Washington - Cuando los costarricenses acudan el domingo a las urnas para decir "Sí" o "NO" al Tratado de Libre Comercio de Centroamérica (CAFTA), en Estados Unidos habrá muchos ojos mirando a San José con una mezcla de impotencia e inquietud: el referéndum tiene una enorme importancia para Washington, que sin embargo no tendrá voto.
Hasta ahora, Estados Unidos nunca vio rechazado un acuerdo similar. En general, el "no" nunca es bien recibido en un país que presume de ser el más poderoso del mundo, pero en este caso, además, las implicaciones políticas y económicas son tan significativas como para convertir el referéndum en Costa Rica en una cuestión de interés nacional. La eventual negativa al tratado, una posibilidad muy real a tenor de las encuestas manejadas en San José, sería un terremoto con severas réplicas en el Capitolio y en la Casa Blanca.
La administración de George W. Bush negoció el CAFTA-DR (su nombre oficial, porque además de Costa Rica, Honduras, El Salvador y Nicaragua también incluye a República Dominicana) y el presidente y su gabinete son acérrimos defensores de los Tratados de Libre Comercio (TLC). Tanto Bush como su secretario de Comercio, Carlos Gutiérrez, necesitan el "Sí" no sólo para confirmar lo hecho en el pasado, sino sobre todo para no entorpecer el futuro: aún están pendientes de ratificación por el Congreso los TLC con Perú, Panamá y Colombia.
La representante estadounidense para Comercio, Susan Schwab, vocalizó lo que se juega la administración con un mensaje al público costarricense inusual por su dureza y franqueza, rayano en la amenaza. Schwab dejó claro que no es posible una renegociación del CAFTA, como aseguran los partidarios del "NO". "La oportunidad para que Costa Rica disfrute los beneficios del libre comercio regional es ahora", afirma Schwab, que también deja en el aire el recuerdo de que las preferencias de que disfruta ahora San José por la Iniciativa de la Cuenca Caribeña (ICC) expiran en septiembre de 2008.
Al mismo tiempo, el Congreso lleva meses inmerso en un agrio debate sobre la conveniencia o no de firmar acuerdos de libre comercio. El CAFTA fue ratificado por un Congreso con mayoría republicana, pero ahora mandan los demócratas, más reacios a los TLC, como demuestran las dificultades que están pasando los acuerdos con Perú, Colombia, Panamá y Corea del Sur.
En medio de la ansiedad del gobierno republicano, los líderes demócratas en el Senado y la Cámara de Representantes, Harry Reid y Nancy Pelosi, enviaron una conciliadora carta la pasada semana al embajador costarricense en Washington desvinculando el referéndum del futuro de la ICC. "No somos conscientes de ninguna conexión entre ambos (CAFTA e ICC). La participación en el ICC no está condicionada a la decisión de un país de aprobar o rechazar un TLC con Estados Unidos, y no apoyamos esa conexión".
El conservador The Wall Street Journal interpretó la misiva y otras similares, así como la visita a Costa Rica de los senadores demócratas Bernie Sanders y Mike Michaud, como un apoyo al "NO". Los demócratas lo niegan, pero lo cierto es que, políticamente al menos, no podrían ver con malos ojos que el rechazo al CAFTA gane el domingo: les pondría en las manos un argumento en contra de una administración Bush a la que están teniendo dificultades para minar.
Mientras tanto, la comunidad financiera e industrial espera ansiosa el "Sí". Empresas como Intel y Baxter, con sede ya en Costa Rica, obtendrían beneficios inmediatos. Otras, especialmente en los sectores de telecomunicaciones, farmacia y seguros desean que el tratado entre en vigor lo antes posible para poder entrar en un mercado más favorable.
Estados Unidos es el destino de aproximadamente la mitad de las exportaciones "ticas" de café, frutas, ropa y productos de alta tecnología, y es además su primer inversor. Porque a pesar de los problemas con el TLC, los empresarios estadounidenses siguen admirando la estabilidad política de la democracia más antigua de Latinoamérica.
Por todo ello, hasta que se conozca el resultado de la consulta la situación será incómoda para un país que, según lo definió esta semana The Economist, se está acercando a Latinoamérica de manera "duramente pragmática", por lo que "está ganando pocos amigos" en la región. Sin capacidad de decisión, la política estadounidense se juega este fin de semana en Costa Rica.