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Ante la falta de TV, se enteraron de la masacre boca a boca

Amish: las contradicciones de vivir aislados

Cuando el mundo comentaba la masacre en una escuela de Pennsylvania, sus miembros se informaron de los detalles a través de contactos personales. THE GUARDIAN.

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Los amish intentan resguardar sus orgenes: viven como una comunidad agrcola del siglo XIX, sin autos, electricidad o Internet | Cedco

Pennsylvania, The Guardian - Entre medio de los millones de litros de tinta y las cientos de horas de televisión satelital dedicadas a cubrir la masacre del lunes pasado en una escuela rural de Nickel Mines, Pennsylvania, fueron los pequeños detalles los que sobresalieron y te obligaron a prestar atención.

El hecho de que la Policía tuvo que utilizar camionetas para transportar a los familiares de las víctimas hasta el hospital porque se negaban a subirse a un helicóptero.

La escena de madres preocupadísimas espiando por encima de las cabezas de los camarógrafos que filmaban una conferencia de prensa del jefe de Policía: mientras las imágenes estaban siendo emitidas en directo a Shangai, ellas tenían que estar ahí en persona porque en sus casas no hay televisión.

La complejidad adicional, al momento de identificar los cuerpos, porque las autoridades no tenían fotos contra las cuales contrastar los cadáveres.

En estas contradicciones de la comunidad Amish de Lancaster radica el hecho de que  lo ocurrido el lunes sean aún más difícil de procesar: por encima del horror que provoca la ejecución de cinco niñas por parte de un repartidor de leche, lo que ocurrió provoca espanto.

¿Como puede ser que en esta era digital, en la cual las noticias se transmiten a la velocidad de la luz a través de teléfonos celulares, palmtops y satélites, la gente que vivía a un par de kilómetros de la tragedia se enteraran por el boca en boca de lo que había hecho Charles Roberts después de sacar su 9 milímetros?, ¿Cómo puede ser que haya elegido vengarse por hechos que habrían ocurrido cuando tenía 12 años sobre un grupo de niñas de una comunidad cuya misma existencia es la antítesis del acto que cometió?

Los Amish son pacifistas. En tiempos de guerra, son objetores de conciencia, preparados para realizar tareas civiles, como hacer funcionar un cuartel de Bomberos, pero rechazando hacer nada que tenga que ver con lo militar.

La comunidad en la que Roberts llevó a cabo su asesinato, 80 kilómetros al oeste de Filadelfia, no tenía armas ni fuerza policial. En la tierra de la NRA (Asociación Nacional del Rifle) eso ya es bastante.

Cualquiera que se acuerde de “Testigo en Peligro”, la película filmada en 1985 y protagonizada por Harrison Ford en la cual un niño Amish es el único testigo de un asesinato, se puede imaginar a esta comunidad en el condado de Lancaster.

Sierras verdes manchadas con ganado, grandes galpones azotados por el clima, pequeñas casas sin adornos y pintadas de colores apagados. A todo esto hay que sumarle la “vestimenta simple”, como la llaman: ropa simple y hecha en casa, botones en vez de cierres, barbas para los hombres y el pelo largo para las mujeres, atado en el interior de las típicas capelinas.

Alrededor del 25 por ciento de la gente en la comunidad tiene el apellido Stoltfuz. Todo luce como lo que es: una comunidad de agricultores a fines del siglo XIX.

Entre las muchas malas representaciones de los Amish está el hecho de que son un grupo que se opone a la modernidad y se cierra al mundo. En realidad, son el producto del cambio, en muchos casos, dramático.

El surgimiento de los Amish de hoy es la consecuencia de muchos sismos.

Los Amish emigraron de Suiza a Pennsylvania alrededor de 1730 para aprovechar el beneficio que se ofrecía en ese momento de proteger a los miembros de religiones perseguidas.

La Vieja Orden, ancestros de las niñas asesinadas el lunes, surgió de una división del grupo originario a fines del siglo XIX. La separación era producto de la no aceptación de los adelantos tecnológicos que había traído consigo la revolución industrial.

La Vieja Orden quería tomar los elementos de la tecnología que pudiese adaptar a su interpretación literal de la Biblia.

“Es fácil tener una idea equivocada de los Amish”, dice Peter Seibert, presidente del Centro de Herencia del condado de Lancaster y externo a la comunidad.

“No levantan paredes entre ellos y el mundo sino que adaptan los elementos que quieren de nuestro mundo. Lo que pretenden es seguir siendo una comunidad agraria simple”, agregó.

Entonces no tienen electricidad, no porque la electricidad en sí misma sea mala, sino por el impacto negativo que juzgan que tendría sobre sus hogares. No tienen televisión, no porque sea intrínsecamente diabólica, sino porque no quieren que sus hijos sean expuestos a imágenes de contenido violento o sexual.

No tienen teléfonos en la casa, pero sí en los galpones adonde trabajan la madera. No tienen aparatos electrónicos, pero sí cajas registradoras o hasta laptops, una sutileza que se perdió en la relación que la comunidad tiene con el “mundo real”.

Todos los años, 4 millones de turistas visitan el condado de Lancaster para observar a los “extraterrestres”, como fueron descriptos en más de una oportunidad. Se pueden hacer tours del área y comprar artesanías hechas por los Amish.

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“No son muy respetuosos. Entran a las escuelas o las casas de la comunidad y asumen que están ahí como una atracción”, dice Stephen Scott, un investigador de la Universidad de Elizabethtown.

Pero la ironía es que son también los Amish los que se benefician con el espectáculo. Les puede molestar que los traten como animales de zoológico, pero también ganan mucha plata con el flujo de turistas, que usan para sostener a la comunidad.

Esta dualidad fue ilustrada más vividamente hace un par de años cuando un reality show mostró a un grupo de adolescentes Amish en el medio de Los Angeles. La fé de la comunidad podía adaptarse incluso eso: los jóvenes estaban pasando por la fase de “rumspringa”, el período que va desde el final de la escuela a los 14 años, y la entrada a la Iglesia a través del Bautismo alrededor de los 20 años.

El resultado, dice Siebert, es una comunidad que está creciendo. Más del 80 por ciento de los jóvenes que vive en el exterior de la comunidad durante el período de “rumspringa”, eventualmente vuelve a los 20.

Es más, el más difícil problema que afronta la comunidad en la actualidad resulta de la contradicción entre el aumento poblacional y la disminución de la tierra apta para la agricultura.

En vez de hacerse más chica, la comunidad se está expandiendo a estados como Kentucky o Wisconsin, adonde nunca antes habían llegado.

Pero todo esto no sirve de consuelo para los padres de las niñas que murieron en el tiroteo del lunes, ni para los familiares de las que todavía están graves. Cualquier consuelo tendrá que venir de la fé.

Seibert lo explica bien: “En nuestro mundo post post modernista, tenemos que encontrar una explicación para todo lo que nos pasa. Pero no es así como lo ven los Amish. Para ellos, esta es la voluntad de Dios, y punto. Nuestro mundo gira alrededor del individuo. El de ellos se basa en Dios y en la comunidad, en la vida mejor que llevarán una vez muertos. Es difícil para nosotros comprenderlo, pero es así”.

Traducción: Carolina Thibaud