El Hospital Nacional Prof. Alejandro Posadas, ubicado en el oeste del gran Buenos Aires, es uno de los más grandes del país y el único hospital general de agudos dependiente del Poder Ejecutivo Nacional, a través del Ministerio de Salud. Fundado en 1958, tuvo diversas misiones, incluyendo la de haber sido el Instituto Nacional de la Salud, característica que hoy no posee ningún establecimiento en el país. En 1976 funcionó allí un centro clandestino de detención, donde fueron secuestrados y asesinados 11 miembros de su personal.
Aunque la excelencia y honestidad profesional de su personal aún se mantiene, no es el caso de su funcionamiento. Se naturalizó que el hospital es para “carenciados”, como figuró hasta hace muy poco en todas las planillas de consulta: Oscarehpos (Obra Social Carenciados Hospital Posadas). Hace poco se cambió por “Sin cobertura”, como si la del Estado no lo fuese.
La infraestructura, la gestión y el clima social de lo que fue un hospital ejemplar, con los mejores estándares internacionales, se deterioraron gravemente en los últimos años, incluyendo numerosas huelgas protagonizadas por los varios sindicatos que representan a su personal. En 2007, la Sindicatura General de la Nación (Sigen) elaboró un informe lapidario: casi todos los sectores presentaban serias fallas. El informe de 2009, último disponible, dice no constatar correcciones “por falta de compromiso y acción de los responsables”, aunque éstos siempre fueron designados por el Ministerio de Salud. Alguien contó haber escuchado en esa época, en reunión de gabinete, al ex ministro de Salud Ginés González García, desbordado por los problemas, exclamar: “¡Que lo cierren!”. Los conflictos, que prosiguen en 2015, se resuelven designando “interventores”. En abril pasado, al anunciar la última intervención, el jefe de Gabinete Aníbal Fernández argumentó: “Las cuantiosas inversiones que realizó el Gobierno no se condicen con la calidad de prestaciones que se están otorgando”, y echó al doctor Donato Spaccavento, interventor que duró menos de un año, para reemplazarlo por el doctor Domingo Latorraca, proveniente del Hospital de Morón, en línea con el “sabbatellismo” de los últimos días del gobierno kirchnerista (ver recuadro).
El 25 de noviembre pasado, la presidenta Kirchner inauguró una moderna ampliación del hospital, que incluye nuevos quirófanos y otros servicios centrales, aunque la mayor parte consiste en oficinas administrativas y consultorios externos. Desde el punto de vista sanitarista, esta última incorporación es discutible. Desde hace décadas, la experiencia indica que los consultorios externos deben alejarse del hospital, reemplazándolos por redes que comienzan en lugares de atención primaria, pasando por centros de atención ambulatoria, como el Cemar de Rosario, imitado exitosamente en otras ciudades del país. Esta tendencia ya fue preconizada por Ramón Carrillo en los años 50 y universalizada en 1978 en el consenso de Alma-Ata. Otra opción era construir un edificio separado en el gran predio de que dispone el hospital. La opción elegida, imbricar los consultorios externos con las áreas de internación, implica un aumento del riesgo médico de infecciones. Primó el criterio de que “se vea desde la autopista”…
En cuanto a las inmensas nuevas áreas administrativas, no están previstas en los criterios de planificación de hospitales modernos pues, antes de realizar las obras edilicias, se define el sistema informático, HIS (Hospital Information System, por sus siglas en inglés), concepto casi desconocido en el sistema público argentino –aunque bien conocido en los sistemas privados lucrativos–, que atiende todos los aspectos de funcionamiento de un hospital, maximizando la eficiencia y minimizando la corrupción. En 2005, una delegación de gestionarios de la salud francesa (ver recuadro) ofreció al Posadas, gratuitamente (a pesar de que su elaboración costó millones de euros), un programa informático global desarrollado para los hospitales públicos de Francia. No fue aceptado, porque funcionaba con un sistema que requería el pago de regalías, aunque ínfimas en relación con el valor del programa y sus resultados. Estos programas se están desarrollando ahora en el país, pero llevará aún años completarlos. Pero eso no es problema en el Posadas, donde trabajan (¿trabajan?) más de 5 mil agentes, la gran mayoría en forma “irregular”: más de diez por cama de internación, el triple de los estándares de eficiencia. En 2007 había ya 3 mil empleados, cuando lo necesario, según las normas internacionales para el número de egresos, consultas o complejidad, es de 1.500. Y al escribirse este artículo, seguían ingresando “trabajadores”… La “militancia política partidaria” es creciente; algo inconcebible en otros países, como lo sabe muy bien, por ejemplo, el ex presidente de Francia Jacques Chirac, condenado a prisión porque, cuando era intendente de París, tenía varios empleados que cumplían funciones “políticas”.
El contrafrente del edificio, la cara no visible desde la autopista, resume décadas de abandono: destrozos, construcciones precarias y desordenadas en los balcones; bordeado por un gran yuyal lleno de escombros. Esas dos caras del edificio metaforizan el contraste entre las villas miseria y Puerto Madero.
El interior del Posadas reitera el abandono de los cuerpos principales de internación, que se anuncia serán reparados. Ninguna auditoría o control externo los habilitaría. Pero poco se resolverá con un “plan de obras”: el deterioro más importante es de concepto de hospital público moderno, de gestión, motivación, decisión, sistemas.
¿Silencio, hospital? Esta mezcla de consulta ambulatoria e internación, sumada a la necesidad de personas que no encuentran solución a sus problemas en otros centros de salud que se encuentran en iguales o peores condiciones, hace que el Posadas resulte diariamente desbordado por miles de personas que aguardan a ser atendidas desde antes de las 6 de la mañana, ya que los turnos son limitados en algunos servicios. Suciedad (¡en un hospital!) y desidia: paredes, techos y ventanas descascarados o rotos; tabiques “provisorios” desde hace décadas y baños deshonrosos contrastan brutalmente con la moderna iluminación instalada en los nuevos quirófanos. Otro tanto respecto de la seguridad: frecuentes episodios delictivos en diversas áreas, incluyendo agresiones a los profesionales, un fenómeno que no es exclusivo de este hospital. Puertas enrejadas, máquinas encadenadas y nichos contra incendios vacíos explican las razones por las que ningún banco, a pesar de semejante clientela potencial, se atreve a instalar un cajero automático. Cabe preguntarse el porqué de la suciedad e inseguridad, a pesar de los innumerables “agentes” destinados a cada sector.
¿Cuánto cuesta este sistema, que no se destaca por su accesibilidad y que muchos consideran incluso expulsivo? Es difícil conocer las cifras reales. En 2015 habrían superado los 1.800 millones de pesos. El presupuesto para 2016 es de 2.100 millones, sin contar los gastos en obras previstas, aportes centrales de equipamiento, personal del Ministerio de Salud con injerencia en múltiples aspectos del Posadas y amortizaciones de los centenares de millones invertidos, entre otros gastos contables. Pero es sencillo estimar que sus más de 5 mil empleados, entre sueldos y aportes, implican una cifra muy superior al presupuesto. Este ítem absorbería dos tercios del presupuesto, con lo que el tercio restante se aplicaría a funcionamiento, equipamiento e insumos, lo que explica el mal funcionamiento global y el crónico atraso del pago de servicios y proveedores.
Este panorama permite estimar que por cada práctica realizada en el Posadas, del tipo que sea, se gasta entre el doble y el triple que en muchos de los sanatorios de prestigio del país, incluyendo los de mayor complejidad, con docencia e investigación, sin mencionar la accesibilidad y el confort.
¿Es posible revertir esta situación? Para enfrentar el desafío, lo primero es aceptar el diagnóstico. El autor de esta nota, que ejerció en el hospital como cirujano pediátrico desde 1977, lo intentó antes de jubilarse, en 2009, solicitando la cooperación de expertos franceses (ver recuadro).
La historia del Posadas se repite en muchos hospitales públicos del país, y si bien en los últimos años ha habido diversos proyectos puntuales en estructuras y funcionamiento en diversas jurisdicciones, algunos realmente de excelencia (el Hospital de Alta Complejidad de Formosa; el de Emergencias Clemente Alvarez de Rosario, basado en un proyecto de Salud Pública de esa ciudad, o el Hospital El Cruce de Florencio Varela, basado en el excelente pero olvidado sistema Samic; el mismo del Garrahan), el panorama general es muy negativo, por conocidas razones políticas. Hace dos años, en una reunión de Carta Abierta sobre Salud, escuché decir a uno de los más honestos y capaces sanitaristas argentinos una frase aplicable a la mayor parte del sistema; particularmente al Posadas: “En estos diez años de gestión, tenemos que aceptar que en salud sólo se han acrecentado viejos vicios”. No pude aplaudir, porque la audiencia oficialista simuló no escucharlo. Tampoco figuró en actas.
Responsables ¿Quién se hará responsable de desandar el largo camino que llevó a este descalabro, para devolverle al Posadas su excelencia pasada, facilitando el acceso en forma digna, eficaz y eficiente a los ciudadanos y respetando su derecho a la salud, la primera de las libertades?
Por ahora, asumamos esta breve e incompleta, pero descriptiva biopsia del Posadas.
Sabbatellismo
La política de los últimos días del gobierno kirchnerista para con el Posadas fue llenarlo (“colonizarlo”) de innumerables nuevos agentes, a pesar de la indiscutible superabundancia de personal ya existente, jerarquizando la “militancia” por sobre la idoneidad y las necesidades del hospital. Quienes escuchamos a la Presidenta decir que había muchos monotributistas en el Hospital porque no cumplían con los requisitos de la Administración Pública para ser incorporados a planta permanente creímos estar en el país del revés. En las últimas dos semanas del gobierno kirchnerista ingresaron cerca de 600 nuevos agentes. No parece haber muchas exigencias curriculares, ya que algunos de ellos solicitaban ayuda para comprender y completar la hoja de ingreso.
Clarín (26/11/15) cita nuevos “directores” como Diego Spina (Dirección de Relaciones Institucionales), Andrés Rodríguez (Dirección de Recursos Humanos), José Vittorio (Dirección de Recursos Hospitalarios) y Mariana Fasciolo, entre otros ex integrantes de la Afsca de Martín Sabbatella, ahora en puestos recientemente creados ad hoc para el Hospital Posadas. Por supuesto, sin pasar por el concurso de ley.
Cooperación frustrada entre el Posadas y la salud pública francesa
En 2004, tuve oportunidad de poner en marcha y coordinar un programa de cooperación entre el Hospital Posadas y el gobierno de Francia –país que tiene uno de los mejores sistemas de salud del mundo–, en el entendimiento de que el Posadas es la “vitrina” de la salud pública argentina. Auscultaron el hospital los más prestigiosos gestionarios de la salud de ese país (financiados por su gobierno), incluyendo un prestigioso sociólogo, con la idea de analizar incluso el aspecto antropológico de su problemática. Entre otras, sus conclusiones fueron: ineficiente cultura organizacional; burocratización; judicialización de conflictos; “poder hegemónico médico” (es decir, dirigido por médicos sin ninguna formación en gestión hospitalaria); sindicalización hipertrofiada, fragmentada y politizada; política de recursos humanos poco clara; sistema de decisiones no identificado; logística muy obsoleta; falta de integración al sistema de redes; falta de motivación de los actores; puertas abiertas a la corrupción.
Claros diagnósticos y consejos, olímpicamente desdeñados. Con disculpas por la autorreferencia, merece reproducirse la opinión que Segolène Royal, actual ministra de Ecología de Francia –que formó parte de la delegación– escribió en su sitio oficial web al cabo de su visita al Posadas, en 2007: “Esta tarde visité con Carlos Schwartz, que ejerce como cirujano de niños, el hospital público Posadas. Inmensa estructura que recibe a aquellos que no tienen los medios para atenderse en el sector privado. La paradoja salta a la vista: personal muy calificado, un servicio de neonatología muy moderno, pero el edificio mal mantenido y en particular un servicio de guardia donde el deterioro es inimaginable: enfermos
amontonados sobre literas, un perro paseando en los corredores. El combate de este médico socialista para que el servicio público funcione merece ser saludado”.
*Médico cirujano infantil. Ex jefe del Servicio de Cirugía Infantil del Hospital Posadas. Ex asistente de Hospitales de Francia. Premio H. Vega de la Academia Nacional de Medicina.