Tras una semana de negociaciones y amenazas de guerra, Estados Unidos y Rusia llegaron ayer a un acuerdo en Ginebra que le da a Damasco una semana para presentar una lista de sus armas químicas y prevé que su destrucción culminará antes de mediados de 2014. Si Siria no cumple con esas medidas, las Naciones Unidas autorizarían el uso de la fuerza. Así, Washington y Moscú expresaron “su determinación conjunta para garantizar la destrucción del programa de armas químicas sirio cuanto antes y del modo más seguro”.
Según la negociación, el régimen sirio se someterá a la inspección internación de la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ). “Logramos hacer una estimación conjunta de la cantidad y el tipo de armas químicas que posee el régimen de Assad y nos comprometimos a que la comunidad internacional tome el control de esas armas”, dijo el secretario de Estado norteamericano John Kerry, tras tres días de negociaciones con su homólogo ruso Serguei Lavrov. Siria tendría 45 instalaciones relacionadas con el programa de armas químicas, en las que almacenaría mil toneladas de esas sustancias.
Sin embargo, el acuerdo tiene varias dificultades, ya que la destrucción total de las armas químicas podrían llevar mucho tiempo –de hecho Estados Unidos comenzó a desarmarse en 1997 y culminará, según sus previsiones, en 2023–.
Por otro lado, la comunidad internacional mira con recelo a Al Assad, que se negaba a entregar sus arsenales porque argumentaba que necesitaba defenderse de Israel, que posee armas nucleares. Quien ayer marcó esa desconfianza fue Kerry, que aseguró que “ahora el mundo espera que el régimen de Al Assad esté a la altura de sus promesas”.
Por su parte, Lavrov afirmó que el Consejo de Seguridad de la ONU reaccionará si Siria no cumple sus compromisos. “En caso de que no se respeten las exigencias de la Convención para la Prohibición de las Armas Químicas o de utilización de armas químicas por parte de cualquiera que sea, el Consejo de Seguridad tomará medidas en el marco del capítulo 7 de la carta de las Naciones Unidas”, aseveró ayer el funcionario del gobierno de Vladimir Putin.
El acuerdo entre la Casa Blanca y el Kremlin despertó voces a favor y en contra. “La administración de Obama terminó en una mejor posición sobre Siria de lo que parecía posible días atrás.
El presidente fue sabio en aceptar la oferta rusa para remover y eventualmente destruir el arsenal de armas químicas”, escribió en The Washington Post el analista internacional Fareed Zakaria.
En cambio, el neoconservador Charles Krauthammer, ideólogo del gobierno de George W. Bush, cuestionó que la Casa Blanca haya aceptado el plan de Moscú. “A Putin no le importan las armas químicas. Tampoco los niños sirios muertos. A él le importa mantener a Bashar Al Assad
en el poder. Assad es la pieza clave en el frente chiíta antioccidental que va desde Teherán y Damasco a Beirut en el Mediterráneo –donde está la base militar rusa de Tartus–. Ese eje desafía al Medio Oriente sunnita pro norteamericano (Jordania, Yemen, el Golfo Arábigo e incluso los estados del Norte de Africa)”, consideró en el mismo diario estadounidense.