El primer rayo de sol que salía en la península Ibérica le daba directamente en la cara gracias a un espejo colocado en la ventana de su dormitorio de Portlligat: Salvador Dalí era el primero que veía amanecer en un lugar privilegiado del globo que no sólo marcó su vida, sino que determinó su obra y al que estuvo vinculado desde su nacimiento hasta su muerte.
Tres son los vértices del triángulo geográfico de la región gironense del Ampurdán que permiten una inmersión en las profundidades de un mundo en el que se ve, se siente y se respira al artista: Figueres, la ciudad que lo vio nacer, morir y que alberga su teatro-museo; Cadaqués, su hogar y taller, y Púbol, la fortaleza de su musa y su gran amor, Gala. Y su visita permite acceder a revelaciones en pequeñas dosis que permiten conocer al artista más allá de los museos.