Cada 24 de diciembre resulta casi inevitable hacer balances introspectivos, pensar en lo que pasó durante el año, y también en los avatares de las fiestas de este mes que, salvo la fascinación de los pequeños –Papá Noel y regalos mediante–, con el paso del tiempo parecen perder algo de esa magia que supieron tener. Pero lo cierto es que, creencias religiosas al margen, la Nochebuena es prácticamente la única fecha en la que las familias resuelven, casi por unanimidad, olvidar las diferencias aunque sea por unas horas, y entregarse a un ritual archiconocido y que casi nunca depara sorpresas.
Ocurre en la Argentina, y en otras partes del mundo, donde la Nochebuena se festeja de diferentes maneras, pero esencialmente simboliza un momento de encuentro entre familiares y amigos, donde todos visten sus mejores galas y se congregan alrededor de una rica comida. En países tan lejanos como Ghana, después del tradicional servicio religioso, los que festejan –casi todos de fe cristiana– arman mesas delante de sus casas, e invitan a vecinos y parientes a comer y beber. La Navidad coincide allí con la cosecha del cacao, por lo que esta fecha representa, además, abundancia y prosperidad –este país del oeste africano es el segundo productor mundial de cacao–.
La nota completa en la edición de hoy del Diario Perfil.