La residencia de los Al-Assad se encuentra sobre una colina al noroeste de Damasco, no muy lejos de algunos de los barrios donde hubo explosiones y enfrentamientos entre los rebeldes y las fuerzas del régimen. Por eso, desde el atentado del miércoles (que mató a varios de los más cercanos colaboradores de Al-Assad), ronda el rumor de que la primera dama se exilió en Moscú con sus tres hijos.
El “cuento de hadas” protagonizado por la bella Asma, desapareció hace rato. Los que esperaban que ella frenara los ímpetus dictatoriales de su marido, están absolutamente decepcionados, especialmente después de que dijera que “el Presidente es el Presidente de Siria y no de una facción, y la Primera Dama lo apoya en ese rol”. Fue entonces cuando la “Rosa del Desierto” dejó de encantar, y hasta la revista VOGUE -de la que era una estrella- retiró de su portal un perfil en el que la describía como “la más fresca y atrayente de las Primeras Damas, una rara combinación: una espigada belleza de piernas largas, con una mente analítica entrenada que se viste con ingenioso entendimiento”.
La primera dama, que antes embellecía varios espacios nacionales e internacionales, brilla hoy por una ausencia y un silencio que le hicieron ganar las críticas más duras que se dirigen al régimen de Assad. Para Andrew Tabler, del Instituto Washington para Política de Oriente Medio, “ella finalmente se quedó al lado de su hombre y seguirá con él”. Tabler sospecha que Asma está negando psicológicamente la violencia de su país: “A muchos se nos hace difícil creer que ella es cómplice. Ella hablaba tanto de reformas, que creo que se está engañando a sí misma. Hay dos caras en Asma: por una parte, ella quiere ser una mujer moderna, pero por la otra, desea ser una princesa”.
Los analistas internacionales miran con dudas el papel de influencia que Asma tuvo sobre su marido a lo largo del último año, durante el cual los enfrentamientos costaron la vida a más de 16.000 sirios, según la ONU. “Nadie puede decir a ciencia cierta lo que está pasando a puertas cerradas en el palacio, pero dudo de que ella sienta que tiene algún tipo de control o influencia sobre lo que hace su esposo”, opina Tabler. Lo realmente cierto es que la esposa de Bashar Al-Assad da la impresión de estar muy alejada de la sangrienta realidad.
Esta semana se supo que estuvo de compras por el barrio más caro de Londres, gastándo más de 300.000 euros en 130 productos de lujo. Según el diario británico MAIL ON SUNDAY, hizo pedidos de mesas, sofás, alfombras, candelabros, todos de “estilo otomano”, por más de 200.000 euros, en una de las más exclusivas boutiques de diseño de Chelsea. Necesitaba esos objetos para amueblar su residencia de verano en la ciudad costera de Latakia, a 200 kilómetros de Damasco.
Ahora nadie conoce su paradero, y se piensa que su desaparición es el primer signo de que se da por perdida la batalla de los Assad por el poder. Mientras tanto, la Unión Europea la sumó a la lista de personas cercanas y responsables en el sangriento régimen sirio y su suerte podría llegar a ser la misma que la de otras opulentas y autocráticas “dinastías” caídas en desgracia, como la de los Kadaffi (Libia), los Mubarak (Egipto), los Ben Alí (Túnez), los Marcos (Filipinas) o los Suharto (Indonesia).
(*) especial para Perfil.com