Faltan 24 horas para que la historia de nuestro planeta tenga la septuagésima octava mujer comandando uno de sus 209 países. Ese número surge de la suma de presidentas, primeras ministras y capitanas regentes –así se denomina el cargo supremo en algunos regímenes en los que gobierna un ‘Gran Consejo General’, como sucede en la Serenísima República de San Marino, que elige a dos capitanes regentes por año–. La cifra no incluye reinas u otras jerarquías monárquicas. Sí, mañana se vota en Brasil, por el segundo turno, y según todas las encuestas, deberá ganar la ‘petista’ Dilma Rousseff.
Y también faltan 24 horas para que la historia de los papelones políticos cierre otro capítulo. José Serra, que va a las urnas por la socialdemocracia brasileña, hasta pateó un penal en el estadio Maracaná y los dos candidatos, él y Dilma, asistieron a misa como devotos fervorosos –algo que nunca fueron–, donaron santos y por poco no prometieron otra resurrección de Cristo intentando, uno seducir a la grey de todas las tendencias y la otra congraciarse con la feligresía que en el primer turno tuvo participación decisiva, dándole la espalda, por causa del polémico tema del aborto. Hoy en Brasil quien está a favor lleva las de perder, quien se pronuncie en contra (y convenza) puede parir una victoria electoral. Ahora, claro, los dos son contra ‘desde que eran niños’ y elogian la posición del Papa descaradamente. Están en campaña y hacen lo que no harían en otros momentos, pero ¿precisan ‘actuar’ tanto y rebajarse a tales extremos? ¿No sienten vergüenza cuando se ven en la televisión? Parece que no: al día siguiente lo hacen peor.
Si Rousseff vence, tal como lo indican con holgura los sondeos desde hace casi un semestre –pese a la tormenta del primer turno–, el próximo 1º de enero Brasil dará pase a la 13ª presidenta (ahora sí sólo presidentas) de la historia universal y a la primera mujer en el máximo cargo en sus 121 años de independencia. Será el tercer país latinoamericano en encuadrarse en este modernismo que, en nuestro continente, inauguró Argentina con Isabelita (María Estela Martínez de Perón). La siguió Cristina Fernández. Chile ya tuvo a su Michelle Bachelet.
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