Cuando busca su unidad en la oposición a gobiernos no peronistas de distinta naturaleza y signo político –militares o civiles, democráticos o autoritarios–, el sindicalismo encuentra referencias históricas contemporáneas en cuatro congresos que trazaron caminos sobre los que transitaría el movimiento obrero: el de 1957, en La Falda, y el de 1962, en Huerta Grande, de los que saldrían los dos documentos que llevan el nombre de esas ciudades cordobesas; el de 1968, del que se desprenderían dos CGT, la de Azopardo y la de Paseo Colón (la CGT de los Argentinos) con su Documento del 1° de Mayo frente a la dictadura de Onganía, y 1986, en el que se aprobarían los 26 Puntos de la CGT, durante la presidencia de Raúl Alfonsín.
Los primeros tres fueron durante los años de la proscripción del peronismo y tuvieron sus figuras legendarias y liderazgos emblemáticos: Amado Olmos, Augusto Vandor, Raimundo Ongaro y Agustín Tosco, entre los de primera línea. Luego de las protestas en tiempos de dictadura, las que se desarrollaron más adelante encontraron también al sindicalismo frente al poder político, con documentos de fuerte tono crítico y postulados combativos.
Allí se plantearon exigencias de cambios estructurales y reivindicaciones de vasto alcance que fueron más allá de las políticas que el peronismo llevó a cabo cuando fue gobierno y sirvieron para galvanizar la confrontación con los planes económicos de Frondizi, Illia y Alfonsín. El resultado de esa tensión no fue bueno para nadie: unos y otros salieron perdiendo, y las políticas que siguieron sus sucesores afectaron aún más a los trabajadores. Aquí, un breve racconto de esos momentos claves de la historia sindical cuyo hilo conductor fue la convocatoria a congresos que debieron enfrentar el desafío de la unidad en la conducción y las estrategias a seguir frente a los respectivos gobiernos.
La Falda. A fines de agosto de 1957, un último intento de la denominada Revolución Libertadora de desarticular la hegemonía peronista en la conducción de los gremios dará origen a su resurgimiento. De aquel congreso normalizador de la CGT participaron 669 delegados, representantes de 97 organizaciones gremiales que aglutinaban a casi dos millones y medio de afiliados. Las alusiones directas al gobierno de Perón, derrocado en 1955, se sumaban al reclamo de retornar a la “Declaración de principios que encabezaba los estatutos de la vieja CGT, embarcada en una indiscutida tesitura revolucionaria”.
La vinculación indisoluble entre la central obrera y el peronismo había quedado sellada en el congreso de la CGT de abril de 1950, cuando se aprobaron las modificaciones al preámbulo estatutario y se hizo explícita la “peronización” del movimiento obrero organizado. En aquel congreso del 50 se había aprobado también “la eliminación en los puestos de dirección de elementos comunistas y perturbadores”, autorizando a la central sindical a intervenir a los gremios, lo que no aparecía en el viejo estatuto de 1936. Pero tras la caída de Perón, con el sindicalismo nuevamente en el llano y el inicio de la resistencia peronista, las cosas habían cambiado: peronistas y comunistas volvían a estar cerca. Y, momentáneamente, del mismo lado de las trincheras.
Del congreso del 57 surgirán tres grandes agrupamientos: Las 62 Organizaciones, que iría asumiendo la representación sindical del peronismo, los 32 gremios democráticos (antiperonistas) y el MUCS, con 19 gremios de orientación comunista e independientes. Los peronistas y las izquierdas sellan una alianza y logran el fracaso de los planes oficiales, pero luego seguirán distintos caminos.
En octubre de 1957, en La Falda (Córdoba), la única regional de la CGT que logró salir de la intervención oficial decretada en el 55 organiza un Plenario Nacional de Delegaciones Regionales y aprueba un documento programático que define mucho más ampliamente el rol político del movimiento obrero asumiendo una clara posición antiimperialista. El Programa de La Falda, en cuya elaboración participaron dirigentes peronistas como José Alonso, Eleuterio Cardoso y José Rucci junto a comunistas como Vicente Marischi, proponía, entre otras cosas:
◆ En lo económico, planificación estatal y nacionalización de los sectores básicos, defensa de las economías regionales, reforma agraria y desarrollo de la industria pesada, integración latinoamericana.
◆ En lo social: control obrero de la producción y distribución de la riqueza y “control popular” de precios.
◆ En lo político: “Elaboración de un plan político, económico y social que reconozca la preeminencia del movimiento obrero, a través de su participación hegemónica en la confección y dirección del mismo”; “Fortalecimiento del Estado Nacional popular, tendiente a lograr la destrucción de los sectores oligárquicos antinacionales y sus aliados extranjeros, y teniendo presente que la clase trabajadora es la única fuerza argentina que representa en sus intereses los anhelos del país mismo, a lo que se agrega su unidad de planteamientos, de lucha y fortaleza”.
Con estos postulados se llevaron adelante las huelgas y protestas con tomas de fábricas contra la política económica de Arturo Frondizi, que caerá por un golpe militar, en marzo del 62, acusado de favorecer al comunismo.
Huerta Grande. En junio de 1962, reunidas en Huerta Grande, Las 62 Organizaciones radicalizan los contenidos de sus reivindicaciones. Este programa continuaba la línea del de La Falda, y en diez puntos propone: 1) Establecer un sistema bancario estatal y centralizado; 2) Implantar el control estatal sobre el comercio exterior; 3) Nacionalizar los sectores claves de la economía: siderurgia, electricidad, petróleo y frigoríficos; 4) Prohibir toda exportación directa o indirecta de capitales; 5) Desconocer los compromisos financieros del país, firmados a espaldas del pueblo; 6) Prohibir toda importación competitiva con nuestra producción; 7) Expropiar a la oligarquía terrateniente sin ningún tipo de compensación; 8) Implantar el control obrero sobre la producción; 9) Abolir el secreto comercial y fiscalizar rigurosamente las sociedades comerciales; 10) Planificar el esfuerzo productivo en función de los intereses de la Nación y el Pueblo Argentino, fijando líneas de prioridades y estableciendo topes mínimos y máximos de producción.
Amado Olmos, de la Sanidad, y Andrés Framini, de los textiles, lideraron este plenario que fijaría una línea referencial para lo que se asumiría como un sindicalismo combativo. Con estos contenidos, en enero de 1963, se realiza el Congreso Normalizador de la CGT con la presencia de 818 delegados que representan a un centenar de organizaciones, encabezados por José Alonso como secretario general. Se integra allí un secretariado cuyos cargos son ocupados en mitades por peronistas e independientes. Y se aprueba un nuevo Plan de Lucha que se titula: “El cambio total de las estructuras económicas”.
Los programas de La Falda y Huerta Grande serán retomados por la CGT de los Argentinos, en 1968, como fuentes de la plataforma programática del sindicalismo combativo, en cuyo Documento del 1° de Mayo puede leerse que “la clase trabajadora argentina no reprueba una forma determinada del capitalismo: las cuestiona a todas”. Lo que se enfrentaba, en este caso era la dictadura presidida por el general Onganía, que caería en junio de 1970, meses después de los sucesos del Cordobazo, de mayo del 69.
Los 26 Puntos. En junio de 1985, el presidente Alfonsín anunció una política de shock antiinflacionario para estabilizar la economía, con cambio de moneda incluido, que se conoció como el Plan Austral. La central sindical, liderada por Saúl Ubaldini, ya estaba embarcada en un plan de lucha contra las políticas del gobierno radical.
En julio de 1985, la CGT aprobó una alternativa de oposición al plan económico del gobierno y contra el FMI, al que se considera responsable directo de las políticas de ajuste. Se denominó Programa de los 26 Puntos, con demandas que iban desde aumento de salarios, política de pleno empleo, créditos para la industria, participación en las cajas de previsión y aumentos a jubilados hasta la nacionalización de los depósitos bancarios y una reforma educativa en todos los niveles “a fin de alcanzar una conciencia nacional independiente”. Eran reclamos que se inscribían en líneas generales similares a las del legendario Plenario de Regionales de La Falda en 1957 (que había reunido a peronistas y comunistas) y al Plan de Huerta Grande, en 1962, con protagonismo exclusivo del peronismo a través de Las 62 Organizaciones.
El 7 de noviembre de 1986 se realizó el Congreso Normalizador de la CGT, el primero desde 1975. Participaron 1.478 delegados, representando a alrededor de cuatro millones de trabajadores sindicalizados, pertenecientes a ciento cincuenta y seis sindicatos. Los cambios producidos en la Argentina y el mundo habían sido enormes, por lo tanto era de esperar un debate de análisis y balance de ese período y de los tiempos que se aproximaban. En los seis años del gobierno radical se realizarán casi cuatro mil huelgas sectoriales y trece paros generales. Y el regreso del peronismo al gobierno, con Carlos Menem en la presidencia, poco o nada tendría que ver con los 26 Puntos que fueran punta de lanza desde la oposición.
(*) Periodistas e historiadores, autores de "La lucha continúa. 200 años de historia sindical en la Argentina".