ESPECTACULOS
Sobreabundancia de policiales

Un crimen que siempre tarda trece capítulos en resolverse

En todas las plataformas, la tele abierta con Morir de amor, HBO, Netflix o Amazon el menú confirma una tendencia que no frena. Las series criminales son estrellas, pero ya agotan. Las nórdicas, y de Sharp Objects a Riverdale, clásicas y antiguas, el plato fuerte.

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Éxito. Sharp Objects (foto) y Killing Eve. Series donde se transgrede la ley y donde las mujeres les dan un giro a los tics del género. | cedoc

En nuestro país, nuevamente de forma torpe, le decimos “policial” a cualquier serie donde el crimen y/o la transgresión a la ley generen un relato donde lo marginal, donde vivir por fuera de los límites, define el norte de los personajes protagonistas. Pero el real misterio vendría siendo: ¿por qué incluso en una época de sobreabundancia de series, los policiales se llevan gran parte de las ficciones en esta edad dorada de las series? ¿Por qué no podemos frenar la fascinación frente al “¿quién fue el asesino?”

La lista de ejemplos de esta tendencia podría llenar esta nota sin que sea necesario siquiera usar verbos: la reciente Morir de amor (con Griselda Sciliani y emitida en Telefe y Flow) posee pasos de thriller y de crimen de investigación, o series como Trauma, Greyzone o Innocent (por OnDirecTV) que recorren diferentes niveles sociales para encontrar siempre a una persona común que decide investigar una muerte (que cuya irresolución no lo deja dormir)o series donde se borran las fronteras y la presencia del elemento criminal alteran rutinas tanto de detectives como de personas normales. Y es una lista que podría incluir sin titubeos títulos como: Ozark, la comedia The Good Cop, Pacto de Sangre, Seven Seconds, La Mantis, Karppi, Safe, Collateral, y Juegos Sagrados (todas éstas en Netflix y emitidas en este 2018). Incluso series como Elite, 13 Reasons Why o Riverdale, cuya principal característica es que han sido estilizadas para un público adolescente, han hecho del “¿quién es el asesino?” su columna vertebral. El crimen es, sin dudas, la real iteración de la teoría de la copa desbordada.  

Y esta lista por completar no cubre ni remotamente el espectro de las series donde averiguar quién fue el asesino es rutina desde hace literalmente décadas y en cada uno de sus episodios. Algo que sucede en shows como Mentes criminales (que va a comenzar el 19 de noviembre su temporada 14º), NCIS: Criminología naval, Hawai 5-0, NCIS Nueva Orleans, Elementary o la reina de las series de policías, La ley y el orden. Pero hablar de estas series, más vieja escuela e intencionalmente clásicas, permite dilucidar ese instante, ese centímetro de diferencia, que define al “policial” actual versus modos más tradicionales. De hecho, Gustavo Malajovich, autor de la novela El jardín de bronce (adaptada por él y otro guionista para ser una serie original de HBO –que actualmente graba su segunda temporada), deja en claro lo que hace rato la clasificación de “policial” no cubre: “El rotulo ‘policial’ es un poco limitado en cuanto al espectro de las historias que se cuentan en el mundo de las series en la actualidad. Le diría género ‘criminal’, o ‘de transgresión’. Principalmente porque siempre tiene que ver con el cruce de la frontera de lo legal, más allá del investigar o del policía como figura central. Es ese cruce lo que se cuenta en forma serializada y es lo que es atrayente. Las personas que pasan el límite legal, de Breaking Bad a Ozark, están contando historias que son fuertes representaciones de la posibilidad universal de ir al otro lado, de tantear nuestro lado oscuro.”

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Poliladron. Lo cierto es que “policial”, o, mejor dicho, el género “criminal” reina. Se lo puede ver en Un gallo para Esculapio 2, destilado, o puro en series como la reciente Sharp Objects, de HBO y con Amy Adams. Sus formas, desde el whodunnit hasta modos noir como la voz en off, siguen vigentes, sean reciclados (series como Mindhunter, Happy!, Dark, Happy Valley) o sean leídos desde geografías distintas (allí están clásicos recientes escandinavos como El puente, Those Who Kill, Department Q, Bordertown, la siempre reciclada The Killing, Beck, Wallander, Borgen o Sorjonen –en Netflix–. Y decir que ha sido revigorizado en la actualidad, en estos años recientes, es ignorar que desde el asesinato de Laura Palmer en la primera Twin Peaks o el intento por averiguar quién le disparó a J.R. en Dallas el gancho narrativo de un crimen a resolver genera una adicción como pocas. Claudia Piñeiro, autora de Las viudas de los jueves y Betibú –entre otros relatos que han traducido el policial con lucidez a nuestra idiosincrasia, tiene su teoría: “Es el género que más cuenta ha dado de la sociedad. Claro que lo que sucede en una serie filmada en Finlandia no tiene mucho que ver con nuestra idiosincrasia. Pero sí tiene que ver la violencia allí presente y otras cuestiones. Una de las claves del fenómeno es que son series que tienen trama y tienen una trama con mucho suspenso. El suspenso que se genera de un episodio a otro es clave.”

La realidad muerde. Así como en Mentes criminales se atrapa a un psicópata distinto episodio a episodio, a través de dilucidar conductas siguiendo pistas y como en The Sinner (Netflix) se generó una inversión de la norma para deconstruir el relato (entender porqué una persona normal asesina a alguien en plena luz del día), hay series que prefieren jugar con la realidad y su cercanía. Podemos hablar de True Detective, presta a volver desde enero, de The Night Of… (también de HBO) o la reciente Sharp Objects, donde Amy Adams lograba darle forma al personaje más interesante del año como una reportera con problemas personales que quería resolver el asesinato de dos niñas. Uno podría leer en esta sobreabundancia una especie de pereza, de comodín que todo lo vale así hablemos de series como Line Of Duty (Flow), El mecanismo o Marcella (Netflix). Pero es Piñeiro quien da perfectamente en el clavo que se ancla en el zeitgeist de este instante y el porqué del policial como género dominante: “El universo de las series lo que hizo de interesante es generar la posibilidad de seguir a detectives muy disruptivos del modelo tradicional. Detectives y fiscales ahora, porque termina siendo una junta entre esas dos cosas. Series como Seven Seconds, donde un personaje de color de clase alta y alcohólica es parte de la investigación, por ejemplo, dejan en claro que el atractivo se basa en la construcción del detective, de quién investiga. Una serie como la inglesa The River hace algo así en su protagonista. Yo como espectadora las veo más para ver cómo se desenvuelven esos detectives que por el crimen.” No es difícil que esa oración no pueda leerse a la luz, por ejemplo, de hitos que han construido la popularidad del género: el Sherlock de Benedict Cumberbatch, de Dexter, de Veronica Mars, de Hannibal, y así el panteón de investigadores o criminales. O las dos cosas.

La lista no se frena. ¿Ha llegado el genero a un agotamiento? Ya sea que hablemos de clásicos o series recientes como las suecas Jordskott, Innocently Convicted, The Hunters, The Hypnotist, The Bridge, o las inglesas Whitechapel y Broadchurch (o Shetland, o Hinterland, o Top of The Lake), ya hay mucho visto. Pero la verdad es que las series policiales han logrado instalarse en el calendario y no parecen tener límite. Quizás sean los detectives, o sus versiones distintas, quizás es más fácil procesar cierta violencia desde el sillón de casa. Lo cierto es que la llegada con éxito en el 2018 de shows como FBI, Killing Eve, Hard Sun, Innocent, A Very English Scandal, Wisting, The Cry, American Crime Story (que no para de cosechar saludos), Save Me y el regreso de Luther dejan en claro que no hay ficción popular hoy día como el crimen no resuelto.

 


 

Stop killing

Un crimen misterioso o la desaparición de un niño. Un bosque que esconde algo más que la oscuridad. Una pareja de policías que vive las 24 horas pendiente del caso y descuida a su familia, al borde de perderla. Esa historia de amor incompatible y colateral que siempre hipnotiza a los amantes de las viejas novelas del mediodía. La fórmula se repite hasta el hartazgo como si fuera la clave del éxito asegurado.

Trapped, The Killing, Safe, La Mantis, El bosque, Sorjonen, La Tréve, Karppi, Bajo sospecha, Borderliner, The Sinner. La lista de las series policíacas que repiten esa regla “infalible” es larguísima. Interminable. Pero la abundancia, muchas veces, genera el efecto contrario y lleva a que los defensores más acérrimos del género salgan a la caza de nuevas historias que no chorreen sangre.  

La búsqueda no será fácil. Se necesita tiempo, paciencia y algo de información porque la oferta no está a la vista.

Probablemente, los entendidos no coincidan con esta columna porque para ellos el carácter repetitivo del formato se traduce en prestigio y dinero, y con eso alcanza y sobra. Pero que sepan algo: los que amamos el policial puro también nos aburrimos. A veces es necesario –y hasta una obligación– retomar una vieja temporada de Friends o buscar un refresco en los mejores capítulos de Black Mirror para no caer en la sobredosis de un formato que se produce y traduce en todos los idiomas.  

*Leonardo Nieva. Editor de policiales de Perfil.