La buena relación entre los Estados Unidos y Brasil no es un hecho nuevo. Ya un siglo atrás, el barón de Rio Branco, el gran artífice de las relaciones exteriores brasileñas, señalaba la importancia de cuidar esta relación bilateral, en momentos en que la Argentina privilegiaba su vínculo con el Reino Unido.
El alineamiento brasileño con los aliados en la Segunda Guerra Mundial, mientras la Argentina asumía una postura neutral, profundizó la alianza Washington-Río de Janeiro, que en esos años era la capital del país.
Ya a comienzos de los años setenta, en la época de los gobiernos militares, un secretario de Estado republicano como Henry Kissinger proclamaba que Brasil era el “país llave” con el cual había que entenderse en América del Sur, delegándole el liderazgo regional.
EE.UU. se encuentra probablemente con el menor liderazgo político global desde la Segunda Guerra Mundial, mientras que Brasil, al mismo tiempo, pasa por el momento más brillante de su rol internacional, posiblemente de toda su historia.
Esto ha generado un interés común entre los dos países. Es que el liderazgo regional brasileño hoy es funcional a EE.UU., que enfrenta distintas crisis en diversos lugares del mundo, siendo su poder desafiado en una forma sin precedentes en las últimas décadas.
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*Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.