“La restitución abre el camino a poder resolver temas importantes, porque el tema de la verdad sobre la identidad no es sólo una cuestión ética, sino que implica algo importante para la constitución de la vida psíquica. Cuando los chicos tienen que guardar secretos familiares frecuentemente tienen problemas escolares, porque hay algo que no se debe saber y queda desplazado a otra escena”, ejemplifica la psiquiatra Kordon.
“El discurso alienatorio que estos chicos, hoy adultos, tuvieron durante su apropiación genera un traumatismo que puede llevar años superar, en algunos casos con heridas irreparables. Pero cada persona tiene su propio modo de ir elaborándolo. Quienes fueron adoptados de buena fe en esa época tienen condiciones más favorables para procesar la situación, porque los apropiadores no estuvieron relacionados con los asesinatos y las desapariciones de sus padres. Siempre es un proceso complejo, hay que hacer todo un proceso de encontrarse con otra realidad, pero no con que quienes los criaron estuvieron involucrados. Una vez que se produce la recuperación de la identidad, hay una crisis porque es recuperar la historia, un proceso complejo de recuperar los afectos, tener que plantarse toda la vida desde otra perspectiva. Y hay que atravesar un período complejo de crisis, encuentros y desencuentros hasta que se va resolviendo”, cierra Kordon.