ESPECTACULOS
teatro

Cuando el femicidio tenía otro nombre

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Machos. Las autoras estrenaron En casa de Nora (izq.), acerca de la violencia doméstica. Señalan el hito de Alicia Múñiz a manos de Carlos Monzón, reflejada en la serie de Space (der.). | cedoc

Que las mujeres mueren a manos de sus hombres, más que los hombres de las mujeres, forma parte de la historia del mundo. En el principio, el nombre que llevaba era de “crimen pasional”, una especie de bolsa adonde caían muy distintos móviles. Iban allí dentro los celos, el adulterio real o imaginario, el hartazgo, el crimen a sangre fría del cazafortunas, la violencia desmedida del sádico. Y si el crimen estaba justificado porque el adulterio era probado, el asesino podía ser sobreseído. En general, el asesino era absuelto o pagaba una pena menor; asesinar parecía ser un mal menor al lado de ser cornudo. La cosa se ponía espesa de verdad, si en vez de matar a la esposa, tenía la ocurrencia de matar al amante de la mujer. En general, durante la Edad Media, el marido cornudo se limitaba a pedir al amante un resarcimiento por la violación de su propiedad privada, vale decir, la esposa, igual que si el tipo le hubiera robado o herido una vaca. Fuera de los lances de honor, el duelo, por ejemplo, un hombre que mataba a otro hombre siempre tenía un tufillo oscuro. Que alguien hubiera cometido un crimen pasional, tenía además, un dejo poético, y como tal se volvía materia de novelas y cuentos, y de todo tipo de ensoñaciones románticas. Recién con el nacimiento del género policial, o de la prensa amarillista, ya entrado el siglo XX, el interés en este tipo de historias fue el macabro.

Y siendo el arte imitador de la vida, las obras de teatro y la literatura no dejó de reflejarlas. Aunque propias de la novela, el adulterio como principal motivo del crimen pasional escapó al teatro. Mondo y Lirondo aparecen en Otelo, escrita por William Shakespeare en 1603. Pero ya estaban en la figura de Paolo y Francesca en el Inferno del Dante, en 1307. Carmen, la novela de Merimée de 1845, de la que nació una ópera, incluía el crimen de la protagonista a manos del amante despechado –porque no solo los maridos matan, y si no, que vayan a contarlo a Felicitas Guerrero– y Woyzek, la obra del alemán Georg Büchner (escrita en 1836, pero representada por primera vez en 1913), donde un marido un poco desquiciado asesina por celos a su amada esposa. La literatura del siglo XIX nos dejó una Madame Bovary que se suicida y una Anna Karenina que también lo hace; –ambas novelas llegaron a los tribunales con la acusación de pornográficas–, porque ponían en primer plano el deseo de las mujeres fuera del matrimonio. Habría que preguntarse si esos suicidios, lo mismo que el de Marilyn Monroe en 1962 o el de la poeta Sylvia Plath en 1963, no son un modo de femicidio indirecto. Tolstoi volvió al crimen pasional en La sonata a Kreutzer en 1889, donde un loco celoso persigue a su mujer, y conforma un texto más sobre el asunto. Estando el femicidio en la agenda del día, raramente hay un año donde no haya una publicación literaria o teatral sobre el asunto, pero tanto la Nora ibseniana y cuartetera que presentamos con Adriana Tursi este sábado en el Teatro Tadrón, a la Alicia Muñiz de la serie Monzón que acaba de terminar su emisión en canal Space, hablan de femicidios en un tiempo en que el patriarcado los llamaba de otro modo, crímenes del corazón, como si hubieran estado pergeñados por la pluma de Corín Tellado y no dieran cuenta de la opresión de un género y de la violencia machista.

Respecto a este tema en la cartelera actual, son muchas las voces que se levantaron en el teatro estos últimos años en contra de la violencia de género. Sin ir más lejos del 28 al 30 de noviembre se realizará el IV Festival Nacional de Teatro sobe violencia de género. Organizado por el Centro Cultural Ricardo Rojas, la Facultad de Filosofía y Letras y el Instituto de Artes del Espectáculo de la UBA. El propósito del Festival y tomo estas palabras de su página “es sumar el recurso teatral a la lucha contra la violencia hacia las mujeres. Como vehículo de comunicación, el teatro sirve para denunciar y promover el debate”. Según comentaron las organizadoras este año se presentaron más de ochenta proyectos, eso nos habla de la necesidad que hay de poner la problemática en el centro de la escena. Nosotras, además, formamos parte de La colectiva de autoras, somos hoy más de doscientas mujeres, en su mayoría dramaturgas.  Nos consta que muchas están avocadas a trabajar sobre este tema y la necesidad de generar conciencia. Nosotras sabemos que, como dramaturgas podemos seguir repitiendo modelos establecidos o dedicarnos a la construcción de nuevos paradigmas. Volviendo a En casa de Nora, nosotras partimos de una evidencia, hoy para muchas mujeres salir al encuentro de su propia identidad y realizarse como mujeres, implica perder la vida. Nora puede ser esa mujer en la provincia de Córdoba, como la planteamos, pero también la de un country en la provincia de Buenos Aires o en un departamento en Mar del Plata. Estamos seguras de que como espectadoras, las mujeres argentinas se encontrarán en nuestra obra con aquellas historias silenciadas de las páginas policiales de los diarios y que deben de una vez, decirse en voz alta.

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*Autoras de En casa de Nora. (Funciones: sábados a las 21.30 en Tadrón Teatro).