No parece ser un buen momento para vivir en Australia. En las últimas semanas, fuertes lluvias e inundaciones golpearon parte del país, unas circunstancias que se suman a los graves incendios que desde hace semanas azotan al país. Junto a la impresionante ola de calor que vivió el país en los últimos meses, una lluvia de cenizas y tormentas de polvo, el paisaje australiano se volvió literalmente apocalíptico. La magnitud de lo sucedido es tal que, con ironía, muchos australianos se preguntan cuándo llegará la plaga de langostas.
El país vive un “verano negro”, dijo el primer ministro australiano, Scott Morrison. Desde el pasado mes de septiembre, provocados por las peores sequías que Australia vivió en su historia, poderosos incendios forestales vienen afectando principalmente a cuatro estados, calcinando más de 12 millones de hectáreas de terreno. En el plano monetario, el impacto de los incendios forestales en el turismo de Australia podría causar pérdidas por valor de hasta 3.000 millones de euros en el sector para finales de 2020, según un informe del Consejo de Exportación y Turismo de Australia.
Los fuegos destruyeron también casi el 80% de la región boscosa de las Montañas Azules, zona catalogada Patrimonio de la Humanidad, en el estado más afectado por el fuego. Además, acabaron con la vida de 33 personas, redujeron a cenizas unas 3.000 viviendas y provocaron la muerte de más de 1.250 millones de animales (incluyendo koalas, walabíes canguros y camellos salvajes, además de miles de aves, peces, ranas e insectos), lo que constituye un golpe tremendo al ecosistema de la isla.
30 imágenes impactantes de los feroces incendios que azotan a Australia
Los incendios forestales son un fenómeno que se repite con cierta frecuencia en Australia pero los científicos advirtieron de que la magnitud de los fuegos este verano no tiene precedentes. Los seis estados y los dos territoriores federales sufrieron incendios que se registraron en un periodo del año anterior al de los años precedentes.
Anteriormente, Australia puso nombres a los incendios forestales basándose en el día o en la localidad en la que se originaban las llamas, como el Jueves Negro de 1851, el Miércoles de Ceniza de 1983 y el Sábado Negro de 2009 pero nunca puso nombre a toda una temporada de incendios forestales, como sucedió ahora.
Los científicos alertan hoy que los incendios que azotaron Australia son una clara señal de lo que le espera al Planeta si la humanidad permite que las temperaturas sigan aumentando al peligroso ritmo actual. "Esto es lo que podemos esperar que pase si las temperaturas continúan aumentando y se sitúan 3 grados centígrados [por encima de los niveles preindustriales]", señaló Richard Betts, profesor de geografía de la Universidad de Exeter.
El calentamiento global propició el aumento en todo el mundo la frecuencia y la intensidad de las condiciones meteorológicas más propicias para los incendios forestales, según un análisis de 57 trabajos científicos distintos publicados recientemente. "Estamos viendo lo que serían las condiciones normales en un mundo con unas temperaturas de tres grados centígrados por encima del período preindustrial. Los incendios son una muestra de cómo podría ser el planeta en el futuro y nos ayuda a comprender lo que significa el cambio climático", advirtió Betts.
Lluvias, inundaciones, polvo y granizo
Ni los incendios ni las altas temperaturas se detuvieron la semana pasada cuando, con el país oscilando de forma desesperante de unas condiciones meteorológicas extremas a otro, la ciudad de Melbourne sufrió inundaciones repentinas mientras a escasos 200 kilómetros los incendios arrasaban comunidades remotas.
Al día siguiente llegó la lluvia a Sidney. En Nueva Gales del Sur, las duras condiciones climáticas generaron fuertes lluvias, vientos dañinos de hasta 90 kms/h, mareas demasiado altas e intensos oleajes de más de 15 metros, que se sumaron a las graves inundaciones que se produjeron en muchas zonas, según la Agencia de Meteorología australiana.
La tormenta Damien tocó tierra en la región de Dampier-Karathha, en la costa noroeste del país, catalogada como categoría 3 y provocó "vientos muy destructivos" con rachas de hasta 205km/h y "lluvias muy intensas", según la Agencia Meteorológica Australiana.
El lodo y la ceniza de los incendios forestales fueron arrastrados hasta ríos y canales matando a cientos de miles de peces autóctonos. Desprovista de pasto, arbustos y árboles por los incendios, la tierra no pudo impedir que se formaran inundaciones repentinas debido a las lluvias. En un parque de Sidney, las inundaciones elevaron el agua en el espacio de cocodrilos hasta un nivel en que los cuidadores se vieron obligados a enfrentarlos con escobas para que se alejaran de las orillas y volvieran al agua, informó The Guardian.
Por la fuerza del viento y las precipitaciones, los árboles cayeron y algunos tejados fueron arrancados y, cuando varias regiones aún no se habían recuperado de los efectos de la lluvia, fue el turno de una impresionante tormenta de polvo que azotó el oeste de Nueva Gales del Sur, un territorio afectado por la sequía, y dejó imágenes desoladoras. Ese mismo día enormes trozos de hielo, del tamaño de pelotas de golf, cayeron sobre Melbourne. Un día después la tormenta de granizo llegó a Canberra matando a cientos de murciélagos en un nuevo episodio de pérdida de biodiversidad.
DS