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Fotomultas

Una de piratas

Las fotomultas y el hecho que a juzgar por el estado de rutas, Policía, escuelas y hospitales, el botín saqueado ni siquiera va a donde más se necesita.

Radares y fotomultas
Radares y fotomultas | Cedoc

Esta nota pareciera tratar un asunto muy menor y autorreferencial como para ocupar espacio en un medio gráfico, en tiempos en que la coyuntura nos bombardea con calamidades y graves urgencias; pero permítame explicar por qué creo que no se trata de algo nimio, sino de un signo del germen de la descomposición, de una figura a escala del patógeno que fue convirtiendo un compost fértil, en una ciénaga putrefacta donde proliferan gusanos, ratas y alimañas mucilaginosas, parásitos que viven de la sangre ciudadana.

Los hechos:

Fui abordado por bucaneros en abril del dieciséis, cuando transitaba el kilómetro 83,5 de la Ruta Provincial N°6, Partido de Zárate. La tecnología ha brindado sofisticadas armas a esta nueva cepa oficial de piratas del asfalto, que ya no necesita atacar de forma presencial, sino que puede hacerlo en modo virtual y diferido, mediante un inconstitucional y sofisticado sistema de fotomultas.

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No quiero aburrir con detalles. Utilizaré este largo párrafo para describir la trampa cazabobos emplazada solapadamente y con un fin que bien podría uno conjeturar recaudatorio: no es razonable en ruta abierta reducir la velocidad de 110 km/h a 60 km/h en un instante, sin señalética que indique el paulatino descenso; ni existe justificación a semejante despropósito. Tampoco quiero abundar acerca de las burocráticas penurias que me vi obligado a atravesar para tratar de evitar el desfalco; desde las múltiples idas al tribunal sito en don Torcuato, donde un operador monosilábico y hostil, adujo motivos tan internos como inentendibles para la no respuesta de Su Excelencia a mi descargo; hasta la infructuosa interacción con la “Mesa de ayuda” de la ansv, y el estéril intento con los teléfonos y la página web de la Municipalidad de Zárate.

Rumiando el asunto de la multa, arribé a la conclusión de que un hecho ilegal y conminatorio perpetrado por un Estado qe se cansa de declamar que nos protege y nos cuida, corrobora la esquizofrenia discursiva y conceptual a la que nos tiene acostumbrados, esa burla aplastante que no nos deja calcular otra cosa que lo urgente, y que nos sume en la impotencia, la ira y el agobio, y que impide el crecimiento. Y es que lo grave aquí es la naturalización del abuso: solemos olvidar que ese Estado está (des)compuesto por funcionarios (gestores) que con recursos del erario público (nuestro aporte impositivo) ejercen no sólo mal, sino ilícitamente, nuestro mandato ciudadano. El delincuente común no es más que un meritorio, un becario, un aprendiz de este Hood Robin Guinzburguiano que asalta al cándido que osa transitar sus feudos.

Radares y fotomultas

Pero a juzgar por el estado de rutas, Policía, escuelas y hospitales, el botín saqueado ni siquiera va a donde más se necesita; a lo sumo y a nivel federal, una parte drenará hacia la instrumentación de soviéticos Institutos y Ministerios, que a su vez servirán para seguir fagocitando la fuerza productiva.

Porque eso sí, en los últimos estertores de mi peregrinación virtual en pos de obtener una respuesta a mi descargo (que en cinco años nunca obtuve), por un acta de infracción absolutamente improcedente, arbitraria y onerosa, fui destratado con lenguaje inclusivo y perspectiva de género. Porque... Todos los piratas tienen / Un lorito que habla en francés / Al que relatan el glosario / De una historia que no es... (Donde dice “en francés”, léase “con la ‘e’”).

Si de algo sabe esta gente es de camuflar prioridades. Nuestros funcionarios progres autóctonos no sólo esparcen el virus de la corrección política y el victimismo agresivo copiado de sus colegas woke de la madre patria, sino que diseminan una variante más virulenta, más contagiosa, más letal. Porque España tiene resto para bancar modas y caprichos de la pequeña burguesía izquierdista, pero para un país devastado, nada más letal que postergar lo importante, lo imprescindible, para irritar los ojos de un pueblo desahuciado con esa ya famosa, hipócrita, puritana, absolutista y emocional cortina de humo. Un simple sondeo nacional iluminaría a estos burócratas acerca de qué necesita el pueblo, al menos, qué necesita con mayor celeridad. Vamos, ¿cuál es la urgencia del argentino? ¿Usted qué cree? ¿Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, para construir una sociedad más justa con todos, todas y todes? ¿Reforma judicial? ¿Liberar presos estigmatizados? ¿Lenguaje “inclusivo” en organismos oficiales? Me atrevo a sumar a la encuesta una opción delirante y antojadiza: “Gestión honesta y respuesta real a problemas reales”.

No se ilusione: nunca se hará tal plebiscito, porque una democracia más directa sería disfuncional a los intereses del poder factual.

¿Y quién se ríe mucho de nuestro autóctono Social justice warrior State, y por propiedad transitiva, de nosotros? El “kapo” que ante el congestionamiento de tránsito se manda por la banquina, el que raspa la patente trasera o le pone cintitas rojas “contra la envidia”; el que “arregla” con el amigote del Registro; el que baja a 40 km/h donde sabe que hay cámaras, y levanta a 190 km/h donde sabe que no hay; el que quema el coche en un baldío para cobrar el seguro. A ese le encanta que el Estado se ocupe de “urgencias” como cursos de masculinidades y patriarcado para obtener la licencia de conducir.

Y claro, cómo no se va a reír el granuja de baja calaña, si el tránsfuga del poder sobreactúa inclusión mientras tiene al personal doméstico en no-blanco.

El que ya no ríe es el atropellado por el imbécil que pasó en rojo. Como tampoco ríe el asesinado en ocasión de robo; o el viejo que necesita vacunarse pero que no tiene vacuna porque se la “hizo” un inclusivo joven amigo del Poder con perspectiva degenerada.

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Volviendo a mi supuesta contravención vial, al desahogar mi bronca con otras personas, mi sorpresa fue grande al enterarme de que casi todos habían sido víctimas del mismo atropello por lo menos una vez, y que después de raides similares, consiguieron como mucho una quita en el monto de la pena, concluyendo vencidos que no había manera de hacer valer sus derechos ciudadanos. Sus derechos humanos. Parece ser que un patotero, en este caso llamado “Dirección Provincial de Política y Seguridad Vial - Ministerio de Infraestructura y Servicios Públicos” (aunque tienen muchos nombres rimbombantes y andan al acecho), puede venir de mala manera, como un punga, como un matón barrabrava, como un sindicalista corrupto y violento, como un abusón, y quitarnos el dinero del almuerzo, y de la cena, y del almuerzo del día siguiente, y del otro; y nosotros, inermes, no podemos hacer nada que no sea más gravoso aún que el propio latrocinio.

En mi caso, el corsario me ojea de refilón y con sorna ante mi clamor de inocencia; se acomoda el parche, afila el garfio, y sin dirigirme la palabra, acude a su artimaña más artera: la toma de rehenes. En marzo del veintiuno, cinco años después del asalto, me pide rescate: recibo mensaje de quien me compró el auto cuatro años atrás, y que a su vez quiere ahora venderlo. Manifiesta que al pedir el libre deuda para la transferencia... ¡Zárate!

Inentendible, porque cuando transferí el auto se ingresó al trámite un certificado de libre deuda limpio. Sin embargo, el acta de infracción no sólo no prescribió, sino que quintuplicó su monto inicial. ¡Comprar deuda en fotomultas parece una inversión rentable! Y por supuesto, mi fatigoso descargo jamás tuvo respuesta.

En Argentina se ha naturalizado tanto el robo, el timo, el apriete, el carpetazo, el escrache, el pillaje, la rapiña, el saqueo, la intrusión, el abandono, la vendetta, la violencia y la muerte; y se ha deteriorado tanto el valor de la palabra, que se hace muy difícil esquivar la metástasis y salvar algún órgano. Todo está tomado. Literalmente, vivíamos en una cleptocracia y hemos descendido a la cacocracia, infestada de nepotismo, peculado, clientelismo y corrupción extrema.

 Argentina se ha naturalizado tanto el robo, el timo, el apriete, el carpetazo, el escrache, el pillaje

Y ojo, no soy de los que creen que todos los políticos son lo mismo: sé que muchos son honestos y hacen lo que pueden con toda esta mugre. Pero gran parte de la sociedad política argentina está corrompida por el triste ejemplo mutuo y en espejo entre malos gobernantes y malos ciudadanos. Los funcionarios que nos desfalcan con multas injustas siguen existiendo por la lógica de “recomprar” nuestro estéreo en la calle Libertad: recompramos representantes que sabemos ilícitos o inmorales pero que nos dan alguna prebenda. Y esa acción de apariencia inocua, tiene un alto costo: la corrupción a veces es indirecta, nunca es unilateral, pero siempre, indefectiblemente, impacta en un inocente. O en varios.

Vencido por un sistema perverso y delincuencial, y para evitar que se haga cargo el comprador del auto, mientras un Estado filibustero lo tiene agarrado del cuello, abro mi billetera y entrego mi dinero al forajido. Un día más en este manantial de riqueza para vivillos y matones. Bastaría echar un vistazo a los índices de percepción de corrupción de Transparency International para saber que no es precisamente en Dinamarca donde algo huele mal. Muy mal.