En su edición de ayer "El Diario" , publicación en español de la ciudad de Nueva York, se refirió a la historia de los loros de Edgewater. " Hasta allí llegaron estos ejemplares de "monk parrots", con una mala fama de destruir las cosechas agrícolas y repitiendo tal vez algunas palabras en español y del lunfardo argentino", dice la nota, firmada por Eduardo Avendaño.
"Desde el año 1971, Nueva Jersey los colocó en una lista de especie potencialmente peligrosa y su existencia se hizo tan difícil como el de cualquier otro inmigrante que se cuela burlando los controles", cuenta Alison Evans-Fragale, una residente de Edgewater que ha lanzado una campaña de protección de estas aves, señalando que que mantienen el segundo vocabulario más rico del mundo, superado únicamente por una especie procedente de Africa.
Hay que decir que además de ruido y nidos, no han hecho nada "peligroso". "Eso lo usaban los agricultores en Argentina con el fin de hacer un reclamo al seguro y conseguir dinero del gobierno", explica Evans-Fragale. "Son monógamos, fieles a su pareja y mantienen cierta 'consciencia' en su reproducción", le contó a "El Diario" la activista de Edgewater.
Fragale trata, según dice, de conseguir la tarjeta de residencia (green card) para estas aves que entraron "ilegalmente". Para la mujer, la característica especial que tiene Edgewater podría ser la causa de que estos loros argentinos se hayan establecido allí.
"El agua cercana y el cerezo silvestre del que se alimentan pueden haber animado a estas aves a quedarse", agrega la mujer, que el último sábado de cada mes dirige una visita guiada en el Parque de Veteranos de Edgewater para enseñar las bondades de los "monk parrots", que tienen unos "primos" en el neoyorquino Brooklyn, los "Joisey Boids".
Pero no todos aman estos loros. Los incontables nidos en los postes de electricidad representan un serio problema para la empresa Public Service Electricity and Gas (PSE&G), cuyos técnicos realizan el mantenimiento y arrojan al piso los nidos conteniendo huevos y pichones.
"Hace tiempo hubo un incendio en un transformador y se lo atribuyeron a los nidos. Eso los hizo enemigos de la empresa eléctrica", relata Nancy Dickman, quien ha trabajado como repartidora de UPS en el área durante 21 años.
Sin embargo, PSE&G insiste en los problemas que causan los loros, y recuerda que su política "es mantener un medio libre de accidentes donde nadie resulte herido". Según la empresa, "los empleados de PSE&G, nuestro sindicato y líderes de la compañía están unidos en este compromiso de salud y seguridad".
Fragale prefiere hablar de los loros que de los postes. "Como ningún otro loro éstos construyen nidos y son muy organizados: simulan tener una sala, un comedor, un dormitorio y hasta un lugar para socializar con otros loros" , dice la activista, quien lucha para que se apruebe una ley estatal que saque a los "monk parrots" de la lista de "animales potencialmente peligrosos".
"Muchos vecinos se quejan por el tremendo ruido que hacen, sobre todo en las mañanas", explica Michael Fiore, administrador de la pizzería "Pizza on the Edge" frente al Parque de Veteranos, entre River Road y la Ruta 5. "Tenemos pizzas especiales como la 'parrot pie' (pizza loro), que es verde con espárragos y broccoli", agrega Fiore.
"La única queja que yo tengo es que me ensucian mi auto", agrega un cliente del establecimiento. "Pero ellos vinieron a Edgewater porque éste en un buen lugar para vivir", explica George Prifti, otro cliente de la pizzería.
Al cruzar la calle, Michel Schotanus, administrador del restaurante Salsa Mexican Cantina, asegura que ama a los loros "desde que tenía 9 años de edad". "Quienes los odia, agrega: "Son gente miserable que simplemente no ama a los animales, punto". Mientras tanto, Fragale espera que se apruebe la ley estatal que protejería una especie "de la cual los humanos tenemos mucho qué aprender".