Desde Brasilia
El reciente escándalo por denuncias de corrupción en Petrobras alcanza a la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, como una piedra en el zapato en su caminata hacia la reelección de este año. Y es una piedra que empieza a dar señales de que podría convertirse en una roca. Encuestas de intención de voto indican caídas consecutivas de Rousseff, aunque continúe en el liderazgo. Además, desde mediados de febrero prácticamente todas las semanas se divulgan informaciones sobre nuevos apuros de la estatal, que pueden haber empezado en 2006. En aquel año, la ahora gobernante presidía el Consejo de Administración de la petrolera.
Pérdidas millonarias. Se calcula que los brasileños podrían haber perdido entre 700 millones y poco más de mil millones de dólares cuando, tras el visto bueno de Rousseff, adquirieron el control en Estados Unidos de una refinería en la que dividían sociedad con una empresa europea. Especialistas del sector petrolero dicen que esa planta era obsoleta.
El Palacio do Planalto –sede del Ejecutivo– niega el equívoco y asegura que la fábrica es lucrativa. Y la presidenta se justificó explicando que Petrobras fue obligada, por cuestiones contractuales, a quedarse con el 100% de la empresa cuando sus socios desistieron del proyecto. Ella ha subrayado que desconocía ese compromiso y que si lo hubiera sabido no habría permitido la operación.
Las aclaraciones llevaron a la oposición, con apoyo de miembros de la base oficialista, a proponer y aprobar en el Parlamento una Comisión Legislativa de Investigación para examinarar las denuncias. Igualmente, generaron dudas respecto de la capacidad gerencial de la mandataria y motivaron a fiscales a chequear sus explicaciones. Paralelamente, la Policía Federal descubrió que empleados del primer escalón de la compañía recibieron coimas de la holandesa SBM Offshore. Así, de forma ilegal, Brasil habría contratado productos y servicios de los Países Bajos. La suma de esos embrollos llevó a que en los círculos parlamentarios, gubernamentales y empresariales se sospeche de un plan engendrado para hacer sangrar las arcas nacionales con fines de apropiación indebida.
Amistades peligrosas. Y mientras se busca descubrir qué ocurrió efectivamente, otros escándalos golpean al oficialismo. La Policía Federal descubrió que el vicepresidente de la Cámara de Diputados, André Vargas, era socio de Alberto Youssef, un cambista ilegal (“doleiro”) preso bajo la acusación de haber participado en un esquema de lavado de dinero por 4.500 millones de dólares. Vargas, que es del Partido de los Trabajadores de Dilma y Lula da Silva, ayudaba a empresas de Youssef a ganar licitaciones públicas.
Otras “piedras” –inflación, crisis energética, tímido desarrollo económico– se acumulan y pueden perjudicar sus aspiraciones electorales. Para analistas políticos, ese pedrerío es el talón de Aquiles de Rousseff.
“(El escándalo de) Petrobras es lo más explosivo. Pero hay que prestar atención a que otros problemas en la economía, en la garantía de suministro eléctrico que evite el regreso de los apagones, la caída del desarrollo y de las exportaciones, así como frecuentes denuncias de corrupción y de irregularidades contra líderes del PT se suman a los obstáculos de los objetivos electorales de la presidenta”. La opinión es del analista político brasileño José Negreiros, que recuerda que hace pocos días los institutos DataFolha e Ibope registraron en sus encuestas que Rousseff habría perdido entre 6 y 7 puntos porcentuales en la intención de voto. Actualmente, la presidenta contaría con poco menos del 40% de votos a su favor.
“Las encuestas muestran que la intención de voto y la popularidad de la presidenta han caído”, agregó Negreiros, pero advirtió que “la población aún no está tan atenta
a la campaña presidencial, que empezará en julio”.
Por su parte, un analista político de la consultora Arko Advice, Thiago de Aragão, indicó que “el sentimiento de cambio en la presidencia aún no está en niveles de intención de voto que beneficien a los demás candidatos. Todavía”.
“Si persistiese el incremento de la inflación y aparecieran nuevos escándalos y denuncias de corrupción, puede que la situación de la candidata Rousseff se complique”, evaluó De Aragão