Hijo de un keniata musulmán y luego adoptado por un indonesio islámico, Barack Hussein Obama se defiende ahora de los rumores acerca de que, en secreto, él sigue perteneciendo al culto de Mahoma. Una reciente encuesta de Pew Research Center devela que el 10% de los votantes estadounidenses cree en ese trascendido. Quizá por esto el candidato presidencial demócrata redujo sus contactos con la comunidad islámica de Estados Unidos.
En su sitio de internet, Obama dice que esos rumores son “smear” (calumnia o difamación). Esta palabra exasperó los ánimos de los musulmanes que apoyan su candidatura. “Estamos esperando que diga que no tiene nada de malo ser musulmán”, se quejó ante el diario The New York Times Keith Ellison, el primer legislador islámico de Estados Unidos.
Ellison hizo campaña por Obama desde el inicio, pero el equipo del candidato le pidió que cancele su disertación en una mezquita porque iba a “causar controversias” y que no participara en un acto en Carolina del Norte porque ese “estado es muy conservador”. “Los musulmanes están frustrados por no ser partícipes de la campaña”, remarcó Ellison. Dicen que su mensaje de unidad es incompatible con su estrategia de campaña.
Mientras el afroamericano ya visitó iglesias y sinagogas, los musulmanes “nos sentimos traicionados por Obama”, le dijo al mismo matutino estadounidense Safiya Ghori, director de relaciones gubernamentales del Consejo Musulmán de Asuntos Públicos.
Durante las primarias, los grupos islámicos no lograron que Obama diese discursos en sus sedes. Recibieron sólo un delegado desconocido. Al día siguiente de adjudicarse la candidatura presidencial demócrata, Obama pronunció un discurso ante el Comité Israelí de Asuntos Públicos, donde dijo que Jerusalén debería ser la capital indivisible de Israel. El concepto molestó a los musulmanes palestinos que también reclaman potestad sobre esa ciudad.
Hace dos semanas, en un acto en Detroit, dos mujeres con turbantes fueron desplazadas por militantes obamistas para evitar que apareciesen cerca del candidato. Obama tuvo que llamarlas para disculparse.
Sin embargo, un sector de la comunidad islámica aceptó con resignación que acercase a Obama puede perjudicarlo. Decidieron entonces congelar su apoyo público para evitar que la oposición republicana fomente el miedo y busque “binladenizarlo”. “Entre las organizaciones musulmanas –explica con ironía Ghori- circula el chiste de que deberíamos apoyar a la persona que no queremos que gane”. Es el abrazo de plomo de los musulmanes.
Datos extra oficiales estiman que en Estados Unidos viven cerca de seis millones de musulmanes. La mayoría se concentra en estados clave para las votaciones, como Florida, Michigan, Ohio y Virginia. Esta colectividad tiene un nada desdeñable poder de movilización electoral para empadronar votantes y llevar electores a los lugares de sufragio.
En 2006, el comité islámico de Virginia movilizó a 53 taxistas musulmanes para llevar votantes a las elecciones de medio término. El 86% de 60 mil votantes musulmanes colocó en el Senado a Jim Webb, el demócrata que Obama tienen en mira como su candidato vicepresidencial para las elecciones de noviembre.
*redactor del diario Perfil