El escándalo mundial detonado por los Panamá Papers echó luz sobre apenas un ápice del laberíntico universo offshore. Los documentos filtrados del estudio de abogados Mossack Fonseca, que reveló esta semana el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés), muestran sólo una pequeña parte del billonario negocio del dinero no declarado, cuyo monto global equivale a la suma de los PBI de los Estados Unidos y la Unión Europea. Aunque esta vez fue Panamá la que quedó en el centro de la escena, la opacidad financiera no es un atributo exclusivo de pequeñas naciones tropicales o de islas exóticas, sino que también caracteriza a algunos de los países más ricos e influyentes del planeta.
En 2011, el economista y abogado estadounidense James S. Henry, ex director de la consultora McKinsey & Co., recibió un difícil encargo de la ONG Tax Justice Network (TJN), la mayor red internacional de combate contra la evasión impositiva: calcular el monto global total de activos privados no declarados. En base a una triangulación con tres metodologías independientes, que incluyó un extenso análisis estadístico y decenas de entrevistas a empresarios, banqueros, abogados e incluso delincuentes lavadores, Henry estimó que la cantidad de dinero negro en el mundo oscila entre los 21 y los 32 billones de dólares. Año tras año, las conclusiones de su estudio –todavía vigentes– fueron revisitadas por publicaciones de la talla de The Economist y por el propio ICIJ.
Si se la dimensiona, la cifra resulta astronómica: según las estadísticas del FMI, la suma del PBI de los Estados Unidos y la UE fue 34 billones de dólares en 2015. Aunque operar en un paraíso fiscal no constituye un delito en sí mismo, esa práctica suele utilizarse para maniobras ilícitas como la elusión o el lavado. De acuerdo con el proyecto “Recuperación de activos robados” impulsado por el Banco Mundial, cada añso circulan mundialmente entre 1 y 1,6 billones de dólares provenientes de delitos financieros. A su vez, el FMI calcula que la evasión impositiva provoca pérdidas en ingresos fiscales por 700 mil millones de dólares anuales a nivel mundial.
Cuando comenzó la difusión masiva de los Panamá Papers, observadores y analistas llamaron la atención sobre el hecho de que en las listas filtradas aparecen pocos empresarios, políticos y personajes influyentes de nacionalidad estadounidense. Esta semana, The New York Times brindó una sencilla explicación acerca de ese punto: “La razón es que es bastante fácil crear sociedades opacas en los Estados Unidos. Según James Henry, ‘los estadounidenses no necesitan ir a Panamá, básicamente porque cuentan con una industria de refugios onshore que es tan secretista como en cualquier otro lugar’”.
Ese planteo pone en entredicho el estereotipo de los paraísos fiscales como pequeños países o islas remotas. Cada año, la TJN elabora un ranking de opacidad financiera que combina dos criterios: un “score” de secreto bancario y la magnitud de las actividades financieras opacas en cada país. Esta segunda variable explica la aparición en la lista de países como los Estados Unidos y Japón: aunque sus regulaciones son más estrictas que en islas caribeñas o principados europeos, los sistemas financieros de dichas potencias tienen suficientes agujeros como para atraer enormes capitales en busca de escondite.
Prometen más datos
La vicedirectora del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés), la argentina Marina Walker, quien lideró la investigación de los Panamá Papers, adelantó ayer que el Consorcio podría publicar aún más información sobre el escándalo.
“Vamos a seguir publicando, hay mucho que no hemos descubierto –dijo Walker en una entrevista telefónica con la agencia Télam–. Es como una caja de Pandora y, quizás, los secretos más importantes aún no se han revelado”. La periodista agregó que el ICIJ no entregará datos a ningún gobierno y prometió profundizar el análisis de los millones de documentos que se filtraron.
Walker, mendocina y residente en Washington, fue quien tuvo el primer contacto para trabajar en red con el diario alemán Süddeutsche Zeitung, luego de que una fuente anónima filtrara a ese periódico 11,5 millones de documentos del estudio Mossack Fonseca.