Tras la abrumadora votación que le aseguró este domingo un segundo mandato hasta 2010, el presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, encarará a partir de hoy las negociaciones hacia la formación de su futuro Gabinete, que tomará posesión el 1 de enero próximo.
Según los analistas, ese será un trabajo de delicada ingeniería política, ya que Lula probablemente restringirá el amplio espacio dado hasta ahora en su gobierno al Partido de los Trabajadores (PT), para dar lugar a aliados de otras fuerzas políticas, como el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB).
La alianza con el PMDB -que tendrá en 2007 la mayor bancada en la Cámara Baja y la segunda en el Senado- es esencial para la gobernabilidad, pero también se perfila como un problema complejo, ya que el partido sigue dividido entre una facción "oficialista" y un sector "opositor", comandado por el propio presidente de la agrupación centrista, Michel Temer.
Otro problema para Lula será el de intentar dejar atrás la serie de escándalos de pago de sobornos a legisladores y de espionaje político que sacudieron su gobierno desde el año pasado, y que hasta llevaron a la oposición a estudiar la posibilidad de abrirle un juicio político para destituirlo del poder.
Según la prensa brasileña, Lula ha dado muestras de hartazgo hacia la sucesión de irregularidades protagonizadas por sus compañeros del PT, y hoy se manifiesta convencido de que logró la reelección por sus propios méritos y pese a los "problemas" causados por el partido que creó hace 26 años.
Esos informes agregan que, en diálogos con interlocutores, Lula quiere separarse a partir de ahora de todos los que estuvieron involucrados en irregularidades, tanto en su PT como en las agrupaciones aliadas. En este sentido, Lula condicionará la participación en el gobierno de agrupaciones pequeñas como los conservadores Partido Liberal (PL), Partido Laborista Brasileño (PTB) y Partido Progresista (PP) a la designación de nuevos interlocutores, que no hayan sido blanco de sospechas de corrupción.
Ello restringirá considerablemente su margen de maniobra, ya que las denuncias de corrupción que sacudieron el país desde 2004 involucraron a más de un centenar de legisladores. "El presidente ha afirmado que no quiere un Gabinete de 'compadres', sino de personas respaldadas por el partido", afirmó recientemente el comentarista Fernando Rodrigues, del diario Folha de Sao Paulo.
Entre los puestos en disputa, el que más atrae la atención de los analistas es la jefatura del Ministerio de Hacienda, ya que Lula tiende a dictar cambios en su política económica en su segundo mandato, con el objetivo de acelerar el crecimiento del país, que en los últimos cuatro años quedó por debajo del tres por ciento anual promedio. No se descarta que el actual titular de la cartera, Guido Mantega -quien asumió el cargo tras la renuncia de Antonio Palocci, en marzo último-, pueda seguir en el comando de la economía, pero algunos sectores dan como probable su sustitución por un ministro menos austero en la política fiscal y con más compromiso con el crecimiento económico.
Ante las dificultades que enfrentará Lula para armar su Gabinete, sus correligionarios tratan de evitar presiones para permitirle al presidente el plazo más amplio posible para negociar: "No hay que apresurar las cosas", afirmó la coordinadora de la campaña de reelección presidencial en Sao Paulo, Marta Suplicy.
Asimismo, en su primera entrevista como presidente reelecto, Lula se negó a dar cualquier pista sobre la formación del gabinete, y dejó en claro que no pretende sacar provecho pleno del tiempo que le queda para armarlo: "Tengo dos meses para conversar con todos y decidirlo", apuntó.