¿Qué peso debe tener la opinión de los científicos en las decisiones políticas? ¿Los poderes públicos deben seguir sistemáticamente a los expertos? La pandemia de Covid-19 enfrenta a los gobiernos a estas espinosas cuestiones.
“Si queremos que el Covid-19 pase a ser un mal recuerdo y no una pesadilla permanente, se debe priorizar el asesoramiento científico en todas las decisiones políticas, punto final”, dice Sara Belich, especialista en política de salud pública en la Universidad de Harvard.
“Como científicos intentamos arrojar luz, pero al final son los políticos los que deben decidir”, afirma por su parte Simon Cauchemez, especialista en modelos matemáticos y miembro del comité que asesora a las autoridades francesas.
En la práctica, el equilibrio es difícil. El debate se cristaliza sobre todo alrededor de la cuestión del confinamiento, que salvó vidas evitando que los hospitales colapsen, pero cuyo costo económico y social es terrible.
En el Reino Unido, el gobierno de Boris Johnson recibió críticas por haberlo impuesto demasiado tarde. “Nosotros los científicos dijimos que había que confinar. Pero los políticos no quisieron escucharnos”, acusó la profesora Helen Ward, del Imperial College de Londres, días atrás.
Tanto Donald Trump como Jair Bolsonaro presionan desde un comienzo por levantar el aislamiento, y de hecho lo dejaron en manos de gobernadores.
En el lado contrario, algunas voces comienzan a alzarse en Alemania contra la canciller Angela Merkel, que aboga por un desconfinamiento progresivo. “Cuando escucho que todas las demás consideraciones deben ceder paso a la protección de la vida humana, encuentro que ese absolutismo no está justificado”, declaró el presidente de la Cámara de Diputados Wolfgang Schauble, que pertenece al mismo partido que Merkel.
La científica. Elogiada hasta ahora por su respuesta ante la epidemia, Merkel presta gran atención a lo que le dicen los especialistas. “Ayuda el hecho de que ella misma es científica –es física de formación– y es capaz de comprender las cifras”, afirmó el virólogo Christian Drosten, del hospital de la Charité de Berlín.
En Francia, miembros de la oposición e intelectuales reprocharon al presidente Emmanuel Macron y a su gobierno refugiarse detrás de la opinión de los científicos. Pero también fue criticado por lo contrario: decidió reabrir progresivamente las escuelas a partir del 11 de mayo, cuando el consejo científico para la epidemia abogaba por un cierre total hasta septiembre.
Esta divergencia no tiene “nada de chocante”, explica el profesor Pierre-Louis Druais, médico generalista y miembro del consejo científico. “Damos orientaciones, pero no sería muy sano que en una sociedad sean los científicos quienes gobiernen todo”.
“Estoy en contra de un gobierno de médicos. Al igual que mañana, cuando se trate de trabajo, estaré en contra de un gobierno de empresarios”, afirmó por su parte el médico de urgencias Mathias Wargon, cuya esposa, Emmanuelle, forma parte del gobierno. Según Wargon, es importante que el político decida, pues aún hay muchos interrogantes científicos sobre el coronavirus, lo que alimenta las opiniones a veces divergentes de los expertos.
En otros países, como Italia y España, también se crearon estructuras científicas para asesorar al gobierno por la pandemia.
En el Reino Unido, un organismo consultivo, el SAGE (Scientific Advisory Group for Emergencies), fue reactivado tras su intervención en otras crisis, como la epidemia de ébola en 2014.
Los otros. En el otro extremo están líderes como el mexicano Andrés Manuel López Obrador, que llegó a decir a la población “yo les avisaré cuándo pueden salir”, o Jair Bolsonaro, que calificó al virus de “gripecita”.
Y también está, por supuesto, Donald Trump. Su asesor científico, el respetado inmunólogo Anthony Fauci, tuvo que reorientar algunas de sus declaraciones aproximativas. Y el presidente también apoyó las manifestaciones anticonfinamiento.
Estas “tensiones” entre responsables políticos republicanos y científicos están relacionadas con las elecciones presidenciales de noviembre, en un contexto en el que el confinamiento provocó “pérdidas de empleo y cierres de empresas”, estima Robert Blendon, profesor de Políticas de Salud en Harvard.
“El presidente Trump no puede controlar su instinto político: desde su punto de vista, si esto continúa así, va a perder la presidencia”, afirmó Blendon.