Cuando se dice el nombre de Lino Patalano se asocia con el teatro Maipo, Mercedes Sosa, Julio Bocca, Niní Marshall, Norma Aleandro, Les Luthiers o las giras de Ricardo Darín por España. Es el empresario que estuvo y está detrás de cada uno y de muchos más. Como si no le alcanzara compartir la dirección artística del Maipo y estar a cargo de la del complejo Roxy-Radio City de Mar del Plata durante todo el año, ahora suma un nuevo espacio, en el corazón de San Telmo: Cástor y Pólux (Tacuarí 955).
Dice: “Estoy dándole una mano a mi pareja (Gustavo Benavídez) y armo lo que me divierte para ese espacio. El nombre se lo puso él. Cástor y Pólux eran en la mitología griega y luego romana gemelos, uno mortal y otro inmortal. A pedido de Pólux, su padre (Zeus) hacía que viva un día uno y otro. A mí se me ocurrieron otros nombres, cuando tuve los café concert como El gallo cojo y La gallina embarazada, por eso a la productora le había puesto Gallinero S.R.L”. Y agrega como filosofía de vida: “Para mí no hay fracaso cuando uno hace lo que le gusta”.
Enumera con el humor que lo caracteriza: “Me operé la columna dos veces, tuve problemas en un brazo, me hicieron un tratamiento en el hígado, me quitaron un riñón, me caí hace veinte días y me abrí la frente. Los médicos dicen que soy Frankenstein, ya que salgo caminando. No me privé de nada. Y ahora lo estoy pagando con mi cuerpo”.
—¿Por qué esta necesidad de gestionar espacios teatrales?
—Me divierte este lugar, porque se acerca a los café concert. Siento que es mágico, además el Maipo Cabaret está cerrado, ya que lo habilitaron sólo para cincuenta espectadores y no podemos hacer nada. Los espectáculos que tenía pensado estrenar ahí, en principio los haremos aquí. Por ejemplo, en agosto va a debutar Andrés Ini con Pavo real, para septiembre Los Amados están preparando Gardel y Lepera. Para marzo del próximo año proyecto Señorita Gloria que hizo Marilú Marini y ahora lo interpretará Alejandra Radano. Es lo que me divierte. Además estoy con Les Luthiers y Ricardo Darín, sin olvidar al Maipo donde va muy bien Come from away y Shrek, el musical.
—¿Cuánto cuesta hoy producir un espectáculo?
—No hay precio. Estoy armando con Los Amados la producción del próximo show y es muy difícil. Nunca me fijé, me gusta algo y me tiro a la pileta. Las cuentas las hago al final. Me fundo y vuelvo.
—¿Cómo ves la actividad teatral en estos momentos?
—Muy bien. Veo espectáculos muy interesantes en la cartelera. Estamos vendiendo más entradas que en el 2019, que no es poco. Pero los precios de las localidades son muy bajos en comparación con los costos de producción. Tenemos muy buenas noticias: el espacio Timbre 4 de Claudio Tolcachir cumple veinte años. Hay una conducta en las nuevas generaciones de teatro. Llevé a El equilibrista de Mauricio Dayub a España e Israel, próximamente irán Dalia (Gutmann) y Sebastián (Wainraich) a Miami.
—¿Seguís mantenido las dos salas en Mar del Plata?
—Continuo como director artístico, pero no soy más el dueño. Hay una realidad, cumplí setenta y seis años y lo que me divierte es salir y hacer espectáculos nuevos. No me es fácil, pero hay que asumirlo. Lo de Mar del Plata era una esclavitud. Como el caso del Maipo, vendí el paquete grande del teatro a Enrique Piñeyro y a Carla (Calabrese), sino hubiera tenido que rematar mi casa. Vamos a estrenar después de quince años un nuevo espectáculo con Les Luthiers: Más tropiezos de Mastropiero. Hago más de lo que debo.
—¿Cómo explicás el éxito de nuestros actores en España?
—Son muchísimos. Con los actores argentinos pasa lo mismo que con los bailarines y con los pintores. Aquí vinieron refugiados de la revolución rusa, de la guerra civil española y expulsados de Mussolini. Siempre llegó lo mejor de la cultura mundial. Se los recibió muy bien, finalmente la mezcla de todo hizo un estilo propio y único.
—¿Qué va a pasar con el espectáculo Mi abuela, la loca con Norma Aleandro?
—Norma empezó a ensayar pero cuando subió al escenario no le daba el aire, porque estuvo casi tres años inmóvil. El médico le dijo que debía recuperar las fuerzas del cuerpo. No aceptó actuar en silla de ruedas. Ahora está haciendo ejercicios y no descartamos que lo hagamos en el verano. Ella quiere estar bien. Me dijo: “No puedo hacer una obra donde digan pobre vieja. No tenés que permitírmelo”.
—Sos miembro de la Asociación Argentina de Empresarios Teatrales y Musicales (AADET): ¿Qué balance hacés?
—Nosotros mantuvimos a todos los empleados en los teatros. Es lo menos que podés hacer, aunque en otros trabajos no lo hicieron. Y en cuanto pudimos abrir decidimos levantar el telón, aunque la capacidad fuese del 30%. Sabíamos que íbamos a pérdida, pero preferimos perder con público que sin él. No queríamos que se olvidaran del rito de ir al teatro. Podemos discutir en la Asociación pero cuando hay que pelearla lo hacemos todos juntos. En España hay cinco asociaciones distintas de productores, guerrean siempre entre ellos y no consiguen unirse como nosotros.
—¿Te falta cumplir algún sueño?
—El que tengo no lo podré cumplir: que venga Barbra Streisand, ya que una adivina le predijo que si venía al sur se iba a morir. Pude traer a Liza Minnelli, Marlene Dietrich, el American Ballet, el Ballet Nacional de España y a Philip Glass. No es poco.