Dentro de una semana, Michelle Bachelet comenzará a marcar un camino: la ex presidenta chilena es la primera de una generación de líderes latinoamericanos que dejaron el poder con alta popularidad y pueden regresar. Tabaré Vázquez en Uruguay, Alvaro Uribe en Colombia y hasta Lula da Silva en Brasil podrían seguir sus pasos. El domingo próximo habrá elecciones presidenciales en Chile, y la única duda es si Bachelet ganará o no en primera vuelta.
Para evitar el ballottage, el ganador debe alcanzar el 50% de los sufragios. El Centro de Estudios Públicos (CEP) publicó que Bachelet tiene 46% de intención y que aún no alcanzó su techo, mientras que Ipsos le otorga un 35%. En cualquier caso, la diferencia con la candidata oficialista Evelyn Matthei es de dos dígitos, por lo que el triunfo de la ex jefa de Estado llegará tarde o temprano.
La alta popularidad de Bachelet contrasta con la mala imagen de la Concertación: según el CEP, la coalición política que le sirvió de sostén durante su gobierno tiene un 17% de aprobación. El primer desafío que enfrentará Bachelet cuando regrese al Palacio de la Moneda será el de repartir ministerios y cargos entre los desacreditados dirigentes tradicionales de la centroizquierda chilena.
La ex presidenta presentó un programa de gobierno que fue calificado de “giro a la izquierda” e “irresponsable” por el gobierno de Sebastián Piñera, cuyos funcionarios afirman que creará un clima de incertidumbre y alejará inversiones. Hacia el interior de Nueva Mayoría, el proyecto de Bachelet contentó a sectores como el Partido Comunista, pero también a la Democracia Cristiana, aunque con reservas por la propuesta de matrimonio entre personas del mismo sexo.
¿Cómo será el Chile de Bachelet? Su programa plantea una ambiciosa reforma educativa y promete enviar un proyecto de ley en los primeros cien días de mandato que incluya terminar con el lucro “en todo el sistema educativo” bajo la órbita del Estado. También se propone avanzar “en la gratuidad universal efectiva de la educación superior”.
Otro de sus ejes programáticos es la creación de una nueva Constitución para reemplazar la carta magna que rige desde la dictadura de Augusto Pinochet. El proceso se llevará a cabo en el Congreso y uno de los puntos más ásperos será la sustitución del sistema electoral binominal por uno de representación proporcional.
Además, se enviará al Parlamento un proyecto para la “despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo en caso de peligro de la vida de la madre, violación o inviabilidad del feto”, y se convocará a “un debate abierto” para avanzar hacia el matrimonio igualitario.
Con esas cartas, Bachelet quiere ser la primera “ex” en volver al juego.