dpa/ap/afp
Desde Río de Janeiro
En Brasil, la alegría y el Carnaval conviven con la violencia. Los ataques de narcotraficantes contra sedes de la policía en las favelas de Río de Janeiro se multiplicaron en los últimos meses, cuando se registraron diez acciones violentas, que motivaron esta semana la renuncia de la jefa de la policía carioca. Aunque la violencia parece haberse salido de control, el gobierno niega que se trate de una crisis.
El viernes, un joven lanzó un cóctel molotov contra la Unidad de la Policía Pacificadora (UPP) de una barriada que forma parte del Complexo do Alemao, en la zona norte de Río. Frente a esa misma comisaría, hubo un tiroteo la semana pasada y a fines del año pasado fue asesinado un policía.
A principios de enero, hubo dos intensas balaceras en la favela Pavão-Pavãozinho, próxima a las playas de Copacabana, y la semana pasada se registró otro enfrentamiento armado en la Rocinha, la villa más poblada de la ciudad.
Las Unidades de la Policía Pacificadora comenzaron a ser instaladas por el gobierno de Río en 2008, para combatir el narcotráfico y garantizar la seguridad de la ciudad con miras a la Copa del Mundo de este año y las Olimpíadas de 2016.
Pero luego de un largo período de calma y repliegue de las organizaciones criminales, a fines de 2013 reaparecieron los grupos narcos, habiéndose registrado diez acciones violentas de importancia, además de varias escaramuzas menores, según un informe publicado ayer por la cadena Globo.
Ante la espiral de inseguridad, esta semana renunció a su cargo Marta Rocha, jefa de la Policía Civil, a cargo de la inteligencia en las favelas. La oficina de prensa de la policía divulgó una nota rechazando que las UPP estén atravesando una crisis.
Simultáneamente, los vecinos de algunas de las 700 favelas de la Cidade Maravilhosa expresaron su descontento con el comportamiento de los policías que actúan en esos barrios. Según una investigación judicial, una decena de uniformados habrían detenido en la Rocinha, torturado y desaparecido al albañil Amarildo de Souza el 14 de julio.
Ese caso desató una ola de protestas de habitantes de las favelas, a los que se sumaron estudiantes durante la visita del papa Francisco, en julio del año pasado, que obligó a una reestructuración de las autoridades policiales a cargo de las UPP, cuya cúpula fue obligada a renunciar.
A sólo cinco meses de que Río reciba a miles de turistas por el mundial de fútbol, y a dos años de que la ciudad sea sede de los Juegos Olímpicos, las comunidades de Pavão-Pavãozinho y Cantagalo se preparan para lo que creen que será el regreso de una lucha interna de décadas por el control de las favelas entre organizaciones armadas y la policía. Pero en los últimos años las autoridades señalaron esos barrios como ejemplos