A 12 días de la desaparición del fotógrafo español Manu Brabo, toda España y gran parte de la comunidad internacional está conmovida y en vilo, desesperada por la suerte del enviado de PERFIL a Libia. Y con el objetivo de presionar al régimen de Muamar Kadafi, distintas campañas se lanzaron en todos los rincones del globo para lograr su liberación.
Así, fotográfos que cubren la campaña del club Sporting de Gijón, de la Asturias natal del reportero Manuel Varela de Seijas Brabo, reclamaron durante el entretiempo del partido disputado contra Osasuna, libertad para su colega. “Brabo libre ya”, rezaban sus pecheras naranjas, que los acreditaban como reporteros gráficos. Y no sólo sus compañeros alzaron sus voces, sino que las máximas esferas del gobierno español, que envió un emisario a Trípoli para negociar, salieron al ruedo para pedir por la vida del joven fotoperiodista freelance.
Desde Madrid, el vicepresidente español Alfredo Pérez Rubalcaba, candidato a suceder a José Luis Rodríguez Zapatero, expresó el viernes su preocupación por Brabo. El mismo día en que la familia del periodista español reclamaba que el Ministerio de Exteriores no les daba respuestas, el hombre fuerte del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) declaraba que “lo mejor” que podía hacer el Ejecutivo para contribuir a su liberación es “no decir nada”.
Así se pronunció en la conferencia de prensa posterior al Consejo de Ministros, tras ser consultado por la información que publicó The Washington Post, según la cual Brabo y otros dos periodistas estarían detenidos en una dependencia oficial en Trípoli. “El gobierno tiene la voluntad de conseguir su liberación”, señaló Rubalcaba.
En tanto, desde las páginas de la prestigiosa revista norteamericana The New Yorker, el periodista Jon Lee Anderson pidió esta semana por la vida de Brabo y de sus colegas Clare Morgana Gillis, James Wright Foley y Anton Hammerl.
“Es cada vez más preocupante saber que Kadafi y la gente que lo rodea no siempre están de acuerdo sobre lo que constituye un trato humano de las personas. Por eso, es correcto insistir en una campaña pública para que los colegas sean liberados sin más demora”, escribió Anderson.
“Y a todos aquellos lectores que a veces escriben para expresar lo mucho que aprecian lo que hacen los periodistas como Clare, James, Manu y Anton –ser sus ojos y oídos en los peligrosos conflictos de este mundo confuso– es justo pedirles que los correspondan con sus voces y con cualquier acción que puedan realizar para ayudar”, completó el autor de Che Guevara, una vida revolucionaria.
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