INTERNACIONAL
felipe VI se metio en la crisis

Cataluña y el linaje borbónico: tres siglos de enemistad

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Impopular. Felipe carga con el rechazo catalán a la monarquía. | AP y AFP
La crisis por el proyecto independentista de Cataluña sumó esta semana a un nuevo protagonista: el rey Felipe VI de España, quien apareció por primera vez en un discurso televisado a la nación para acusar a los líderes de la Generalitat catalana de haber mostrado una “deslealtad inadmisible” hacia los poderes del Estado. El monarca dijo que Carles Puigdemont y los suyos violan la Constitución y sentó así las bases para que, de ser necesario, el presidente Mariano Rajoy aplique el famoso artículo 155 de la carta magna española, que faculta al gobierno central a intervenir las autonomías si éstas toman acciones contra el “interés general” del país.

La dureza de Felipe ante el secesionismo es el capítulo más reciente de una novela con más de tres siglos de historia: la de la conflictiva y cambiante relación entre la Casa de Borbón y Cataluña. El joven rey es hoy uno de los personajes públicos más aborrecidos por los catalanes independentistas. El rechazo a Felipe no sólo se debe a su atributo real, lo que lo convierte en un emblema de la unidad española, sino también a ciertas lecturas historiográficas que identifican a la dinastía borbónica como la “verduga” de una supuesta protonacionalidad catalana que habría sido abortada a principios del siglo XVIII.

Los silbidos al monarca en los partidos de la Copa del Rey ya son un clásico en Barcelona. Aunque el resentimiento excede al mundo futbolístico. Algunos meses atrás, representantes de los tres principales partidos independentistas catalanes –Partit Demòcrata, Esquerra Republicana y Candidatura d’Unitat Popular– confluyeron en un debate público organizado en un teatro de Barcelona por asociaciones civiles nacionalistas bajo el lema “Borbones contra Cataluña: memorial de agravios”. La sala fue decorada con un cuadro de Felipe V (1700-1746) colgado al revés: símbolo histórico de la resistencia contra la Casa de Borbón.

Villano. ¿Por qué tanto encono con el antepasado del actual rey? Para cierta historiografía catalana, Felipe VI, vencedor de la llamada Guerra de Sucesión Española (1701-1714) y responsable de la supresión de los fueros y leyes específicas de Cataluña dentro de la monarquía hispánica, pasó a la historia como el monarca despiadado que habría vulnerado los derechos de una nación catalana en ciernes.

Esa interpretación se asocia, a su vez, con el mito fundacional del nacionalismo catalán, basado en la idea de que, en 1714, se habría jugado un enfrentamiento del tipo “España versus Cataluña”, que habría acabado con la derrota y el sometimiento de la autonomía catalana a manos de la Corona española. Esa construcción historiográfica es hoy uno de los argumentos centrales del relato de los secesionistas que buscan legitimidad para su proyecto político.

Sin embargo, la evidencia histórica concreta apunta en otra dirección. “Esa es una burda simplificación cultivada por parte de la historiografía militante, pues los nacionalismos siguen apelando a la historia en función de sus intereses presentes –dijo a PERFIL el historiador español Xosé Manoel Núñez Seixas, catedrático de la Universidad de Santiago de Compostela y uno de los mayores expertos europeos en el problema de los nacionalismos–. En 1714, la sociedad catalana estaba dividida entre partidarios de los Austrias y de los Borbones. Se trataba de lealtades dinásticas, que no tenían que ver con identidades nacionales modernas: la nación, a principios del siglo XVIII, no era la titular de la soberanía, ni el fundamento de legitimidad del poder político. Lo que hubo entonces fue una apuesta de buena parte de la sociedad catalana, y de sus élites, por la facción dinástica perdedora”.

Matices. Aunque no todos los reyes borbónicos fueron tan aborrecidos por los catalanes como los dos Felipes. La relación histórica entre la Casa de Borbón y la sociedad de Cataluña ha sido cambiante y dinámica. Gracias a la apertura a los catalanes de la “carrera de Indias” –el derecho a comerciar con América–, Carlos III siempre gozó de buena imagen en la región. El ex presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, se ha confesado admirador de la obra de Carlos.

Del mismo modo, a principios del siglo veinte, Alfonso XIII mantenía buenos vínculos con la burguesía conservadora catalana, aunque luego la relación se deterioró por el apoyo del monarca al golpe de Estado del general Primo de Rivera. Y Juan Carlos I fue popular en Cataluña hasta la segunda década del siglo XXI, cuando el catalanismo pragmático aún gustaba de cultivar una “relación especial” con el monarca. Corrían otros tiempos.