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opinión

Alemania: el riesgo de un Weimar 2.0

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Chau mami. Con la salida de Merkel, a la que no es necesario siquiera mostrar, el país entra en una nueva era política después de 16 años. | cedoc

Para cualquier lector que no esté al tanto de la política cotidiana alemana y de su historia, lo acontecido la semana pasada permite una interpretación muy simple: Angela Merkel deja el poder. Por primera vez desde 2005, la Unión Demócrata Cristiana (o CDU) y su hermano menor (conservador y católico) de Baviera, la Unión Social Cristiana (o CSU), no serán la primera fuerza en el Bundestag, sino que lo será el Partido Social Demócrata (la SPD), con el actual vicecanciller Olaf Scholz al frente. 

Sin embargo, el cambio que deja esta elección impone una realidad inédita en Alemania desde el período de entreguerras, conocido popularmente como República de Weimar: la elevada fragmentación partidaria hace necesaria la conformación de coaliciones más amplias para que el nuevo gobierno sea sostenible en el corto plazo.

El sistema partidario alemán ha mutado desde los años 80. En la ciencia política, históricamente se lo concibió como un “caso de manual”, titulado como sistema de dos partidos y medio. Dos grandes actores, la CDU y el SPD, dominaron el sistema por más de 30 años, y un tercer actor (el liberal Partido Democrático Libre, o FDP) actuaba como fiel de la balanza, formando coaliciones con alguno de los primeros, moderando su agenda. Excepcionalmente podían surgir gobiernos de “gran coalición”, es decir, integrando a la CDU y al SPD. También era extraño, pero posible, que la segunda fuerza, usualmente socialdemócratas, encabezara el gobierno.

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Sin embargo, en los años 80 emergen Los Verdes como actor relevante, que en los años 90 ingresarán por primera vez a un gobierno de coalición, reduciendo el peso relativo de los liberales. A esto hay que sumarle la caída del Muro de Berlín y la reunificación alemana y, con ella, la aparición de nuevas demandas en el sistema político, y de un grupo de izquierda, el PDS -heredero del viejo partido comunista del este-, al cuál se sumará un grupo disidente del SPD, formando la actual fuerza de izquierda Die Linke. Los dos partidos y medio ya eran cinco, y las coaliciones tienen que ampliarse.

En el 2005, la CDU triunfa con Merkel, pero ninguno de los bloques políticos preexistentes (democristianos y liberales contra socialdemócratas y verdes) puede formar mayorías. Con la excepción del período 2009-2013, Merkel se sostuvo en el gobierno sobre “grandes coaliciones” entre la CDU y el SPD, dejando en la oposición a las fuerzas menores. Esto les otorgó a liberales, verdes y a la izquierda mayor visibilidad y relevancia. La competencia empieza a correrse del centro hacia los extremos. Y en este contexto, en el año 2013, Alternativa por Alemania, partido antisistema y “populista de derecha” queda levemente por debajo del umbral de ingreso al Bundestag. En 2017 ya serán la tercera fuerza. 

El sistema partidario alemán ya tiene oposiciones bilaterales: partidos a la izquierda y a la derecha del sistema, en una postura de oposición, y contraria al status quo. La novedad de esta elección es que, aunque la “gran coalición” es matemáticamente posible, ambos partidos centrales (SPD y CDU) se han comprometido públicamente a no conformar una. Esto forzaría a una situación inédita a nivel nacional en la Alemania de postguerra, pero con profusa trayectoria a nivel subnacional: una coalición de gobierno de tres miembros. Ante la insuficiencia en términos matemáticos de poder conformar una coalición de izquierdas, y la vocación del sistema de ejercer un “cordón sanitario” contra Alternativa por Alemania, las dos primeras fuerzas solo tienen una opción: conformar una coalición que incluya tanto a verdes como a liberales. 

Tras la primera semana de negociaciones, los líderes de estas dos terceras fuerzas han procurado buscar acuerdos entre ellos. Los Verdes, encerrados en una pelea interna por el peso que las medidas ambientalistas debieran tener en el programa de gobierno, buscan la realización de medidas intervencionistas para cambiar la matriz energética. Los liberales, en cambio, buscan recortar el aparato del Estado, con énfasis en el control de las cuentas públicas. Explorar los puntos de acuerdo entre ambos partidos parece una tarea ardua, por lo que el proceso de negociación será, casi sin dudas, extenso. 

La evolución reciente del sistema de partidos alemán, combinado con el peso que han adquirido terceras fuerzas, hace que el sistema ya no sea predecible. Los partidos políticos pueden evaluar el costo de integrar una coalición cediendo a intereses colectivos, o bien privilegiar la búsqueda de repetición de elecciones para consolidar su posición. Esto implicaría abrir las puertas a una eventual mayor fragmentación. Si la dirigencia alemana no logra encontrar consensos, y no puede explicarle al electorado su importancia, corre el riesgo de ingresar a una repetición -matizada- del esquema de la República de Weimar: la alta fragmentación combinada con las dificultades para formar coaliciones sustentables lleva a gobiernos efímeros. Está en manos de la clase dirigente alemana evitarlo.

*Politólogo y docente (UCA/USAL/Untref) y especialista asociado del Centro de Estudios Internacionales de la UCA. @ferdsardou.