arco fueron robados, tanto de arriba como de abajo. Las partes que están separadas del cuerpo, aunque igualmente unidas, son las más fáciles de arrancar. Es por esto que el arma de El arquero, ahora reparado y erigido en el taller, fue replicada en resina. “A simple vista no te das cuenta, pero sí al tacto y con el sonido. La idea fue reproducir el faltante en un material alternativo pero que la terminación sea parecida a la original”, explica el experto.

El Hospital de Estatuas de la Ciudad, un lugar apasionante.
(Fotos: Sergio Piemonte)

El trabajo. Los dos materiales principalmente usados son bronce y mármol. Luego también se usan el metal y la piedra. El proceso para hacer una réplica es difícil y largo. Siempre se necesita una referencia. Si las fotografías no son claras, o directamente no hay fotos, se hacen dibujos en escala. “Se hace un modelo en plastilina con bocetos en arcilla. Y luego se realiza el molde, el caucho cortado se utiliza para cargar los moldes, y finalmente se hace la reproducción”, indica Jorge.

A veces los escultores trabajan con guantes si el material es corrosivo, y en otras ocasiones, cuando se utiliza yeso o se realiza el modelado, se debe emplear la mano limpia. “Los materiales alternativos que usamos para las piezas de mármol son resina poliéster, con carga de marmolina, o cemento blanco también con carga de marmolina. Para replicar el bronce utilizamos cemento coloreado para que quede del color necesario, o resina poliéster con polvo verde para que quede similar al original”, explica el profesional. El trabajo no solo es complejo por su proceso, porque también se debe imitar la intención del artista.

El Hospital de Estatuas de la Ciudad, un lugar apasionante.

En el taller también se realizan trabajos de limpieza. “Algunas obras tienen manchas de suciedad ambiental o contaminación biológica. Esto se limpia y queda blanco”, cuenta el encargado.

La mayoría de las obras tienen cien años o más. Los barrios porteños de Palermo y Recoleta son los que tienen más cantidad de esculturas. El lugar designado para el emplazamiento no depende del Patio de las Esculturas. “Todo el que dona una obra para la Ciudad quiere que esté y se luzca en el mejor lugar posible”, explica Grimaz.“Hay gente que se acerca para preguntar si venden las obras o quieren que les realicen un trabajo en particular y preguntan si puede replicar alguna escultura”, revela el coordinador del “hospital”. “Trabajamos todo el año para poner en valor y mantener los más de 2.500 monumentos y obras de arte existentes en el espacio público. Es importante que entre todos cuidemos el patrimonio cultural de la Ciudad”, afirma Clara Muzzio, ministra de Espacio Público e Higiene Urbana de la Ciudad de Buenos Aires. El Patio de las Esculturas, inaugurado en 1952, puede ser visitado de lunes a viernes de 8 a 13.