Londres- La reina Isabel II de Inglaterra y el príncipe Felipe celebran hoy sus bodas de diamante, 60 años después de haber constituido una pareja fuera de lo común, con una unión de cuento de hadas que el tiempo transformó en una "asociación" leal y a veces desconcertante.
Isabel de Inglaterra y Felipe de Edimburgo comenzaron hoy la celebración de aquel 20 de noviembre de 1947 en el que se casaron, con una ceremonia privada en la Abadía de Westminster, para viajar a continuación a Malta, la isla mediterránea donde hace 60 años pasaron su luna de miel.
Así empezó una vida en común entre la pareja, que se conoció en 1939, cuando Felipe tenía 18 años y, por aquel entonces la aún princesa Isabel, tenía 13.
La futura reina, a la que aún llamaban "Lilibet", contó más tarde que sintió un auténtico flechazo por ese rubio alto de ojos azules que era Felipe de Grecia. El, por su parte, nunca ha confesado si fue recíproco.
" Son la atracción de los opuestos: ella es seria, tímida, introvertida; él es extrovertido, le gusta la gente y la vida social, es divertido. Se complementan", señala Marc Roche, autor de una biografía de Isabel II titulada La última reina.
Tras una boda de cuento de hadas para la mayoría de los británicos, aún traumatizados por la entonces cercana Segunda Guerra Mundial, la pareja se instaló en Malta, donde Felipe, en esos tiempos teniente de la Marina británica, empezó una prometedora carrera.
Pero su destino se aceleró en 1952, con la prematura muerte del rey Jorge VI. Así, a los 25 años, Isabel subió al trono. Felipe se convirtió en príncipe consorte y la sombra de su esposa.
Tuvo que renunciar a sus ambiciones de carrera y hasta se vio obligado a cambiar su apellido, Mountbatten, porque según Churchill sonaba demasiado alemán.
Con el paso de los años, el duque de Edimburgo fue encontrando su propio lugar en su asimétrica unión como padrino de asociaciones humanitarias, padre de familia atento aunque no caluroso, y apoyo y aliado de su esposa.
"El príncipe Felipe es el único hombre en todo el mundo que trata a la reina como un simple ser humano", contó el ex secretario privado de Isabel II, Lord Charteris.
"Es el único que se lo puede permitir. Y por muy extraño que suene, a ella le gusta", agregó.
Felipe e Isabel comparten los gustos tradicionales de la aristocracia británica: el campo, los caballos y la caza. Sin embargo, sus obligaciones les han llevado muchas veces a mantener vidas separadas aunque paralelas.
En 1982, cuando un desequilibrado logró introducirse en la habitación de la reina, el país descubrió con sorpresa que la pareja real dormía separada.
Rumores nunca probados de numerosas aventuras galantes han perseguido al duque de Edimburgo desde los años cincuenta. La soberana, en cambio, parece que "nunca miró a otro", confió una de sus primas.
La pareja se acerca tras el nacimiento de sus cuatro hijos, Carlos, Ana, Andrés y Eduardo, que educan con severidad.
Con el paso del tiempo, Isabel y Felipe han ido formando, como señaló su propio hijo Andrés, una "asociación" hecha de compromisos.
La solidez de esa "asociación" --mientras que los matrimonios de tres de sus cuatro hijos se han roto-- ha contribuido en buena medida a la estabilidad de la monarquía británica en las últimas seis décadas.
"La reina y el príncipe Felipe realizaron una asociación de trabajo extraordinaria, pero ¿son felices?", escribe Gyles Brandreth en su best-seller Felipe e Isabel, retrato de un matrimonio.
" Creo que es un matrimonio feliz", responde Marc Roche. "Un matrimonio de un modelo aristocrático un poco difícil de comprender actualmente, con una línea roja, la monarquía, que ha dominado sus vidas, su familia y su pareja".
A los 81 años de Isabel II y los 86 de Felipe, el secreto es, según Lady Penn, una amiga de la reina, que "son buenos amigos".
Fuente: AFP