El plebiscito de Colombia tiene un elemento en común con el del Brexit: la abstención. Más del 60 por ciento de los colombianos habilitados para votar, no lo hicieron. Los que se movilizaron en gran número, como sucedió también en el Reino Unido, fueron quienes se oponían a los acuerdos de paz. Siempre moviliza más la resistencia, el rechazo.
Todo referéndum plantea opciones binarias, que exigen un convencimiento rotundo. O sí, o no. Por experiencias propias y ajenas, sabemos que es mucho más fácil sumar voluntades al no, que al sí. Y en todo plebiscito, el gran perdedor es el votante más habitual: el del “sí, pero”. A excepción de fervorosos militantes, en cada elección la mayoría votamos “sí, pero”. Sin embargo, esa opción no existe en un referéndum. ¿Y qué hicieron los millones de “sí, pero” de Colombia?: no fueron a votar.
Y, así como en el Brexit la mayoría de los británicos que votó contra la “amenaza extranjera” vive en las regiones con menos presencia de inmigrantes, en Colombia el “no” triunfó en las regiones en donde las FARC han dejado de matar hace tiempo. Las zonas más castigadas en los últimos años, optaron por el “sí”.
Los acuerdos de paz desechados en Colombia no eran perfectos. No aplicaban una justicia plena, que nunca llegará sin una derrota militar de la guerrilla. Pero ofrecían la posibilidad de conocer la verdad y de avanzar en la pacificación del país. Los expertos en mediación dicen que un buen acuerdo es aquel en el que ninguna de las partes queda plenamente satisfecha o absolutamente frustrada. Estos acuerdos respondían a esa máxima, y necesitaban un “sí, pero”, para ser votados.
Ayer, el 98 por ciento de los húngaros que participaron de un referéndum, que tuvo un poco más de participación que el de Colombia, votaron a favor de que Budapest rechace las cuotas de refugiados que le corresponde según el acuerdo alcanzado en la UE. Con miedo, con rencor, agitada por populistas como Nigel Farage o Alvaro Uribe, “la gente” está votando para rechazar, para expresar su desagrado, sin importar las consecuencias. Primero, fue el Brexit. Ahora, Colombia y Hungría. En noviembre, ¿será el turno de Donald Trump? Esperemos que los norteamericanos apelen a su “sí, pero” para elegir a Hillary Clinton.