El liderazgo de Estado Islámico (EI), responsable de los atentados en París de la semana pasada, está integrado por más de una docena de referentes políticos, militares y religiosos. El gabinete que secunda al Califa Abu Bakr Al-Baghdadi cuenta con ministros de Finanzas, de Explosivos, de Combatientes Extranjeros y Kamikazes, y revela la línea de mandos y el verticalismo de una organización que diseminó el miedo en Medio Oriente y, ahora también, en Occidente.
Según revelaron el diario británico The Telegraph y el think tank norteamericano Brookings Institution, citando documentos secuestrados por el ejército iraquí de la casa de un miembro de EI, el gabinete está formado por ciudadanos sirios, iraquíes, kurdos, chechenos, tunecinos, albaneses, egipcios, norteamericanos y franceses. En el organigrama, se destaca el número dos de Al-Baghdadi, Fadl Ahmad Abdullah Al-Hiyali, un ex coronel del ejército iraquí de Saddam Hussein. También hay un ministro de Explosivos, Abu Kifah; un responsable de la cartera de Combatientes Extranjeros y Kamikazes, Abu Kassem; y un ministro de Prisioneros, Abu Mohammed. Otro de los dirigentes principales es el responsable de las finanzas, Abu Salah.
La estructura desnuda cómo el grupo yihadista dividió tareas entre sus principales mandos, todo bajo la supervisión de Al-Baghdadi. Según la biografía The Believer, escrita por el especialista en Medio Oriente William McCants, el autoproclamado califa tiene 44 años y nació en Samarra, Irak, en el seno de una familia que asegura descender del profeta Mahoma. Estudió el Corán en la Universidad de Bagdad y cursó una maestría sobre Estudios Islámicos en la Universidad de Saddam.
“El poder real de Estado Islámico se concentra en sus manos, quizá mucho más que en el caso de Al Qaeda. Lo cual no es sorprendente porque históricamente así ha sido el califato bajo las sucesivas dinastías árabes y turcas. No se sabe bien cómo es el proceso de toma de decisión pero se puede pensar que en lo que hace a la administración de los territorios y la conducción de las operaciones militares hay una organización jerárquica parecida a un Estado”, explicó a PERFIL Khatchik Der Ghougassian, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de San Andrés.
Se radicalizó cuando cursaba el posgrado. Formó parte de los Hermanos Musulmanes, pero rompió por considerarlos demasiado prudentes a la hora de pedir un cambio político. Se sumó a un grupo de salafistas yihadistas, donde también estaba su hermano mayor y el mentor de su tesis, un ex miembro de los Hermanos Musulmanes que combatió en Afganistán en la década de 1980. En 2003 luchó en la resistencia islamista contra la invasión de Estados Unidos a Irak. En 2004 fue encarcelado. Sólo estuvo en prisión diez meses, durante los cuales estableció una red de contactos que posteriormente sería clave para la formación de Estado Islámico.
Argentino. El califa es un apasionado por el fútbol, al punto que los fieles de su mezquita en Bagdad lo llamaban “nuestro Messi”. En la prisión de Camp Bucca, también lo bautizaron como otro astro argentino: Maradona. Con dotes de líder, se sumó al grupo de Al Qaeda en Irak, liderado por el jordano Abu Musab Al-Zarqawi. Tras su muerte, fue ascendiendo en la organización, que rompió con Osama bin Laden y se convirtió en Estado Islámico. Finalmente, fue designado emir, es decir, líder máximo del grupo, y trasladó su control territorial de Irak a Siria.
“EI comprobó también ser muy exitoso en promocionarse en las redes sociales, logró que varias organizaciones islamistas en Egipto y Sinaí reconocieran al califa. Su capacidad de reclutamiento de combatientes en Europa, el norte de las Américas, el Cáucaso, Rusia o Asia central –sin mencionar a los países árabes y Turquía–, habla también de su dominio de técnicas de gestión de las redes”, agregó Der Ghougassian.
Pastor. Gran parte de los ministros de Estado Islámico conocieron a Al-Baghdadi en la cárcel o formaron parte de Al Qaeda en Irak –como su vocero, Taha Sobhi Falaha–. Otros son ex integrantes del Partido Baath. La cárcel Camp Bucca, al sur de Irak, fue un semillero para EI: allí estuvieron recluidos 24 mil iraquíes sunnitas, que cayeron en desgracia junto a Saddam Hussein.
“Describo a Al-Baghdadi como un pastor, y sus subalternos son los perros que arrean a las ovejas”, declaró a The Telegraph Hisham Al-Hashimi, un experto en seguridad que tuvo acceso a los documentos de Estado Islámico. La información fue secuestrada en 2014 de la casa de Abu Abdul Rahman Al-Bilawi, uno de los líderes militares de EI en Irak, que fue asesinado en el operativo. “Estos hombres explican la fortaleza de Al-Baghdadi. Son claves para mantenerlo en el poder”, agregó Hashimi.
La cantidad de mandos y la división de tareas revelan la organización y complejidad del grupo que atentó en París, derribó un avión ruso en el Sinaí y golpeó en Beirut hace una semana. Su poder de reclutamiento y su control territorial no sólo están explicados por el uso de las redes sociales y la difusión de cruentos videos, sino también por su estructura, fortalecida por líderes que le juraron lealtad al autoproclamado
califa. Hombres enrolados en la Yihad global, que predican la sharia a sangre y fuego.