Los países sudamericanos están acostumbrados a muchos problemas que los europeos no conocen, o conocen en versiones light. Con las demandas autonomistas sucede lo contrario: allá se consiguen en cantidad mientras que aquí escasean. En Bélgica, la discusión por el federalismo nunca parece desaparecer de la agenda política y en España, federalismo e independencia son temas fundamentales para cualquier Gobierno (por mencionar sólo dos países).
Visto así, es casi paradójico que Bolivia, el país del que el mundo habla hace más de dos años por tener el primer presidente indígena, sea el que más sufre este "problema europeo". Existe, sin embargo, una diferencia entre las demandas autonomistas europeas y la que hoy se vota en el departamento boliviano de Santa Cruz de la Sierra: la demanda cruceña tiene más que ver con dinero que con las demandas por nacionalismo que caracterizan al País Vasco,Catalunya o Flandes. No es casual que la demanda autonomista del departamento más rico y "blanco" de Bolivia tome fuerza bajo el primer gobierno con fuerte raigambre popular en décadas .
La comparación con España no es arbitraría. Quienes organizan el referéndum, como el dirigente cruceño Branko Marinkovic, emparentan sus demandas con las de las regiones españolas. Marinkovic y los demás dirigentes pro-autonomía también defienden la legalidad del referéndum.
En cambio el gobierno de Evo Morales dice que el referéndum es ilegal y la impresión generalizada es que tiene razón. Más allá de la legalidad o no del comicio, una victoria del Sí autonomista obligará a Morales a enfrentar un efecto dominó en otros tres departamentos (Beni, Pandano y Tarija), donde habrá referéndum en las próximas semanas.
Una cosa parece estar fuera de discusión, aunque no siempre se diga a viva voz: el objetivo del referéndum pasa más por fijar el poder de negociación de las partes que cualquier otra cosa. Según el ex canciller argentino Dante Caputo, uno de los observadores de la OEA en el comicio, ambas partes tienen cierto grado de interés dialoguista (aunque el grado de la predisposición parece variar según el día). Las dos partes buscan demostrar que tienen las mejores cartas.
La negociación consiste en hablar de regalías y autonomía gubernamental. En otras palabras, el fondo de la cuestión pasa por plata y, más aún, por poder, aunque en ocasiones la pelea es presentada como si fuese una lucha independentista, cosa de la que ni los autonomistas parecen convencidos. El gobierno lo sabe y los dirigentes de los departamentos díscolos también.
* Editor de Perfil.com.