Intentaré esclarecer, u oscurecer para su investigación, algunas cuestiones sobre el caso Air Comet: soy argentina, residente en España. Hace más de tres meses compré, en una agencia de viajes –propiedad de una argentina residente en Valencia, quien conocía la situación de la empresa aérea- un billete para el 27 de diciembre a las 22.30, Madrid-Buenos Aires, por la compañía Air Comet, propiedad del español Diaz Ferrán. Este señor se niega a renunciar a su sillón en la patronal aérea, mientras tiene el tupé de declarar públicamente que no habría “elegido a su propia compañía para hacer viaje algún, no solo por razones económicas sino de seguridad”. En mi barrio a este señor le llamarían lisa y llanamente “nieto de puta”. Aquí es solo un empresario quebrado.
Pero estos son hechos públicamente conocidos. Luego, como se sabe, vino la acción “humanitaria” del Ministerio de Fomento, que dice haber invertido más de cuatro millones de euros en repatriar, e insisto con el término repatriar, a cuántos sudamericanos??? A cuántos argentinos provenientes de Dubai, con la bronca de la Copa arrebatada por Messi y la energía suficiente para dar vuelta cuatro Aeropuertos de Barajas?
Y los cuatro millones de euros gastados por Fomento, a qué precio de billetes y sándwiches y botellitas de agua se gastaron? Y por qué cerrar el operativo “retorno humanitario” (a muchos embarcados se les “invitó” a renunciar al billete de regreso) el 26 de diciembre, cuando todavía quedan miles de perjudicados sin respuesta de nadie. Sin embargo, cabe destacar que este fue el único organismo que hizo algo. Poco pero algo.
Capítulo aparte merece la puesta en escena del Consulado Argentino en Madrid, que atendió en la Sala Goya del Aeropuerto de Barajas hasta el 26 de diciembre y la única posibilidad de contacto, el día domingo 27, fue una guardia telefónica atendida, en el turno del mediodía, por una señora o señorita –poco importa- que no sólo hablaba con una papa hirviente en la boca (¿Será una condición para trabajar en el Consulado?) sino que, maltrató telefónicamente a quien suscribe, diciéndome que más nerviosa estaba ella “por toda esta situación” (O por trabajar en domingo).
Se suma a esta representación infame de quienes tienen el deber de atender a sus conciudadanos en cualquier situación de emergencia –y esta sí que lo es- las declaraciones del cónsul Garcia Tezanos Pinto, diciendo que negociaban tarifas especiales para los que quisieran o pudieran pagarlas. En el caso de los argentinos nos corresponderían Iberia y Air Europa. A las 14 horas del día 27 en la ventanilla de venta de tickets de Air Europa se me informó que, entre las 24 horas del 26 y ese momento, se habían vendido todos los pasajes disponibles a unos 700 euros y que ahora –es decir 14 horas después- si quería un pasaje me costaría exactamente 1371 euros, solo de ida, para el día 29 de diciembre.
Aerolíneas Argentinas, que ya debiera cambiar su nombre para no continuar con la vergüenza nacional, tenía pasajes, solo ida, para el 2 de enero a 859 euros y “nadie del Ministerio de Fomento ni del Consulado Argentino había negociado una reducción tarifaria para los afectados”, según me informó el vendedor de tickets de la Oficina de Barajas, a las 14.30 horas del mismo 27 de diciembre.
Después de este periplo, intentando hallar las tan difundidas por el Sr. Cónsul “tarifas reducidas para perjudicados de Air Comet”, intenté encontrar en Barajas a mis compatriotas y al resto de sudamericanos. Frente a los mostradores de Air Comet solo estaba la Policía Nacional en número de diez hombres de azul oscuro. Pregunté a uno de ellos donde estaban los reclamantes y me dijo, textualmente: “anoche, los pasajeros fueron invitados gentilmente a retirarse del Aeropuerto y llevados en ómnibus al Centro de Madrid para que de allí se dirijan a donde quieran”.
Ya mi nivel de sorpresa estaba agotado y mientras un regusto de la peor época argentina me elevaba un vómito hasta la garganta, atiné solo a gritar, aullar o como quieran definir la expulsión de no se qué sentimiento, y a punto de la expulsión de sólidos y líquidos estomacales, llegué corriendo al baño y logré no ensuciar los permanentemente limpios pasillos de Barajas.
Cuando salí de allí, decidida a comprar un billete para regresar a Barcelona, dos civiles con una credencial colgando de sus cinturones me siguieron un trecho diciendo en voz alta, para que llegue a mis oídos: “Esperamos un poco, no tiene porque estar acá, y si no, ya sabemos lo que hay que hacer, no?”. Paranoia? Quizás. Amenaza velada? También quizás.
No importan los motivos por los que quería estar estas Fiestas con la otra parte de mi familia. No importa mi enfermedad crónica, mi biopsia pendiente, la interconsulta pedida en Argentina, todos motivos declarados en Fomento el día 26 de diciembre. Nada importa ya porque esta red de mentiras a los dos lados del océano sobrepasa mi pobre imaginación. Solo puedo decir que nada nos diferencia. Que no hay Primer y Tercer Mundo porque el excremento huele igual en todas partes, comas jabugo o frijoles. Salud Air Comet, fiel a tu nombre debí ofrecerte una “cometa” para poder viajar.
(*) Ex periodista.