“No es que perdí las esperanzas, pero las cosas que hemos vivido en los últimos años me han dejado muy desencantado de la realidad cubana.” Leonardo Padura se ha convertido en el intelectual cubano más sorprendente. El escritor más leído en la isla es también el mayor crítico del devenir de la Revolución. Un cubano que cuestiona el modelo cubano desde Cuba.
“No puedo dejar de tener esperanzas de que los cubanos tengan la posibilidad de vivir de un salario, que eso sirva tanto para un médico o un albañil”, dijo a PERFIL el escritor que llegó a Buenos Aires invitado por Nueva Sociedad y Tusquets para participar de la Feria del Libro.
“En la sociedad cubana se ha producido un desgaste ideológico y, sobre todo, moral muy grande”, agregó el autor de El hombre que amaba a los perros, la fantástica novela que reúne muchas novelas: la muerte de Trotsky, el fracaso de la URSS, las contradicciones de la Guerra Civil Española y el desencanto y la dignidad con la que viven muchos cubanos.
—Usted critica la realidad cubana, ¿cómo se explica que haya recibido el Premio Nacional de Literatura de Cuba, el más importante de la isla?
—Las cosas en Cuba tienen a veces lógicas bastante difíciles de comprender. Hay cambios importantes en la sociedad, en la cultura y en la vida cubana. El debate ha aumentado, pero la prensa oficial está de espaldas a esos espacios de reflexión.
—Usted fue periodista, ¿cómo se concibe el periodismo en Cuba?
—Una de las profesiones más ingratas que hay en Cuba es la de periodista. Los medios oficiales en Cuba pertenecen al Estado. Son dirigidos por el Partido, por la Juventud Comunista, por los sindicatos, o por los gobiernos de cada región. Todos reflejan los intereses de esa hidra de tres cabezas que es partido, Estado y gobierno, que en Cuba es lo mismo. Conocí muchos jóvenes estudiantes de periodismo con entusiasmo y después los he visto repetir como papagayos consignas donde se habla de lo bueno que ha sido la zafra azucarera y lo bien que marchan los ciclos infantiles.
—¿Escribir novelas policiales fue la grieta que encontró para la denuncia social?
—En un primer momento no fue la idea, pero inmediatamente se convirtió en esa posibilidad. En mi primera novela, el personaje que escogí para que fuera el malo no era un simple delincuente sino un viceministro. Me di cuenta de que podía hablar de la corrupción, el oportunismo político y la falta de perspectivas de una generación. En la segunda novela es asesinada una profesora, militante de la Juventud Comunista y se habla del fraude, del engaño, de la manera que se educa a los cubanos. En la tercera, recuperé el tema de la marginación de los intelectuales homosexuales reprimidos en los 70, y en la cuarta, vuelvo a la corrupción. Son temas que no aparecen en la prensa pero que todos conocemos.
—Una revista cubana dijo que usted era un “escritor tolerado que camina por un borde entre lo permitido y lo prohibido”. ¿Con “El hombre que amaba a los perros” pasó ese límite?
—Creo que sí (risas). Yo pensé que esa novela no se iba a publicar en Cuba. Su publicación demuestra que la importancia de que el arte tenga cierto nivel de independencia ha crecido en Cuba.
—¿Es posible pensar en un cambio en Cuba mientras los Castro estén en el poder?
—Quiero creer que Raúl tiene voluntad de que las cosas cambien. Los últimos 23 años han sido muy duros para los cubanos, de muchas carencias, de muchas limitaciones, de muchas faltas de expectativas y de proyectar el futuro.
—¿Es posible seguir hablando de un modelo comunista en Cuba?
—Habría que ver qué cosa pudiera ser una sociedad socialista. Está por allá el modelo chino, el modelo vietnamita, por acá se está creando un modelo cubano en el que se están mezclando estructuras que hasta hace poco se consideraban propias del capitalismo. El gran fracaso del sistema socialista estuvo en su incapacidad económica de crear y producir los bienes que necesitaba la sociedad. En Cuba en los últimos cincuenta años, nunca ha alcanzado la comida; las personas no se han muerto de hambre pero no han comido lo suficiente. Nunca se ha podido resolver el problema del transporte, de la electricidad, del abastecimiento de agua.
—En un ensayo para “Nueva Sociedad” usted habla del “totalizador Estado socialista cubano”, ¿es un eufemismo para no hablar de un Estado totalitario?
—Es prácticamente lo mismo. Es un Estado que lo abarca todo.
—Si hablamos de totalitarismo, ¿en Cuba hay una dictadura?
—Hay un gobierno que ha sido elegido por un sistema electoral peculiar, pero son cargos elegidos. A una dictadura le falta legitimidad, pero en Cuba hubo una Revolución que legitimó un tipo de gobierno. El término dictadura puede ser un poco fuerte pero podría ser una manera de calificarlo, y fuera de Cuba, se le califica muchas veces de esa manera. Pero no puede compararse con lo vivido en la Unión Soviética o en otros países socialistas donde existieron extremos a los cuales, afortunadamente, en Cuba no se ha llegado. Incluso, personas como Yoani Sánchez y otros disidentes cubanos activos no hubieran existido en la Argentina de los militares o en el Chile de Pinochet. Es difícil decir a secas que se trata de una dictadura, es un país bastante particular donde todavía hoy existe un apoyo bastante grande a lo que ha sido el proyecto revolucionario.
—Habló de los disidentes cubanos, ¿usted es un disidente?
—Soy un escritor con una conciencia ciudadana que trato de hacer mi trabajo. Si ese trabajo implica una crítica al gobierno o al sistema, asumo ese conflicto. No tengo militancias políticas de ningún tipo. Estoy muy desencantado de esas militancias.