Definitivamente este no fue un buen año para el rey de España, y se nota en su rostro. A sus 73 largos años, operado varias veces y con dificultades para caminar o subir escaleras, Juan Carlos cruzó el Atlántico para participar de la Cumbre Iberoamericana, que se realizó en Asunción del Paraguay el 28 y 29 de octubre.
Pero mientras a la cumbre de la Commonwealth (países asociados a Gran Bretaña) celebrada en Australia la semana pasada asistieron los mandatarios de sus 54 naciones, la Iberoamericana solamente pudo reunir a la mitad. Faltaron los presidentes de Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, El Salvador, Honduras, Nicaragua, República Dominicana, Venezuela y Uruguay, en lo que constituyó un “plantón sin precedentes”, según la prensa española.
Las ausencias truncaron el esfuerzo del rey Juan Carlos, que intentó convencer a los presidentes, uno por uno, de que asistieran. Pero no tuvo éxito, y España consideró las ausencias como una falta de respeto especialmente al monarca, considerado un artífice de la unidad Iberoamericana y de la reconciliación histórica entre España y sus excolonias. “Especialmente humillante resulta”, como señala EL PAÍS, “la ausencia de sus tres socios de Mercosur (Argentina, Brasil y Uruguay), cuyos presidentes no han encontrado un hueco para recorrer los pocos kilómetros que le separan de Asunción”.
De acuerdo al diario, el secretario general iberoamericano, Enrique Iglesias, pidió al rey que realizara las gestiones necesarias para persuadir a los presidentes, sobre todo a los del Mercosur, de que asistan a la Cumbre. El rey llamó personalmente a la presidenta Cristina de Kirchner, la felicitó por su reelección y le pidió que no faltara. Pero ella le explicó que, por coincidir con el primer aniversario de la muerte de su esposo Néstor Kirchner, no viajaría. Asimismo, el rey se comunicó con Luis Inazio da Silva, para que este intentara persuadir a su sucesora en Brasil, la presidenta Dilma Rousseff.
Las gestiones del rey, sin embargo, fueron en vano: finalmente 10 presidentes (entre ellos los de Argentina, Brasil y Uruguay) estuvieron ausentes, en lo que el mismo diario calificó como “una sonora bofetada diplomática” a la gestión española y la presencia de otros mandatarios.
La Casa Real española tuvo el acierto de no opinar sobre las sonadas ausencias, pero resulta obvio que el principal agraviado es el rey de España. Según nos cuenta Mariángelez Alcázar, corresponsal del diario La Vanguardia en la Casa Real, “el rey don Juan Carlos es el único jefe de Estado que ha participado en todas las cumbres desde la primera celebrada en Guadalajara (México) en 1991, y es uno de sus impulsores, comprometido, desde el principio, para lograr avances en los procesos de democratización de todos los países latinoamericanos y en cambiar la relación de España con América”.
Una de sus intervenciones más criticadas y aplaudidas, al mismo tiempo y en igual medida, ocurrió hace cuatro años, cuando hizo callar -en un Borbónico arrebato de impaciencia- al presidente venezolano luego de que éste interrumpiera al presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, y tildara de fascista a su antecesor, José María Aznar.
Este año, si las ausencias presidenciales marcaron la conferencia, las palabras del presidente boliviano Evo Morales pusieron el dedo en la llaga: “Siento que está en decadencia esta cumbre de jefes de Estado de Iberoamérica. Es como decir que cada año hay que rendir cuentas al rey, en presencia del rey. ¿Qué mensaje da eso en Latinoamérica?”.
Morales agregó que la Cumbre “está en agonía” y que sirve únicamente para reunirse “los países colonizadores con los países colonizados”. “Tal vez con motivo de 500 años de resistencia indígena popular han creado, han fundado, esta Cumbre Iberoamericana”, agregó el mandatario boliviano. “Creo que va pasando su tiempo y tal vez a eso se deba la ausencia de muchos presidentes”.
Otro incidente lo protagonizó el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, apodado el “niño terrible de la Cumbre” por boicotear la presencia de Pamela Cox, vicepresidenta del Banco Mundial para América Latina durante la Cumbre. Correa abandonó la sala de reuniones durante la intervención de Cox, tras acusarla de haber “chantajeado” a su país en el pasado: “En un foro iberoamericano, ¿por qué tengo que escuchar las cátedras de la vicepresidenta del Banco Mundial, que chantajeó abiertamente a mi país?”, se preguntó antes de retirarse de la sala.
Ante el deterioro del prestigio de las cumbres, ya son muchos los que reclaman que pasen a realizarse cada dos años, lo que quizá aliviaría la carga de actividades anuales de los mandatarios y serviría para poner paños fríos a la muchas veces tensa (aunque siempre cordial) relación entre el reino de España y Latinoamérica, la indomable.
Haciendo uso de la diplomacia, y de sus 36 años de experiencia en funciones de Estado, el viejo rey se despidió de sus pares latinoamericanos, invitándolos a la próxima Cumbre, que será en Cádiz: “Lograremos una Cumbre con resultados muy positivos. Les esperamos con los brazos abiertos”.
(*) especial para Perfil.com