Por si al mundo no le alcanzaba con Donald Trump, un nuevo liderazgo excéntrico y controversial está naciendo ahora mismo en otra de las potencias de Occidente. El ex canciller británico Boris Johnson, uno de los políticos más carismáticos y a la vez cuestionados de Europa, lanzó ayer la recta final de su campaña para transformarse en el próximo primer ministro del Reino Unido. Johnson es el gran favorito en las internas del Partido Conservador para reemplazar a la renunciada Theresa May e intentar tomar el control de su mayor obsesión: el Brexit.
Convertido en el hombre del momento, Johnson, de 55 años, se disputará los votos de los 160 mil miembros de su partido con el actual canciller Jeremy Hunt, el único competidor que sigue en carrera luego de varias rondas de eliminación de candidatos.
El contraste entre ambos no podría ser más visible: mientras que Hunt se vende a sí mismo como un dirigente serio, moderado, casi empresarial, a Johnson se lo conoce por su desparpajo y su habilidad para la provocación.
El ganador de la votación, prevista para fines de julio, será el nuevo líder de los tories y en esa condición asumirá el cargo de premier, hasta entonces ocupado por May, quien tuvo que renunciar luego de que el Parlamento le rechazara una y otra vez el acuerdo de Brexit que había negociado con la Unión Europea. Esa será precisamente la principal tarea de su sucesor, que deberá lidiar con el mismo cuadro de situación que May: los conservadores no tienen mayoría absoluta legislativa y Bruselas se mantiene firme en su decisión de no reabrir las negociaciones.
Salir como sea. Johnson es un leaver línea dura. Llegó a declarar que el Reino Unido abandonará la UE el próximo 31 de octubre −fecha fijada para concretar el Brexit luego de dos postergaciones− “con o sin acuerdo”, en alusión a la posibilidad de que el Parlamento tampoco le apruebe a él lo que ya fue pactado con Bruselas. En los últimos días, Johnson moderó algo su postura. Esta semana dijo en un debate televisivo que no puede garantizar una salida sí o sí en el plazo previsto, como había prometido antes. Sin embargo, sigue insistiendo en que no piensa volver a prorrogar la fecha del divorcio.
En cualquier caso, la sensación en el “círculo rojo” británico es que un gobierno de Johnson aumentaría las chances de un Brexit sin acuerdo con la UE, lo que alarma al sector empresarial y financiero.
“May no pudo unificar la postura de su partido, dividido acerca de si el Reino debería conservar una relación comercial estrecha con la UE luego del Brexit (por ejemplo, permanecer dentro de una unión aduanera) o una más lejana, fuera de una unión aduanera pero con algún tipo de acuerdo de libre comercio −dijo a PERFIL el politólogo Jim Gallagher, del Nuffield College de Oxford−. Como resultado, el próximo gobierno tendrá que maniobrar el diálogo con la UE desde una posición de suma debilidad”.
El ascenso veloz de Johnson supone también un dilema para los propios conservadores. El favoritismo del ex alcalde de Londres se sostiene en encuestas: ningún otro dirigente tory obtendría tantos votos como él en una futura elección general. Es uno de los políticos más populares del país y tiene una facilidad sorprendente para conectar con el “ciudadano común”. Pero, al mismo tiempo, pocas figuras dividen tanto como él en los espacios de poder. En momentos en que los británicos empiezan a dudar si el referéndum sobre el Brexit fue realmente una buena idea, poner a un leaver radical al frente del gobierno no parece una opción responsable para algunos conservadores preocupados por el futuro del partido de Churchill y Thatcher.
Hace algunos días, en las elecciones para el Parlamento Europeo, los tories fueron castigados en las urnas por sus votantes pro Brexit disgustados por la incapacidad del Partido para concretar la salida de la UE. Esos votos fugaron masivamente hacia los euroescépticos del Partido del Brexit. A esos electores apunta ahora Johnson con su radicalidad. Pero esa intransigencia podría conducir, a su vez, a un nuevo enfrentamiento entre el Parlamento y primer ministro. Los británicos ya tuvieron bastante de eso.
Aniversario del referendo
El referendo sobre la salida de la Unión Europea que ha hundido a Gran Bretaña en la peor crisis política de la posguerra cumplirá este martes tres años. La consulta, ganada por el “leave”, pero con una alta abstención, abrió un período de grandes enfrentamientos, frustración y ansiedad, que la clase política aún no ha sabido encarrilar. El “sí” le costó el cargo a quien convocó el referéndum, el ex premier David Cameron, y a su sucesora, Theresa May, quien después de innumerables intentos no logró que el Parlamento le apruebe el acuerdo de divorcio que negoció con Bruselas.
La crisis ha golpeado con severidad a los políticos británicos, de cualquier signo político: “me parece muy triste lo que están haciendo. Su papel en el mundo se va a reducir, su economía va a sufrir y el impacto en la sociedad será enorme”, dijo el jueves el primer ministro de Holanda, Mark Rutte.