Al restablecer las relaciones diplomáticas con La Habana, Barack Obama tuvo su particular “momento Nixon”. Al igual que el artífice de “la diplomacia del ping pong”, el jefe de Estado sorprendió al mundo al negociar con un régimen comunista que era percibido como hostil. En Cuba, Raúl Castro, artífice de las –aún tímidas– reformas económicas, también tiene la mente en Beijing. El veterano revolucionario analiza cómo sacar a su país del estancamiento y la miseria pero, al mismo tiempo, fortalecer el control político del Partido Comunista, que gobierna la isla desde hace más de cinco décadas. En ese lento deshielo, uno de los modelos a seguir sería China, la potencia que creció con una economía de libre mercado dirigida por el Estado.
Raúl aspira a erigirse en el Deng Xiaoping cubano, modernizando un país cuya estructura económica quedó congelada en los años 50. La Casa Blanca, por su parte, considera que los miles de dólares que llegarán a Cuba en inversiones y remesas traerán la democratización de la isla. El modelo chino, en ese sentido, es la salida que tiene La Habana. Sin embargo, los analistas consideran que es difícil replicarlo. “Las diferencias de contexto son muy grandes. Lo que sí se ve es un intento por seleccionar aquellos aspectos del modelo chino que pueden aplicarse en el contexto cubano, entre ellos la estrategia de lanzar experimentos a nivel provincial, creando condiciones especiales para el desarrollo económico, para luego hacer los ajustes necesarios e implementar los cambios en otras zonas del país”, explicó a PERFIL Ariel Armony, director del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Miami.
Futuro. El gobierno de Xi Jinping aplaudió ayer el acercamiento de La Habana y Washington, al tiempo que manifestó su deseo de que la Casa Blanca ponga fin al bloqueo sobre la isla. Y además, mandó un mensaje sobre el futuro cubano. “China y Cuba disfrutan de estrechas relaciones y valoramos nuestra amistad tradicional. Apoyaremos la decisión de Cuba sobre su sistema político y camino de desarrollo, así como sus políticas socioeconómicas”, afirmó Qin Gang, vocero del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Armony, autor de libro De la gran muralla al nuevo mundo: China y América Latina en el siglo XXI, cree que el desafío del liderazgo cubano es combinar mecanismos de reformas inspirados en China y aprovechar el potencial de una relación comercial con el sur de la Florida. Otro de los retos que tiene por delante Raúl es evitar que la burocracia cubana frene las reformas. Si quiere replicar a China, también tiene que renunciar a la centralización que impera en la isla y pasar a un modelo de desarrollo más federal. “El gran problema que tiene Cuba, en comparación con China y Vietnam, es el alto grado de centralización que existe en la isla. Este es un serio obstáculo para una reforma económica efectiva dirigida por el Estado”, concluyó Armony.
Desde que asumió, en 2006, el hermano menor de Fidel fomentó la creación de empleos en la actividad privada, autorizó el usufructo de tierras ociosas y flexibilizó los viajes al exterior. Pero, en julio de este año, advirtió: “La gradualidad con que se realizan los procesos de perfeccionamiento en la isla no es un capricho, sino una necesidad para garantizar el orden y evitar errores que desvirtúen los objetivos propuestos”. Objetivos que por ahora miran hacia el Lejano Oriente.