Contra los pronósticos que daban como favoritos a los ultraconservadores, el moderado Hassan Rouhani fue electo ayer como presidente de Irán con el 52,5% de los votos, porcentaje suficiente para evitar una segunda vuelta. Rouhani, un clérigo con historial revolucionario y posturas más flexibles que las de sus rivales ortodoxos, sucederá en agosto a Mahmud Ahmadinejad.
El ganador de los comicios no figuraba entre los favoritos y se descontaba que la lucha electoral se resolvería entre los candidatos cercanos al ayatolá Alí Jamenei. Sin embargo, varios factores jugaron a favor de Rouhani. Los demás postulantes moderados declinaron sus candidaturas para fortalecer la suya, mientras que los ortodoxos se presentaron por separado. La afluencia a las urnas fue mayor que la esperada y benefició a Rouhani, quien hizo una inteligente campaña basada en promesas de apertura civil y mejora de las relaciones con Occidente.
El triunfo de este clérigo de 64 años evidencia que, pese a las restricciones propias de la teocracia iraní –en la que el líder supremo tiene poder de veto sobre los potenciales candidatos–, hay espacio para la competencia democrática y la alternancia en el poder.
Aunque ninguno de los candidatos opinó sobre el acuerdo firmado con la Argentina por la causa AMIA, el ascenso de Rouhani podría facilitar que se ratifique el memorándum de entendimiento impulsado por Ahmadinejad. El presidente saliente aprobó el acuerdo por decreto y sin hacerlo pasar por vía legislativa, y ahora falta que Teherán lo ratifique en su boletín oficial. Rouhani basó su campaña en la necesidad de relajar los vínculos con Occidente, y el destino del memorándum podría quedar atado a esa lógica de distensión.
El triunfo de Rouhani eliminó la posibilidad de que el acuerdo con la Argentina quedara en manos de alguno de los iraníes imputados por el atentado de 1994. Entre los candidatos figuraban el ex canciller Alí Akbar Velayati y el ex comandante de los Guardianes de la Revolución Mohsen Rezaei, ambos acusados por la Justicia argentina en la causa AMIA.
No obstante, una de las claves de la victoria de Rouhani fue el apoyo que recibió del ex presidente Alí Akbar Rafsanjani, también imputado por el ataque a la mutual judía. Pese a que es uno de los políticos más populares de Irán, el ex mandatario no pudo competir en las elecciones porque el ayatolá Jamenei vetó su candidatura. De todos modos, si el memorándum se ratificara, Rafsanjani no debería declarar ante el juez argentino ya que sobre él no pesa circular roja de Interpol.
Rouhani es un pragmático que extendió su mano a los sectores moderados. Unico religioso entre los candidatos, inició su carrera política como ladero del ayatolá Ruhollah Jomeini, líder espiritual de la Revolución Islámica de 1979.
El símbolo de la campaña de Rouhani fue una llave, con la que el clérigo prometió destrabar la tensión con Occidente llevándola a un terreno menos perjudicial para la república islámica. Las sanciones internacionales contra el programa nuclear iraní asfixian a la economía persa y fueron una de las razones del sorpresivo apoyo popular al más flexible de los candidatos.