El presidente Barack Obama vive su peor semana desde que fue reelecto presidente el año pasado. Los escándalos acorralan al jefe de Estado y, aunque nadie cree que vaya a dar un paso al costado, en Washington recuerdan los años del Watergate, que culminaron con la renuncia de Richard Nixon.
Una serie de escuchas telefónicas a periodistas de AP y la utilización de la AFIP norteamericana (IRS) para investigar a grupos de derecha vinculados al Tea Party indignaron a la opinión pública y provocaron duras críticas de la oposición. Tanto es así que el ex director del Servicio de Rentas Internas de los Estados Unidos, Steven Miller, pidió ayer disculpas por lo que consideró “errores tontos” y descartó que el accionar de su organismo haya tenido motivaciones políticas.
Por su parte, el jefe de Estado asumió el error por la utilización política del IRS, pero declaró que no pedirá disculpas por el espionaje a periodistas de la agencia de noticias estadounidense. Y fue aun más allá, al defender la interceptación de llamadas que hizo el Departamento de Justicia, con argumentos propios de su antecesor George W. Bush. “Está bien la libertad de información, pero la filtración sobre cuestiones de seguridad nacional pone a personas a peligro”, aseveró el primer mandatario.
En los Estados Unidos los analistas políticos se preguntan si el nuevo modelo político de Obama es Nixon, el ex presidente norteamericano que renunció en 1973 acosado por denuncias de la prensa por espiar a la oposición y a periodistas. “Si encausa al fundador de WikiLeaks, Julian Assange, será peor que Nixon en su relación con la prensa”, confió a PERFIL el promotor de la libertad de expresión James Goodale, que fue abogado del diario The New York Times en el caso de los papeles del Pentágono.
“Obama no tiene ninguna salida fácil. Pagará un alto precio político si se distancia de su secretario de Justicia Eric Holder o si califica como un abuso la investigación del Departamento”, escribió en Foreign Policy Richard Epstein, profesor de Derecho de la New York University.
Otro de los casos que lo pusieron en el ojo de la tormenta fue la utilización de la agencia tributaria para investigar y hostigar a grupos de derecha opositores a su gobierno. Para hacer frente a esas críticas, Obama sostuvo que no conocía lo que sucedía en la IRS y despidió el miércoles al director del organismo, Steve Miller, a quien reemplazó con Daniel Werfel, asesor presupuestario en la Casa Blanca. Según las revelaciones, los funcionarios que controlaban las aplicaciones de la exención fiscal para grupos sin fines de lucro habrían hostigado fiscalmente al Tea Party.
Además de esos dos escándalos, se cuestionó en los últimos días el modo en que su gobierno divulgó la información sobre el atentado contra el consulado norteamericano en Bengasi, Libia. Los republicanos argumentan que el gobierno intentó engañar al Congreso y al pueblo acerca del ataque en las semanas previas a las elecciones de 2012.
En ese marco, Obama y la oposición están comenzando a palpitar las elecciones legislativas de medio término, que tendrán lugar en 2014.