Es como si mezclaras Día de entrenamiento con El Señor de los anillos. Es un drama policial en Los Angeles, pero como si las criaturas de El Hobbit llegaran al mundo moderno”, dijo Will Smith acerca de Bright, la película que desde ayer está disponible en Netflix, dirigida por David Ayer (realizador de Suicide Squad y guionista del primer film que mencionó el ex Men in Black) y que protagoniza junto a Joel Edgerton. La declaración que el actor diera en su intervención en la enorme Comic Con de San Pablo, podría ser recibida como un acierto si ese mundo de orcos, elfos, hadas y humanos conviviera con coherencia en el film, pero lamentablemente nada de eso sucede. Entonces, la mistura pasa a ser un malgasto de recursos en las casi dos horas que el espectador debe permanecer frente a la pantalla.
Bright intenta tocar temas profundos manipulando lugares comunes y algo de ciencia ficción, que reparte en una primera mitad con diálogos extensos por lo redundantes entre el oficial Scott Ward (Will Smith) y su compañero, el orco Nick Jakobi (Joel Edgerton). Se amaga con hablar de violencia policial, racismo, con ponerse críticos con los poderosos elfos y mostrarnos su mundo de riquezas y malicia, pero se quedan a mitad de camino, al igual que las dosis de humor que siempre llegan a destiempo. La segunda mitad del largometraje se centra en la protección de una joven elfo y su reliquia, ambicionada por otros elfos, policías corruptos, pandillas y orcos. El enfrentamiento de especies transcurre entre balaceras y explosiones, para concluir en un final entre edulcorado e insólito.
Pero Smith no lo ve así. Para él, el film explora de manera interesante cómo tratamos a las personas: “Necesitamos tratarnos mejor. Así que abordar esta amistad que se desarrolla entre estos dos policías es como una luz en el desierto”. Además, afirma que sabe “lo que es que nos asalten y moleste la policía; por eso, estar en el otro lado y ver qué pasa por la mente de alguien que protege a la gente fue muy interesante. Así que antes del rodaje salí a patrullar con tres policías reales: un mexicano y dos negros. Uno de ellos me dijo que era muy difícil ser un policía negro porque los demás policías lo y emiraban como negro y los negros lo miraban como a un policía y no lo querían. De allí salieron muchas ideas para mí respecto a saber sobre esa relación entre la policía y la gente”.
La explicación de por qué el gigante del streaming y uno de los actores más taquilleros del mundo se expusieron a esto (de hecho Smith pidió por una segunda parte), tal vez haya que buscarla en la urgencia que tienen los de Ted Sarandos en conseguir contenidos originales que fortalezcan a la compañía ante la inminente caída de acuerdos con algunas de las grandes empresas cinematográficas. Hasta ahora, la fórmula de traer actores taquilleros como Adam Sandler, Brad Pitt y el propio Smith a la plataforma digital en base a deuda (en octubre colocó 1.600 millones de dólares en bonos para financiar la producción) generó grandes gastos, pero no consiguió productos destacables fuera del mundo de las series, salvo The Meyerowitz Stories.
En días donde Disney se quedó con Fox y por ende con la mayoría de Hulu, uno de los más importantes proveedores de servicios OTT en Estados Unidos, cabe recordar que esta lucha por una varita mágica entre seres fantásticos y humanos costó alrededor de cien millones de dólares (de los cuales la mitad habría ido a salarios y más de tres millones al guión de Max Landis, el hijo de John, director de Blues Brothers y Hombre Lobo Americano). Para tener una idea de números, The Irishman, el dilatado pero ambicioso as en la manga que tiene el plan de negocios de Netflix (con Martin Scorsese a la cabeza, Robert De Niro, Al Pacino y Joe Pesci, entre otros) tiene a la fecha un gasto estimado de 125 millones.
Bright se queda en máscaras y se embarra en argumentos que no avanzan. Además, es la última demostración de 2017 de que no todo lo que brilla es oro, aunque cueste como tal.
*El viaje a San Pablo fue por invitación de Netflix.