Las elecciones de medio término son un rasgo distintivo del ciclo político argentino. En general, y salvo algunas excepciones, los partidos y candidatos de los presidentes suelen perder caudal y, algunas veces, bancas en las cámaras de diputados y senadores. Sucedió en las elecciones del 85 y el 87 bajo la presidencia de Raúl Alfonsín, en las elecciones del 91 y el 93 y en las del 97 durante la presidencia de Carlos Menem, y en las elecciones de 2009 y 2013, durante la reciente presidencia de Cristina Fernández. Obviamente, para nuestra memoria selectiva la más contundente fue la elección de medio término de 2001, durante la presidencia de Fernando de la Rúa. En primer lugar, este tipo de elecciones tiene mezcla de efectos nacionales y provinciales. Por un lado el gobierno en ejercicio plebiscita su gestión y desempeño, pero sin un candidato nacional único como sucede en la elección presidencial. Por el otro, los armados de listas y candidaturas se mezclan con las dinámicas provinciales, más heterogéneas. En segundo lugar, el sistema electoral hace lo suyo: son elecciones provinciales en las cuales se reparten en forma medianamente proporcional los escaños en disputa que favorecen la dispersión del voto entre más alternativas que las elecciones presidenciales y, desde luego, que la segunda vuelta. Un capitulo aparte son las provincias que eligen gobernador (Corrientes y Santiago del Estero) y en menor medida las ocho que eligen senadores nacionales, que dada la centralidad del cargo en disputa tienden a generar un efecto de concentración del voto a escala provincial, pero menor desde luego que las elecciones presidenciales.
Enmarcado en estos patrones del contexto político e institucional, comienza un año crítico para el presidente Mauricio Macri y la coalición electoral que lo sustenta. De aquí a octubre faltan nueve meses y poco más y ni siquiera hay candidatos definidos ni alianzas establecidas, incluida Cambiemos, por cierto. Pero en nuestro tracking mensual de Ipsos Public Affairs decidimos comenzar a hacer un balance de activos y pasivos de cara a este proceso. Para ello venimos realizando mensualmente una encuesta en nuestro panel on line Ipsos, a Hombres y Mujeres entre 16 y 55 años de todos los NSE, residentes en todas las regiones del país. El total de la muestra es de 1.000, con un margen de error de +-4% para un nivel de confianza del 95%.
El oficialismo. Al no existir candidatos aún definidos, y como señalamos tampoco alianzas electorales establecidas, no preguntamos aún por intención del voto. En cambio, estimamos la imagen de algunos políticos nacionales que, de acuerdo con su impronta, vamos incluyendo a lo largo del tracking. Comenzando con el oficialismo, hay que destacar que sus dos principales dirigentes gozan de una buena consideración en la opinión pública. La estrella ascendente de María Eugenia Vidal, luego de un año al frente de la problemática provincia de Buenos Aires, es el dato descollante en términos de imagen: con una imagen positiva del 56% y una negativa del 29% es la política que de lejos mide mejor (tanto entre los oficialistas como los opositores). Desde luego, su cargo le impide participar como candidata en la contienda de este año, pero quien sea el candidato del oficialismo en provincia de Buenos Aires, desde luego podría verse favorecido con su respaldo. Incluso el Presidente, si bien la opinión pública aún le es favorable, con un 52% de imagen positiva y un 39% de negativa, se beneficia de la imagen de la gobernadora. Otro asunto es el gabinete, en efecto, que ha sufrido la erosión del desempeño. En ningún caso la opinión positiva de los ministros conocidos supera la negativa. Claramente, los dos más cuestionados son la ministra de Seguridad, Patricia Bullrrich, y el ministro de Energía, Juan José Aranguren, ambos con carteras que no despiertan satisfacción en la opinión pública. Por último, hay que destacar que la oscilante aliada Elisa Carrió, al menos en el presente, también goza de una imagen favorable.
La oposición. Del lado de la oposición las cosas son más difíciles de ponderar al no existir al menos un punto que aglutine a los diferentes referentes. Así las cosas, Margarita Stolbizer parece calar hondo en el electorado. Con un 50% de imagen positiva y un 28% de negativa, es la política de la oposición con mejor ubicada, seguida de su socio, Sergio Massa, quien en los últimos meses sufrió un deterioro en su imagen pasando del 52% positivo en octubre, y el 48% en noviembre, a un 35% en nuestras últimas mediciones. Probablemente, y esto es sólo una hipótesis, los cambios en la estrategia del líder del Frente Renovador tuvieron consecuencias inmediatas en la percepción de la opinión pública. El caso de Martín Lousteau es más difícil de evaluar, considerándolo como aliado del Gobierno a nivel nacional, pero como opositor dentro de los límites de CABA. Aun así, el ex embajador de Argentina en los EE.UU. goza de una importante imagen positiva del 42% y una negativa del 44%.
Del lado del justicialismo/kirchnerismo/poskirchnerismo, la derrota electoral de 2015, las acusaciones de corrupción y las fuertes disputas entre sus principales dirigentes no ayudan a perfilar a una figura valorada positivamente por la opinión pública en sentido amplio y capaz de aglutinar al conjunto en torno a sí. El silencio de Florencio Randazzo, pese a los pedidos del grupo Esmeralda para que se convierta en un jugador electoral en la provincia de Buenos Aires, se materializa en un 30% del electorado que dice no conocerlo o no sabe qué opinar, lo cual no le permite invertir su 33% de imagen positiva y 38% de imagen negativa. Hay mucho potencial en su figura. Tampoco parecen despuntar referentes como el gobernador Juan Manuel Urtubey y el ex gobernador José Manuel de la Sota. Por otra parte, el ex gobernador Daniel Scioli y la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner siguen siendo el foco de referencia para el sector más duro del kirchnerismo, con una imagen positiva que ronda el 26% (oscila más menos 5 puntos), pero una imagen adversa difícil de revertir del 62%. En otras palabras, y como señaló hace poco un viejo conocedor de la política bonaerense: “Tienen un piso alto y firme, pero un techo muy bajo”.
Creencias. Si bien estos números son producto del comportamiento, las estrategias y el cuidado de las apariciones públicas de los políticos en forma individual, también están constreñidos por un conjunto de creencias y percepciones acerca de cómo se configura la realidad que circunda a cada ciudadano. Pensemos, como mínimo, en el desempeño de la economía y de las potenciales explicaciones que el público encuentra para entenderla. El 77% de los entrevistados considera que la situación económica del país es mala o muy mala (el 23% considera que es buena), al mismo tiempo que un 43% considera que la situación del país está peor que hace un año y sólo un cuarto de la población considera que está mejor. La opinión sobre el presente del país es negativa del mismo modo que lo es en retrospectiva. No obstante, el 44% tiene expectativas positivas respecto de que la situación va a mejorar en el futuro (un 23% considera que las cosas seguirán igual, mientras que un 29% tiene expectativas negativas). Bajo este contexto crítico con el presente, pero optimista con el futuro, las opiniones se dividen en igual proporción respecto del rumbo económico que el Presidente está llevando: un 40% considera que el rumbo es correcto, mientras que un 39% considera que el rumbo es equivocado.
Así las cosas, ¿cómo explica uno que exista percepción negativa de la economía y de la situación del país y que ello no afecte la valoración y la imagen que el electorado tiene sobre el Presidente y la gobernadora de Buenos Aires? Al menos por ahora parece funcionar la promesa de mejoría futura o expectativas positivas. Pero también hay un factor retrospectivo que parece operar fuertemente: mientras el 32% considera que el responsable de la situación es el gobierno actual, un 56% de los entrevistados le imputa la responsabilidad al gobierno anterior.
Las intenciones hoy. Si bien, como se ha señalado, aún no hay precandidatos identificados ni alianzas electorales establecidas es difícil tratar de indagar cómo se convertirán esas percepciones en votos constantes y sonantes. Y, por cierto, luego de un año como 2016, estimar intención de voto resulta como mínimo incómodo para la profesión. Hecho el descargo, no obstante, y para tener una idea acerca de la estructura de partida de las preferencias preguntamos a los encuestados por sus intenciones electorales en términos de oficialismo y oposición: un 42% nos respondió que lo hará por la lista de los candidatos del oficialismo (candidatos del partido u alianza que respalde al Presidente) un 30% que lo hará por la lista de candidatos de algún partido de la oposición, mientras que un 28% aún no sabe.
*Dr. en Ciencia Política, director de Ipsos Public Affairs.