El famoso pianista Antonio De Raco, alumno del legendario Vincenzo Scaramuzza, originó una familia con la también pianista Elizabeth Westerkamp. La hija de la pareja, Lyl, consagró su carrera musical a la enseñanza del piano a niños, metodología que también transmitió a sus hijos, ambos pianistas, Karin Lechner y Sergio Tiempo, cuyos hijos ¡también tocan el piano! Natasha Binder, de 17 años, hija de Karin, ya tiene una carrera internacional; y Mila, hija de Sergio, de 6 años, estudia con Lyl desde los 3.
Cuatro generaciones –que motivaron un concierto a cuatro pianos en el Teatro Colón en 2011, sobre el que se hizo un documental– y seis artistas que ruedan por el mundo sobre las teclas blancas y negras, a los que se suma la inclinación musical de sus respectivas parejas. Pero Sergio Tiempo matiza la posibilidad de que se trate de un fenómeno: “En mi familia siempre fue totalmente normal que todo el mundo hiciera música. Mi mamá daba unas cien clases por semana. Para nosotros, lo raro era la gente que no hacía música. Nosotros sólo veíamos eso. Que sea un fenómeno de algún modo me entristece. Sería feliz si todas las familias fueran musicales, no para que todos necesariamente se dediquen a ella, pero sí para que la música sea parte de la vida cotidiana. La música es casi una necesidad básica del ser humano”. Quien esto dice salió de Bélgica, donde reside desde los 6 años –ahora tiene 45–, y está en Buenos Aires, para brindar un concierto en el Colón mañana a las 17, junto a la Orquesta Estable del Teatro Colón, dirigida por Isaac Karabtchevsky. El programa contendrá la Sinfonía Nº 1 Titán, de Gustav Mahler, y el Concierto para piano y orquesta Nº 3 de Sergei Rachmaninov, “medio legendario, con fama de ser difícil; incluso aparece en la película Shine (Claroscuro), sobre la vida de David Helfgott. Musicalmente tiene temas melodiosos, a pesar de sus miles de notas”.
—¿La dedicación al piano deja espacio para otras cosas, como la familia, el mundo?
—Por supuesto que sí. Es importante vivir y tener experiencias de toda clase, para poder tener algo que decir. El instrumento no es más que un vehículo para comunicar; puede ser piano, chelo, la voz, el cuerpo… Lo importante es lo que uno dice con ese instrumento. Soy, primero que nada, un ser humano, como cualquier otro, y vivo con las mismas limitaciones y disfrutes de la mayoría. Tengo que ir a hacer las compras, hacer la comida y ocuparme de una mujer y dos hijos, que tengo que ir a buscar al colegio; todo eso implica estar en contacto con la realidad, política y económica. En Bélgica, por ejemplo, el tema del terrorismo estuvo muy vigente; tuvimos un atentado importante; hay una presencia militar en la calle que no existía antes, pero desde un punto de vista objetivo no ha cambiado realmente nada. Vivimos en una época con acceso a tanta información que, cuanto más terrible es, más éxito tiene. Eso da lugar a ciertas elecciones políticas.
Gelber, Argerich y Barenboim
Sergio Tiempo pertenece a una generación más joven que la de los grandes pianistas argentinos como Bruno Gelber, Martha Argerich y Daniel Barenboim, pero los conoce bien, aunque aclara que de ninguna manera se pondría al mismo nivel de ellos, “porque les tengo tanto, tanto, tanto respeto y admiración que no quisiera disminuirlos a ellos de alguna manera”.
Sobre Gelber: “Tiene una profundidad, una capacidad de transmisión y un intensidad como muy pocos. Es muy impresionante, muy visceral”.
Sobre Argerich: “La conozco desde que nací. En Bruselas fuimos vecinos; nuestras casas están pegadas. Fue una especie de segunda madre para mí. Estudié con ella, toqué para ella, toqué con ella. Siempre fue mi mayor inspiración musical. No importa cuántos millones de veces haya tocado una pieza: cada vez la prepara como si fuera la primera, y le busca cosas nuevas, la trabaja con tanto amor… y hasta el último minuto. Por eso creo que ha cancelado tanto también. Mucha gente cree que es por caprichosa nomás, pero en realidad es por perfeccionista. Si no está del todo segura de que lo que va a hacer es exactamente todo lo que ella puede, entonces no le gusta”.
Sobre Barenboim: “Daniel, en cambio, es una especie de cerebro fuera de serie, una capacidad sin límites, una inteligencia suprema. Una especie de bulimia musical: más que ahondar en una [parte de la] obra, prefiere hacer toda la obra. Conoce toda la música que existe. Es como una enciclopedia con patas”.