INTERNACIONAL
tras la amenaza del default

El peligro de que Estados Unidos se convierta en un gigante ingobernable

El ‘shutdown’ llevó a Washington hasta un límite alarmante. Los ultraconservadores del Tea Party y la presión contra la democracia norteamericana. El futuro desafío de Obama.

Máxima tension. El presidente Barack Obama y su vice, Joe Biden, tuvieron que negociar con los republicanos para que Estados Unidos pudiera subir el techo de la deuda.
| Casa Blanca

“Si no les gusta el presidente, ganen las elecciones y cámbienlo, pero no destruyan lo que tardamos dos siglos en construir”, les espetó Barack Obama a los republicanos luego de que éstos amenazaran hasta último minuto con llevar a los Estados Unidos al default. Esa alta dosis de dramatismo, inusual en Obama, sólo se explica por la situación excepcional que atraviesa su país: aunque el peligro de una crisis económica total fue por ahora superado, la parálisis del sistema político estadounidense abrió dudas a largo plazo sobre la gobernabilidad de la primera potencia mundial.
La anomalía que lastra a Washington tiene nombre: Tea Party. En la votación en la Cámara de Representantes sobre el acuerdo bipartidista para elevar temporalmente el techo de la deuda, el grupo ultraconservador logró arrastrar hacia el “no” a 144 de los 234 legisladores republicanos. Sus integrantes no siguen ninguna lógica orgánica y en muchos casos declaran y votan en disonancia con la dirigencia tradicional del partido de Abraham Lincoln.
En un reciente artículo titulado “No hay manera de dirigir un país”, la revista The Economist consideró que “los republicanos sentaron un precedente que, de continuarse, convertiría a los Estados Unidos en una nación ingobernable”. Al defender sus argumentos en contra de los gastos para la reforma de salud de la administración Obama, representantes del Tea Party llegaron a decir que la cesación de pagos de los Estados Unidos “les traería estabilidad a los mercados del mundo”.
“Esto ya es un problema crónico: es la tercera vez que los ultraconservadores toman como rehén al país –dijo a PERFIL el profesor Matthew MacWilliams, titular de Ciencia Política de la Universidad de Massachusetts–. Son sujetos sin conocimientos sobre nuestra Constitución, que se niegan a gobernar responsablemente y no tienen ningún compromiso con el sistema democrático”.
Desde James Madison, el sistema político estadounidense fue concebido como un delicado equilibrio de poderes en el que el Legislativo funciona como un contralor de verdadero peso frente al gobierno federal. Por esa razón, el Congreso tiene importantes atribuciones económicas, como la de elevar el techo de la deuda o la de aprobar el presupuesto para las dependencias administrativas.
Esa cualidad impuso durante dos siglos una lógica de negociación permanente entre oficialismo y oposición, cuyo símbolo histórico tal vez hayan sido las reuniones periódicas entre Ronald Reagan y el líder demócrata Tip O’Neill en la residencia presidencial de Camp David. Desde la derrota de Obama en las legislativas de 2010, aquella dinámica se vio alterada como nunca.
El grado de polarización no obedece sólo a las diferencias internas en el Partido Republicano. William Galston, ex asesor de Bill Clinton, dijo a la BBC que “las divisiones entre demócratas y republicanos son más profundas en la actualidad que en los 80 o en los 90, ya que ambos partidos se fueron alejando en sus visiones fundamentales de lo que ocurre en el país y de lo que es necesario hacer”.
Con más de tres años de mandato por delante, y mayoría demócrata en el Senado pero no en la Cámara de Representantes, a Obama le quedan varias paradas difíciles en el Capitolio. El acuerdo aprobado dos horas antes de la cesación de pagos sólo anula el shutdown hasta el 15 de enero y sube el techo de la deuda hasta el 7 de febrero.
Al mismo tiempo, aún está pendiente la reforma migratoria que impulsa el jefe de Estado, ya aprobada en el Senado pero frenada en la Cámara de Representantes por los legisladores del Tea Party. Obama adelantó que pretende obtener la reforma antes de fin de año, algo que hoy parece imposible. En ese plazo también quiere tener listo un presupuesto para 2014, lo que anticipa otro debate de sordos sobre impuestos y gasto público.
Ambas cosas serían mucho más difíciles de discutir el año próximo, cuando habrá elecciones de medio término. Si el Tea Party no sufre una derrota categórica en los comicios legislativos, la superpotencia occidental podría transformarse en un gigante ingobernable