Línea 137 se estrena en la web Cine.Ar y en Cine.Ar TV y su directora, Lucía Vassallo, que ya había dirigido La cárcel del fin del mundo, entiende que quizás no haya mejor momento que ahora para el estreno de un documental que busca contar la violencia doméstica desde la perspectiva de personas que trabajan en la línea de denuncia gratuita (que funciona en Buenos Aires, Chaco y Misiones; en otros lugares funciona la línea 144). Ella misma lo deja bien en claro: “Amo la pantalla grande y el encuentro con la gente. Pero la película pide que se empiece a mostrar, porque con esto del encierro obligatorio crecieron un montón los casos de violencia. De hecho, hubo que sacar un permiso especial para mujeres en situación de riesgo. Era necesario sacarla a través de estas plataformas. Dejé de especular con lo que tiene que ver más conmigo, los festivales y el estreno en sala, y que prevaleciera más lo que tiene que ver con un servicio, con la película siendo una herramienta contra la violencia patriarcal”.
—¿Cómo trabajaron el documental considerando la crudeza de meterse en determinadas situaciones de violencia de género?
—La idea nace de un guion de Marta Dillon, una investigación que ya había hecho sobre la línea 137, que es el programa que se llama Las víctimas contra la violencia, generado desde el Ministerio de Justicia. Marta, para Las Doce, ya había estado en contacto con su creadora, Eva Giberti, y las operadoras de la línea. Me gustaba el hecho de poder difundir este trabajo tan importante y tan silencioso en esta época, en la que todo el mundo está tratando de hablar y poniéndole voz a este tema. Hay violencia de género desde siempre, y desde hace cuatro o cinco años en Argentina se está poniendo voz a ese tema. El documental quería apoyar esa ola que se estaba gestando.
—Te pregunto por el trabajo de campo…
—Fue un rodaje muy atípico. Una vez que sabíamos que íbamos a poder filmarlo, tuve que empezar a ir a las comisarías que tenían una línea 137 que hacía guardias. Al igual que la 144, reciben llamadas de todo el país, tratan de resolver la situación.
—Hay una crudeza cuidada para mostrar las situaciones de violencia.
—Ya desde el guion, Marta lo había planteado. Y nosotros nunca lo dudamos. No queríamos victimizar más de lo que ya estaban victimizadas. No queríamos mostrar de más. Una cosa es leer sobre esto, y otra fue encontrar a las protagonistas que quisieran prestarse a este documental (hablo de los operadores y las operadoras de la línea). Era un tema. La productora al mismo tiempo conseguía los permisos en las instituciones, la policía, los juzgados, la oficina de violencia doméstica, y así. Es muy difícil entrar con cámaras y micrófonos a esos lugares. Se consiguieron autorizaciones hasta un determinado punto.
—¿Cómo fue el rodaje puntual?
—Filmé cinco semanas, pero a lo largo de todo un año. Tenía que reacomodarme yo, y también el equipo. Hubo gente que se fue bajando. Éramos un equipo pequeño, para pasar inadvertidos. Pasó que gente me pidió bajarse porque no se bancaba la exposición de este rodaje. Yo los entendí. Nosotros no somos psicólogos y no estamos acostumbrados a meternos en esas situaciones. Fue un poco ensayo y error el rodaje.