La presidenta chilena Michelle Bachelet cerró su primer año de gobierno cumpliendo su promesa de incorporar masivamente mujeres al poder, llevando además al país a niveles históricos de exuberancia fiscal, pero sin imponer aún un liderazgo político.
La mandataria, cuyo apoyo en encuestas oscila entre un 50 y 60 por ciento, inició su gobierno en marzo de 2006 revolucionando la
históricamente masculina designación de ministros, subsecretarios e intendentes (gobernadores).
Con su firma y en semanas, la mitad de estos cargos quedaron bajo control de mujeres. La situación es insólita en América Latina y
Chile, país donde hasta 1994 sólo una dirigente integraba el gabinete, en calidad de responsable del Servicio Nacional de la
Mujer.
Afirmándose en una popularidad inicial del 70 por ciento y amparada en un superávit fiscal que sumó 11.000 millones de dólares,
Bachelet continuó sin oposición su plan para construir un sistema de protección social, como prometió en la campaña que ganó a la derecha, en la oposición por 17 años.
Lanzó un proyecto de pensión universal que permitirá incluso a las amas de casa tener una jubilación de 140 dólares desde 2009.
Inauguró un plan de educación preescolar que atenderá al 60 por ciento más pobre de la población y otorgó gratuidad en salud para los
mayores de 60 años.
En Chile, una de cada cinco personas es pobre y la mitad de la población corre riesgo de caer en ella, producto principalmente de la
precariedad de los empleos y la mala distribución de los ingresos, según cifras oficiales.
Pero su fuerza política, que le permitió sortear acusaciones de tener vínculos privados con dirigentes de grupos paramilitares, sucumbió ante un puñado de dirigentes adolescentes que sacaron a medio millón de escolares a las calles, exigiendo mejor enseñanza.
En Chile, sólo el ocho por ciento de los jóvenes pobres cursa un año al menos de educación superior. El gobierno primero desconoció el conflicto y luego desplegó a cientos de policías en las ciudades, los que apalearon y detuvieron a miles de jóvenes. Finalmente, Bachelet se vio obligada a aceptar gran parte de las demandas estudiantiles, en un mensaje televisado en vivo a todo el país.
Cayeron entonces su ministro del Interior, el saliente presidente del Senado Andrés Zaldívar, y el titular de Educación, Martín Zilic.
Ambos dirigentes pertenecen a la Democracia Cristiana, colectividad que dirige, la senadora Soledad Alvear, quien era la favorita de la población para la presidencia hasta la irrupción de Bachelet.
La mandataria perdió aliados y quedó políticamente herida. La oposición volvió a acusarla de inexperta y carente de liderazgo,
crítica que compartieron en la prensa algunos políticos de su coalición, incluso del Partido Socialista, en el que milita.
"En esos días no se sabía quien gobernaba, esperábamos que llegara el Mundial de Francia para que la gente se despreocupara de
las protestas", admitió un asesor de La Moneda.
El presidente de la Cámara de Diputados, el oficialista Antonio Leal, opinó que los problemas iniciales de coordinación
obedecieron al ingreso masivo de nuevos rostros al poder, los que no siempre contaban con experiencia. "Pero era un recambio que había que hacer", suavizó.
Luego vinieron las acusaciones de uso de fondos públicos en campañas parlamentarias, asociadas a actos cometidos en las
postrimerías del gobierno de su mentor, el ex presidente Ricardo Lagos (2000-2006).
Criada en bases militares por su padre general, Bachelet ordenó sacar a todos los involucrados, antes siquiera de comprobar su
culpabilidad. Y mantuvo hasta hoy un estricto silencio sobre la gestión de Lagos, quien movilizó a todos sus ministros para asegurar
la elección de la presidenta.
Los asesores presidenciales decidieron entonces blindar su imagen, alejándola de la "guerrilla" política cotidiana. Como resultado, y
pese a todas las denuncias, Bachelet mantuvo su apoyo y la oposición empequeñeció a niveles de entre un 26 y 25 por ciento.
Para el futuro, la mandataria enfrentará en 2008 y 2009 las elecciones municipal y parlamentaria presidencial. Su liderazgo
político, según sus propios aliados, dependerá del liderazgo social que imponga. O sea, de la imagen que tenga en las encuestas.
Pero Bachelet puede planificar su despedida tranquila. Ningún otro gobernante dispuso de tantos recursos como ella en la historia del
país. Ello permitirá financiar sus ideas de 15 años de escolaridad obligatoria, el mejoramiento del seguro de desempleo, salud gratuita para la vejez y un vigoroso programa de inversión científica, además de millonarias compras de armas.