Tres palacios, una de las mayores fortunas del Planeta, joyas indescriptibles y una historia de varios siglos son parte de la herencia que la reina Beatriz de Holanda dejará -nadie sabe cuándo- a su hijo Guillermo Alejandro y a su nuera, la argentina Máxima Zorreguieta, la más exuberante de las princesas europeas.
Hoy el 80 por ciento de los holandeses opina que Guillermo, con fama de juerguista y amante de la cerveza, ya maduró lo suficientemente como para asumir la responsabilidad. Y un 70 por ciento cree que debe hacerlo pronto. Sobre la fecha del cambio de mando, ni siquiera el primer ministro, Mark Rutte, puede adivinarla: "Solo hay una persona que decide sobre este tema y ella es la reina".
La incertidumbre entre los holandeses es grande: sus reyes no reinan hasta la muerte, sino que abdican, renuncian. Eso hicieron las reinas Guillermina -en 1962- y Juliana -en 1980-, y es lo que hará Beatriz. Pero nadie sabe cuándo, y la impaciencia crece, especialmente cada 30 de abril, día del aniversario de su coronación. Según los medios holandeses, Beatriz desea esperar a que se supere la crisis financiera para entregarle al nuevo monarca el país en buenas condiciones económicas.
Entre los indicios que apuntan a un inminente cambio en el trono está la finalización de las reformas del Castillo Drakensteyn, donde se supone que vivirá la reina Beatriz tras su retiro. Además, en Ámsterdam está todo listo. La renovación interna del Palacio del Dam, donde se realizaría la ceremonia de abdicación, está terminada, y sólo quedan trabajadores en la fachada del imponente edificio.
Máxima es hoy en día el miembro más querido de la Casa de Orange. Más de la mitad de los encuestados la sitúa en el primer lugar de la lista de popularidad, seguida por su suegra y su marido. Desde su presentación al pueblo holandés, hace 10 años, ya hablaba muy bien el holandés. Meses de clases intensivas la pusieron al día en todos los aspectos de la sociedad holandesa y hoy es una de las personas más informadas sobre temas sociales, culturales y financieros de Holanda.
Sobre su futuro empleo la princesa reflexiona: “Estaré codo con codo junto a mi marido cuando sea coronado rey, pero yo no ejerceré de jefa de Estado, seguiré siendo la misma de siempre”. Sin embargo, los observadores políticos coinciden en que no se conformará con ser la esposa del rey. “Todo el mundo tiene la convicción de que ella va a jugar un rol protagónico. No será una consorte de segunda categoría”, dice José Cepeda, director del departamento latinoamericano de Radio Nederlands.
La familia reside en Wasernaar, una casa de 600 m2 con terraza, biblioteca, piscina, jacuzzi y un bosque de varias hectáreas. Allí trabajan siete mujeres -entre secretarias y encargadas de peluquería y vestuario- y un batallón de cocineros, jardineros, choferes y niñeras. El matrimonio recibe del Estado unos 625.000 euros anuales a los que Máxima, como buena ama de casa, sabe sacarle provecho: incluso pudieron comprar una casa en Villa La Angostura por US$ 3,5 millones. Según la revista «Point de Vue», “sus súbditos le perdonan todo, incluso sus gastos más exagerados”.
Este año, el Parlamento aprobó la ley según la cual Máxima será reina cuando su esposo ascienda al trono, y es posible que sea designada Regente (reina en funciones) en caso de que Guillermo Alejandro muriera o perdiera sus facultades mentales antes de que su hija mayor cumpla los 18 años.
Parte de su preparación en cuestiones políticas y constitucionales, se debe a la enfermedad incurable que tiene su marido, una afección del sistema inmunológico llamada Besniec-Boec, que podría -en el caso de que se desarrollara- volverse contra su propio organismo y, además, provocar su incapacidad para reinar. Los síntomas de esta dolencia son: malestar general, junto con fiebres repentinas inicialmente inexplicables, así como problemas respiratorios, que se producen especialmente al realizar esfuerzos y por el estrés.
Su principal deber, dar descendencia a la dinastía, lo cumplió a la perfección: tres son las princesitas que hoy corren por los jardines de su casa -Amalia, Alexia y Ariana. Un diario holandés destaca: “Máxima es admirada porque inculca a las princesas valores como la solidaridad y la paz. De esta manera, Amalia tuvo que vaciar su alcancía para ayudar a las víctimas del terremoto en Haití”. La niña, futura reina, recibe un salario de 1,50 euros semanales.
La chica criada en Barrio Norte logró ganarse las simpatías y el respeto de los holandeses. Sin embargo, tuvo también sus tropiezos en su andadura pública. Como cuando en un discurso que pronunció en 2007 sobre la búsqueda de la identidad holandesa, afirmó: “Holanda es demasiado polifacética… El holandés no existe”. Sus palabras provocaron una tormenta de críticas de nacionalistas, políticos y hasta monárquicos holandeses. Durante el mismo discurso, Máxima afirmó también: “Como consuelo les puedo decir que el argentino tampoco existe”.
A pesar de que, hace diez años, Máxima decidió adquirir la nacionalidad holandesa, sigue siendo argentina de pura cepa y -pese a la oposición de algunos partidos políticos que rechazan la doble nacionalidad- conserva su pasaporte argentino ya que, conforme a nuestra legislación, no es posible renunciar a la nacionalidad. En consecuencia, en un futuro que parece muy cercano, Holanda tendrá una reina argentina, y católica, amante de la música de Mercedes Sosa y que habla castellano con sus hijas.
(*) Especial para Perfil.com